En la actualidad, se debate sobre la crisis y el colapso ambiental, pero quizá no es ninguno de los dos, sino sólo se trata de un gran caos ambiental planetario.
Pero de lo que se trata, en el fondo, es sobre un enfoque, que busque entender la forma en la que las interpretaciones limitan y dirigen lo que se considera cierto y deseable en relación al entorno.
Para ello, se parte, de que la realidad es socialmente construida y de que el ejercicio de poder no radica sólo en la acción directa de un actor sobre otro, sino en la preponderancia de cierto conocimiento y en la imposición de una visión de la realidad sobre otras posibles. Se trata en última instancia, de incorporar el análisis de discursos para comprender las formas de pensar sobre la naturaleza, partiendo de que los discursos son capaces de producir y reproducir relaciones de poder desequilibradas y reconociendo que las luchas en torno al uso de los recursos no son sólo materiales, sino que se producen también en relación con los significados.
Frente a los tres problemas centrales que se aceptan a nivel internacional como lo son el cambio climático, el declive de la biodiversidad y la contaminación, se han propuesto varias ideas que van desde el rescate del conocimiento local, el conocimiento u obras basadas en la naturaleza, la integralidad o el enfoque biocentrista, la regeneración u otras más. La puesta en marcha de proyectos basados en lo anterior, mostró que los problemas para su aplicación no eran sólo de carácter técnico, sino que también existían obstáculos económicos, políticos y sociales para generar formas de uso de los recursos ecológicamente más adecuadas y socialmente más incluyentes. Esto indica que la conservación ambiental y el manejo de recursos naturales no puede ser sólo un ámbito exclusivo de ciencias como la biología o la ecología.
Lo cierto es que hay diversas percepciones dependiendo de la comunidad, la región, la zona, la urbe, o el problema principal ambiental (deterioro, depredación, tala, degradación, contaminación de aguas y atmósfera, cultivos o semillas transgénicas, desarrollo urbano, extracción minera de metales y mercurio, monocultivos, mercados internacionales, generación de residuos, consumismo, falta de vegetación en las ciudades, cambios de uso del suelo, tráfico ilegal de especies, desastres meteorológicos como las sequías e inundaciones, injusticia ambiental, falta de transparencia, etc.) pero todo lo anterior, gira en torno al concepto de percepción, entendida como la asignación de significado en un tiempo determinado (momento y el corto, mediano o largo plazo).
Así como cuando nos preguntamos cuál es la alternativa para enfrentar el cambio climático, puede haber variadas percepciones dependiendo del espacio temporal, es decir, en lo inmediato o en un plazo mucho más largo (de varios años).
Entonces aparece el caos entendido como: lo impredecible. Sin embargo, el significado de la palabra se ha desplazado a desorden o confusión.
Así, tenemos que un caos se refiere a una situación de gran confusión, desorden o falta de organización. Y puede describir un estado de una situación de la vida cotidiana o cuestión ambiental, donde hay mucha confusión o descontrol.
En este sentido, el caos ambiental es la alteración severa y desorganizada de los sistemas naturales, frecuentemente causada por actividades humanas, que lleva a consecuencias negativas para el medio ambiente y la sociedad, en donde se dan un conjunto de interacciones sociales, políticas, económicas y ambientales.
No obstante, en México existe, la caracterización de una ecología que comprende dos rasgos centrales: por un lado, la identificación que comúnmente se hace de la ecología política con el análisis de la política pública y la otra, de los movimientos ambientalistas.
Y hoy en día, en varias partes del mundo, se reclama la omisión de la autoridad con respecto a las medidas urgentes que debe llevar a cabo, aunque no se considera, como se ha visto en los foros internacionales de las COPs (de Cambio Climático y de Biodiversidad), la falta de financiamiento o recursos económicos que hay que invertir, y que cada día que pasa es mayor la cifra que se requiere.
Entonces tenemos que la percepción del caos ambiental se refiere a la forma en que los individuos interpretan y experimentan la calidad del medio ambiente que los rodea, considerando, como ya se anotó, varios factores como la contaminación, la degradación del entorno y la salud ambiental. Y dicha percepción es subjetiva y puede variar entre personas y grupos sociales, influyendo en sus actitudes y comportamientos hacia el medio ambiente.
En dicha diversidad de la percepción del caos ambiental, podemos encontrar entre sus causas lo siguiente:
Experiencia personal: La exposición directa a la contaminación, desastres naturales u otros problemas ambientales puede generar una percepción más negativa del entorno.
Conocimiento ambiental: El nivel de información y comprensión sobre los problemas ambientales puede influir en la forma en que se percibe la situación.
Factores sociales y culturales: Las normas sociales, las creencias y los valores culturales pueden afectar la forma en que se evalúa la calidad del ambiente.
Confianza en las instituciones: La percepción de la eficacia de las políticas ambientales y la confianza en las autoridades pueden influir en la percepción del caos ambiental.
La percepción de tiempo: Algunos actores pueden estar percibiendo situaciones y posibles soluciones en función del momento, del instante o en un plazo mayor, lo que redunda en confusiones, con respecto a otras percepciones.
Así también, pueden estar presentes aspectos psicológicos: La ansiedad, el estrés y otros estados emocionales pueden afectar la percepción de la calidad del ambiente y sus posibles soluciones.
Visto en su conjunto, la percepción del caos ambiental es un proceso complejo que involucra factores individuales, sociales, temporales, espaciales y culturales, y que tiene un impacto significativo en la forma en que las personas se relacionan con su entorno y en la efectividad de las políticas ambientales.
En sí, las percepciones ambientales son entendidas como la forma en que cada individuo aprecia y valora su entorno, y aporta elementos que potencialmente pueden contribuir a la solución.
Por ello, decimos que lo que existe es un caos o desorden, de percepciones, que manifiestan un significado, que dificulta organizar las acciones adecuadas para enfrentar la problemática ambiental.
Podemos apuntar de forma resumida que la crisis, el colapso y el caos ambiental son términos relacionados pero distintos que describen diferentes etapas y manifestaciones de la degradación del medio ambiente. Pues por un lado, la crisis ambiental se refiere a un deterioro progresivo del funcionamiento del sistema ambiental, mientras que el colapso ambiental implica una pérdida irreversible de biodiversidad y servicios ambientales esenciales. Mientras que el caos ambiental, por otro lado, sugiere un estado de desorganización extrema y disfunción del sistema, donde los procesos naturales se ven gravemente alterados y la capacidad de respuesta del sistema se ve superada. Es muy probable que crisis y sobre todo colapso, tengan una mayor fuerza simbólica que el caos.
Las palabras construyen realidades, o, al menos, dan cuenta de ellas. En el caso de las ciencias sociales, los conceptos y las categorías analíticas son fundamentales para interpretar los fenómenos y estudiar sus respectivas fenomenologías. Sobre esta base, la importancia de la discusión sobre si es “crisis”, “colapso” o “caos”, radica en nuestra capacidad para comprender, así como accionar, en un momento particular del desarrollo de la modernidad.
El mundo moderno, basado en su sistema económico de mercado, la tecnociencia, el petróleo y otros combustibles fósiles; el individualismo, la competencia, la ficción democrática y una ideología del progreso y el desarrollo, lejos de procrear un mundo en equilibrio, está llevando a la especie humana, los seres vivos y todo el ecosistema global, hacia un estado caótico. El caos global, que sacude cada vez con más frecuencia a las sociedades, siempre es doble: ambiental y social. En ambos casos se trata de fenómenos de oscilación extrema que aparecen de manera sorpresiva y que, en consecuencia, incrementan la incertidumbre y el riesgo.
El contexto o trasfondo que presenciamos en lo que va del 2025 es el de una fase caótica del mundo. Se trata de la transición hacia un nuevo desorden internacional, caracterizado por un aumento de los conflictos y su consecuente armamentismo, cambios en las reglas de juego del sistema económico y un retroceso en consensos como la necesidad de esfuerzos conjuntos contra el cambio climático.
