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Noroña volvió a Querétaro… y ni las culebras lo esperaron

Desliz

por Gildo Garza
28 julio, 2025
en Editoriales
Estampida de Kuri  contra el populismo
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La gira fue un bostezo con megáfono, de esas que inflan los ‘qrodiadores’ con bots y retuits reciclados, pero que en la calle no levantan ni polvo. Hace diez días llegó como suele: mentando madres, escupiendo consignas, rompiendo platos ajenos con la servilleta de la 4T. Pero alguien —más astuto que él— le jaló la rienda. Regresó más domesticado, menos bronco, aunque igual de torpe. Un bocón sin causa, rodeado de porristas y aduladores, como perro viejo ladrándole al reflejo de su propio ego.

Lo nuevo fue la maroma: ahora resulta que apoya el proyecto del Batán, ese que sus aliados gilbertistas desprecian. Claro, con su sarcasmo barato advirtió que “no vayan a hacer negocio”… sin saber —el bruto— que quien pretende hacerlo es una empresa ligada a su jefa, la doctora Claudia Sheinbaum. El fuego amigo ya no es fuego: es incendio en la sala de juntas. La guerra civil en Morena es irreversible, como un tumor que nadie se atreve a extirpar porque todos le temen a la biopsia.

Mientras tanto, la senadora Robles pasea con las luchas ajenas colgándole del hombro, mientras el cártel inmobiliario le compra más terreno al silencio. En la rueda de prensa, los medios de siempre —esos que cobran y callan— asentían con la cabeza como perritos de parabrisas… hasta que alguien rompió el guion.

Un colega cuestionó la corrupción de Gilberto Herrera Ruiz. Noroña, fiel a su papel de matón de barrio, le alzó la voz. Y entonces, se me calentó la tinta.

—¡No grite, senador!, le solté. Con la voz que me dejaron mis padres, los que me enseñaron que un periodista no se arrodilla ni con la pluma rota.

Ahí cambió la función.

Se acabó la pantomima.

Las preguntas dejaron de ser cómodas, y los que se escudan tras el ropaje del “rigor periodístico” empezaron a sudar frío.

Mi compañero Héctor Sinecio le dio donde más duele: lo cuestionó por los vínculos de Adán Augusto con “La Barredora”, y de Alfonso “Jorge” Romo con el lavado de dinero. Hubo un tropiezo en el nombre, sí, pero no en el fondo. La pregunta fue clara:
¿Por qué Noroña pide pruebas para los suyos, pero le basta un chisme para criminalizar a Calderón?

Yo lancé dos alfileres más, corrigiendo el rumbo de la bala.

El senador pataleó.

Se ahogó en su propia diarrea verbal.

Y cuando ya no supo qué hacer, nos llamó “siameses”, en un intento desesperado por zafarse.

Muy gallito para justificar a los narcopolíticos de Morena, pero cobarde para aplicar el mismo rasero cuando se trata de los suyos. Si tanto le consta, que pida la orden de aprehensión contra Calderón. ¿O ya se le acabó el libreto?

Con Gilberto Herrera no hay misterio, hay evidencia. La FGR lo investiga. Y Noroña se atragantó.

Porque el periodismo, el de verdad, no lame suelas ni se esconde detrás de convenios. El rigor no es callarse: es hablar claro, con datos y con pantalones.

Pero hay quienes prefieren callarte.

Te piden mesura mientras el político miente, evade o te escupe en la cara.

Lo hacen porque les arde no tener el valor de hacer lo mismo.

La mesura, en un escenario amañado, es complicidad.

Aquí no se trata de buenas maneras: se trata de sobrevivir.

Porque cuando el escenario está manipulado, el político blindado y el gremio vendido, levantar la voz no es grosería: es autodefensa.

Y sí: una sola pregunta bien lanzada, con 2 palabras puede reventar toda la narrativa.

Eso no te quita lo periodista. Te lo confirma.

Lo aprendí de mi maestro, Javier Darío Restrepo:

El rigor está en el fondo, no en las formas que te imponen quienes quieren controlar la historia.

Como aquel joven que le gritó a Máynez en su rueda de prensa:

—¡Es que siempre llegas tarde!

Y así reventó su narrativa… igual que un día antes trato de reventar la mía.

Porque el poder del periodista no está en los 20 mil pesos del convenio, ni en los premios que te dan para rellenar espacios.

Está en mirarle los ojos al diablo y no parpadear.

Está en escupir la verdad aunque al gremio le arda.

Porque lo que mata al periodismo no es el político… es el colega que te pone el pie.

No hablo desde el privilegio ni desde la comodidad de una oficina. Hablo desde las heridas.

Me han asesinado a cuatro compañeros de lucha.

Me arrebataron a un hermano por el solo hecho de no callarnos.

A mí me han levantado tres veces por ejercer el oficio con dignidad, por no ser borrego, por no lamer botas ni vender convicciones.

No lo cuento por lástima ni por aplausos. Lo cuento porque en este país al periodista que incomoda, se le castiga, y al que se somete, se le premia.

A los políticos les fascina vernos divididos.

Celebran cuando el gremio se devora a sí mismo.

Y ese mismo gremio —mediocre, frustrado y obediente— no soporta que alguien venga a exhibir lo que ellos dejaron de ser: periodistas.

Hoy, apenas son recicladores de boletines.

Colofón

Noroña amenaza con regresar el 31 de agosto a la Plaza de Armas, de donde ya lo abuchearon y lo corrieron.

Ahora Beatriz Robles tendrá que pasar la charola al cártel inmobiliario que protege, para pagar —desde un día antes— el café y el pan en los comederos de la plaza y evitar otra rechifla. Y no se le olvide pagar de nuevo…

Y Homero Barrera McDonald, alias el balaceado, tendrá que pedirle a su tía Perla McDonald, viuda de Carmona, una feria del huachicol para contratar acarreados.

Gilberto y sus secuaces ya secaron Cadereyta. Lo único que les queda es ir a gritar “¡Malditos panistas!” y “¡Fuera Kuri!”… porque fuera de eso, no saben hacer nada más.

Que no falten las matracas, los gritones y los izquierdistas frustrados, para que la plaza se llene… de ruido y de nada.

Ojalá el INE ponga remedio a esa campaña anticipada disfrazada de “gira legislativa”, que ya es un delito electoral.

Y si no… Ojalá nadie los denuncie.

A chambear.

@GildoGarzaMx

Etiquetas: HERRERAMorenaNoroñaSheinbaum

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