Hay equipos que nacen para ganar, y otros que nacen para resistir. Los Gallos Blancos de Querétaro, al igual que los esclavos que viven en el libro: “El reino de este mundo” (1949) del escritor franco-cubano Alejo Carpentier; nunca han conocido un paraíso verdadero, solo breves alucinaciones de libertad, como aquel inolvidable instante en que Ronaldinho se puso la camiseta albiazul y con un equipo único en su historia, convirtió La Corregidora en un carnaval de promesa.
Pero como en la Haití revolucionaria del libro de Carpentier, todo lo que sube, cae. Y tras ese luminoso y breve reinado de Grupo Imagen en Querétaro, llegaron otra vez los ciclos de sombra: las administraciones torpes, los proyectos incompletos, la venta de espejitos desde Tijuana. El gallo se volvió sombra y patio trasero de un hermano mayor (Xolos) que le arrebataba los pocos juguetes que tenía, dejándolo jugar con las sobras, sin voz ni voto, como parte de un sistema donde la esperanza es un lujo que no toca en cada jornada. Ni nunca.
En la novela del escritor cubano, el esclavo Ti Noel observa cómo la revolución cambia de amos, pero no de lógica. Se sustituye al opresor francés por el déspota Henri Christophe. Hay fuegos artificiales y coronas de oro, pero el pueblo sigue igual de pobre o incluso peor. Así ha sido también el equipo queretano: cada que llega un nuevo dueño, suena el bombo, se pinta el estadio, y por un rato creemos que ahora sí. Pero pronto regresa la realidad: no hay revolución, solo reciclaje del poder.
Sin embargo, como Ti Noel, los Gallos no han muerto. Siguen ahí. No viven del resultado, sino de la permanencia. Han sido un pueblo futbolero castigado, que se rehúsa a desaparecer, que grita desde las gradas vacías, que canta bajo la lluvia con un gol a destiempo. Y así como Ti Noel, que a pesar de todo sigue adelante y sembrando, el gallo sigue cantando no porque amanezca, sino porque tiene que cantar. Es su naturaleza.
Hoy, una nueva administración parece asomarse. No hay promesas, ni trompetas, ni fotos de portada. Solo un rumor: podría haber un nuevo horizonte, no inmediato, no garantizado, pero posible. Y a veces, en ciudades como la nuestra, con equipos como el nuestro, y en historias como la nuestra, eso es suficiente. Porque Querétaro no quiere la gloria inmediata. Quiere futuro. Quiere seguir pateando la pelota.
El reino del fútbol mexicano está lleno de reyes breves, emperadores de humo y revoluciones vacías. Pero a veces, entre ruinas y malos manejos, una dignidad antigua sobrevive, una dignidad de una afición, una dignidad azul y negra que sueña con que el gallo vuelva a cantar en serio.







