En la obra de William Shakespeare, “El mercader de Venecia”, Shylock, el prestamista judío, reclama a un mercader, Antonio, caído en desgracia, el pago de una deuda que, según lo pactado, tendría que ser saldada con una libra de la propia carne del mercader. No le importaba la vida del deudor, sino satisfacer su vanidad y vengar el menosprecio a su poder económico.
La misma arrogancia, impiedad e indecencia que muestra Shylock en la obra citada, exhibieron el presidente Donald Trump y su vicepresidente en el encuentro con medios en la Sala Oval con Volodimir Zelenzki, presidente de Ucrania. Pretendiendo cobrar una deuda por apoyos prestados (no por ellos dos), exigieron su libra de carne ucraniana traducida en tierras raras, dominio sobre su territorio, dejando a la víctima de la agresión rusa con la ofensa invasora y el territorio mutilado.
Si algo exhibieron los mandatarios estadounidenses fue su falta de empatía con un pueblo, el ucraniano, que tiene ya tres años resistiendo el embate de una de las grandes potencias mundiales y el afán expansionista de Vladimir Putin.
La posición adoptada en este conflicto no afecta solo a Ucrania. Ensoberbecidos por su poderío militar y económico, no han calculado lo riesgoso de su política internacional que rompe el bloque occidental. La conformación de la Organización del Atlántico Norte ha sido la barrera para detener el expansionismo soviético y retirar o disminuir la participación de los EUA de dicha organización la debilita.
En el fondo de la ríspida reunión con Zelenski lo que hay es una ruptura con Europa, un realineamiento de la política exterior estadounidense en el que, al parecer, Trump encuentra más seguridad estando más cerca de Moscú que con la Unión Europea. El desencuentro que resultó de la entrevista Zelenski-Trump-Vance, no es el ideal para la Unión Europea que necesita ahora reforzar el gasto militar para protegerse a sí misma del expansionismo ruso.
Por otra parte, e independientemente de lo que representa para la Unión Europea la nueva posición estadounidense, se tiene que advertir que en el fondo Trump quiere reafirmar su hegemonía occidental basado en sus propias fuerzas y no en sus alianzas.
En la propuesta de paz que implicaría una derrota absoluta de Ucrania al perder el territorio conquistado por Rusia y además la riqueza de las tierras raras a favor de EUA, está la necesidad que este tiene de asegurar el suministro de materiales necesarios para la cadena de producción de la industria del siglo XXI.
El acuerdo, ingenuo a mi ver, con Rusia, de conseguirle la paz y los territorios del Dombás y anexos, a cambio de la libre explotación de los recursos estratégicos ucranianos, es visto con desconfianza por Europa y la misma Ucrania, pues no contiene garantías de que Rusia no seguirá con su expansionismo.
Eso es lo que Zelenski pedía, garantías, y lo que encendió los ánimos de los rijosos Trump y Vance que lo entendieron como una exigencia que no tenía derecho a hacer, ya que “no tenía cartas” para ganar. Como en el póker, si tienes mala mano, el ganador se lleva todo. Y Obvio, Trump piensa que él es el ganador, mientras Putin observa socarrón.
La geopolítica estadounidense está siendo modificada partiendo de un punto de vista empresarial. Elimina los rubros donde pierde dinero y conquista o compra lo que le dará a ganar. Hay consciencia de que gasta mucho, tanto en la estructura gubernamental como en el mantenimiento del sistema de seguridad social, en los organismos internacionales que le dan presencia y en mantener equilibrios bélicos y cooperación entre sus aliados. Los déficits, comercial con algunas naciones y del gasto público, son elevados, lo que explica la relevancia del papel de Elon Musk en la administración.
El diagnóstico del cual derivan las acciones que estamos viendo, arroja debilidades estructurales que intentan corregir, salvo que, en vez de hacerlo con la sutileza y precisión de un cirujano, lo hacen con los instrumentos del carnicero. No importan el honor o los compromisos anteriores, mucho menos una visión del papel y el legado histórico de su país, así como su irresponsabilidad al haberse erigido como el líder del mundo occidental para abandonarlo a su suerte solo para complacer al segmento más conservador y segregacionista de su país.
Por lo pronto, con el mismo talante del usurero Shylock, le ha exigido a Ucrania su libra de carne, es decir, las tierras raras que tanto le importan, sin importar que en ello se pierda no solo sangre y territorio ucraniano, sino también la estabilidad y seguridad geopolítica de Europa. A México no le exige una libra de carne, sino total complacencia a sus demandas, solo esperemos que lo considere suficiente y se sienta satisfecho.