Érika P. Buzio
En medio de la intervención francesa, el Segundo Imperio y la restauración de la República, María Garfias (1849-1918) forjó una carrera musical tan brillante como fugaz.
Estrenó en septiembre de 1868 su Marcha guerrera, dedicada a Porfirio Díaz, vencedor del ejército imperialista en la batalla del 2 de abril de 1867, logrando expulsar a los franceses de la Ciudad de Puebla.
Después de la ejecución pública de esta obra, sobrevino el silencio de María Garfias en el “mundo musical mexicano”. Ese año (1868), la compositora y pianista se casó con el ingeniero Ignacio Garfias, su primo segundo, con quien tuvo dos hijos Mario y Manuel, tal como consigna su biógrafo Fernando Carrasco.
El poeta Juan de Dios Peza publicó una dedicatoria a la joven compositora y pianista en Tradiciones y Leyendas Mexicanas, libro escrito en coautoría con Vicente Riva Palacio: “A la virtuosa Señora María Garfias de Garfias, a esa maga del piano que ha encubierto su gloria en las venturas de un hogar tranquilo”.
Esa ventura significó para la compositora dedicarse a su familia y a sus hijos.
“Tristemente, ese fue el camino de muchas músicas mexicanas del siglo 19”, dice Carrasco, compositor y musicólogo.
A partir de entonces, mantuvo su actividad musical en privado, al acompañar a algún pianista o tocar alguna pieza a beneficio, pero fuera totalmente de los reflectores.
“María Garfias fue quizá la primera compositora con una producción coherente y sistemática, que fue interrumpida por las convenciones de su época. Hay ejemplos de algunas piezas aisladas por parte de compositoras mexicanas anteriores”, resalta Carrasco en el libro María Garfias (1849-1918). Una fugaz presencia de la música mexicana decimonónica, donde aparece el único retrato de la compositora.
La propia María Garfias quemó toda su música, convencida de que a nadie le interesaba. Un episodio del que fue testigo la nieta de la pianista y compositora, Ana María, narrado por su bisnieto Armando Riberas Garfias al biógrafo.
Por fortuna, había ediciones de su música, lo que ha permitido recuperar su legado. Sus obras fueron publicadas por los tres litógrafos más importantes de la capital del País durante la segunda mitad del siglo 19, según consigna la investigadora Luisa del Rosario Aguilar Ruz.
De las 20 obras de su catálogo, escritas entre 1862 y 1868, 14 fueron compuestas para piano solo y hay dos marchas en versión para piano, pero se sabe que contaban con instrumentación para banda u orquesta.
Los géneros abordados por la compositora, enlistadas por Carrasco, son dos fantasías, dos valses, dos caprichos de salón, dos marchas, seis danzas habaneras, una plegaria, un himno, dos canciones, un nocturno y, por último una melodía.
Carrasco recibió las partituras de las obras de María Garfias de varias fuentes: de Armando Riberas Garfias, su bisnieto, de la pianista Silvia Navarrete, quien le compartió el álbum de la compositora, y de Jorge Martín Valencia, septimista y coleccionista.
Si bien María Garfias no estudió en un conservatorio –pues hasta 1866 comenzó a configurarse uno en México–, estudió con el compositor Cenobio Paniagua. Fue él quien organizó el concierto del 18 de noviembre de 1862 en el Teatro Nacional en el que María, de 13 años, debutó como pianista y compositora.
Interpretó la Fantasía sobre Lucía de Lammermoor de Donizetti, escrita por Émile Prudent, y Martha, Fantasía para piano, escrita por ella, donde retomó pasajes de la ópera de Friedrich von Flotow.
A propósito de su presentación, el diario El siglo diez y nueve publicó una entusiasta reseña.
“Hubo la agradable novedad de oír tocar el piano á (sic) la Srita. María Garfias, niña que apenas tiene trece años y que es un prodigio de precocidad en el arte; fue muy aplaudida, y entre los aplausos más estrepitosos se le ofreció una corona”.
“Ella fue pionera en un tiempo en el que las mujeres estaban confinadas al espacio privado, pero logró estrenar su música en el Teatro Nacional, el equivalente de Bellas Artes en su época”, destaca Carrasco, quien fue coordinador de investigación del CENIDIM.
En una de sus últimas presentaciones como compositora, estrenó su Marcha republicana, obra de madurez, dedicada al Presidente Benito Juárez, a su regreso triunfal a la Ciudad de México, y dirigió a la orquesta desde el palco escénico del Gran Teatro Nacional el 23 de octubre de 1867.
Esto la convierte quizá, según Carrasco, en la primera directora de orquesta de México.
Esta pieza se interpretó en un acto oficial, y aunque no hay certeza de que el Presidente asistiera, se sabe que envió a un representante. La obra se distingue por su complejidad pianística y su fuerte carga patriótica.
Presente también, por ejemplo, en su plegaria ¡Dios salve a la nación!, compuesta en homenaje al héroe de la batalla del 5 de mayo, Ignacio Zaragoza, estrenada el 20 de diciembre de 1862, en una función en la que María Garfias cantó acompañada de un coro de niñas.
“Todavía cuando la escucho se me pone la piel de gallina”, admite Carrasco, quien observa una consciencia política y social en su obra, reflejo del momento con la segunda intervención francesa en México.
Aclara que su trabajo no es del periodo porfirista, como erróneamente se ha dicho, sino del tiempo de Benito Juárez.
“Es un error común. Garfias dejó de componer mucho antes del ascenso de Porfirio Díaz (al poder)”, asegura Carrasco, quien ofrece un análisis compositivo de las obras.
Carrasco señala que “se advertía una paulatina mejoría en el oficio compositivo”, cuando vino el silencio.
Ya retirada del ámbito público, su música se presentó en el extranjero en la Exposición Universal de Filadelfia (1876) y el centenario de Simón Bolívar (1883).
Gracias a su investigación, el musicólogo ha logrado establecer las fechas de nacimiento, el 22 de mayo de 1849, y muerte, el 9 de marzo de 1918, de la compositora así como corregir datos inexactos en esbozos biográficos previos.
En su Diccionario enciclopédico de México (2007), Gabriel Pareyón asegura que María Garfias en su “madurez abandonó la composición pero siguió participando en representaciones teatrales. Olavarría y Ferrari la cita como parte del elenco de Los hugonotes (1902) y de la zarzuela Marijuana (1902)”.
Gracias al trabajo de Carrasco y de otros musicólogos y músicos, la figura de María Garfias comienza a recuperar su lugar en la historia de la música mexicana. Su legado no solo da cuenta del talento de una mujer excepcional, sino también de las barreras que tantas creadoras han debido sortear a lo largo del tiempo.
Recuperan su obra
Aunque existen discos con piezas de María Garfias como Dios salve a la patria del pianista Alejandro Barrañón y Flores mexicanas de Dulce Sandoval, la pianista texcocana Lorena Olvera es la primera en grabar la obra integral impresa de la compositora.
Llegó a su obra por el septimista y coleccionista Jorge Martín Valencia, quien le acercó un álbum con la obra de la compositora del siglo 19 que, de forma azarosa, encontró en un baratillo de la Ciudad de Puebla.
“En el fondo de una pila de papeles viejos se hallaba un vetusto encuadernado -en percalina negra- que guardaba una nutrida antología de 18 partituras para piano impresas sobre blanquísimas hojas de papel algodón y resaltando, en exquisita litografía, el nombre de María Garfias”, relata Valencia en el cuadernillo del disco Gratitud.
Un esfuerzo independiente y financiado por la propia Lorena Olvera, formada en el Instituto Cardenal Miranda, quien a partir de la obra de Clara Wieck, con quien estuvo casado Robert Schumann, se interesó por el trabajo de las mujeres compositoras.
“Uno de los motivos que me animó a hacer un disco es realmente darle un lugar a María Garfias en la historia, pero no solo la historia del pasado, sino revivir su obra y traerla al presente. Es parte de nuestro patrimonio cultural”, recalca Olvera.
Incluyó en el álbum Gratitud. Recuperación de la obra de María Garfias, disponible en plataformas, 19 obras. Por recomendación de Valencia, la pianista dejó fuera ¡Ah que chasco!, danza habanera, porque jamás fue editada formalmente.
Sin embargo, a través de la pianista Silvia Navarrete, Fernando Carrasco obtuvo una copia de una edición manuscrita que incluyó en su libro María Garfias (1849-1918). Una fugaz presencia de la música mexicana decimonónica.
A partir de su interés por María Garfias, Lorena Olvera recibió las partituras de estudio de la compositora de manos de Rodolfo Arévalo, un pianista aficionado. Él las recibió como regalo de María Garfias Villaseñor, nieta de la compositora, y abuela de su fallecida esposa.
Como parte del festival Ella es música, organizado por el IMER, Lorena Olvera interpretará la música de María Garfias este lunes 10, a las 16:00 horas, en el Instituto Italiano de Cultura (Francisco Sosa 77, Del Carmen). La entrada es libre.