A pesar de que conoce perfectamente –porque ella y/o su mentor en Palenque las ordenaron– todas las trapacerías cometidas por su partido para sacar adelante la reforma judicial, y de que sabe también que la elección de ministros, jueces y magistrados en marcha está plagada de errores, omisiones, contradicciones, simulaciones y absurdos, la presidenta Claudia Sheinbaum impulsa y hace apología de este proceso cada que puede.
La elección “popular” del Poder Judicial, prevista para el próximo mes de junio, representa de forma palmaria el final de los contrapesos que hacían posible a la República y la instauración de un régimen autoritario, específicamente presidencialista, pero lleno de singularidades. Ya Enrique Krauze (Reforma, 16-II-25) ha hecho una caracterización impecable de este: “Lo que el régimen representa es una combinación de monocracia (el gobierno de uno), kakistocracia (kàkisto = el peor), término inglés del siglo XVII para designar el gobierno de los peores, y oclocracia (de oclos = muchedumbre), concepto acuñado por el historiador griego Polibio en sus Historias (200 a. C.) para describir la extrema degeneración de la democracia provocada por la demagogia (demos = pueblo, ágo = yo conduzco)”.
Pues bien, ese régimen –en cuyas estructuras caben toda clase de acosadores, violadores y ladrones de siete suelas– es el que impulsa alegremente la elección popular del “nuevo” Poder Judicial. “Y eso es bueno –dice orgullosa la señora Presidenta–, porque cuando lo elige el pueblo, le responden al pueblo, cuando lo elige el pueblo, le responden a la nación…estamos limpiando de corrupción también al Poder Judicial, y eso sólo lo puede hacer el pueblo de México, es la única manera…”
Aunque la participación popular fuera notable (cosa que todos dudan), este proceso difícilmente podrá limpiar alguna corrupción por la sencilla razón de que él mismo está infestado de vicios y corruptelas. No sólo se trata de que las listas entregadas por el Senado al INE han sido confeccionadas por la tramposa mano de las cúpulas morenistas en alianza con diversas pandillas de leguleyos (donde destaca el exministro Arturo Zaldívar) , ni de que los derechos de los ciudadanos sean violentados en lo más elemental (no todos, por ejemplo, podrán elegir a las mismas autoridades), sino de que ni siquiera estas listas contienen la información básica para identificar por quién o qué se vota.
El fraude comenzó con la aprobación de la reforma judicial por parte de una mayoría espuria, alcanzada de forma golpista, por los morenistas que decidieron sobrerrepresentarse ilegalmente y despúes comprar los votos que les hicieron falta en el Senado. A este fraude de origen le ha seguido la farsa para la eleboración de las listas por cada Poder y, habida cuenta cuenta que el Poder Judicial se desistió de entregar las que le correpondían, pues ha tenido que entrar en juego la famosa tómbola del Senado para definir el listado faltante.
En las listas hay de todo. Los más “decentes” parecerían ser una multitud de jóvenes trepadores con mínima experiencia para los cargos a los que aspiran pero, eso sí, con la mejor voluntad para desempeñarlos; luego están los que ya formaban parte del Poder Judicial y ahora buscan quedarse en el cargo a través del voto popular, y ahí hay de todo: desde plagiadoras como la ministra Jazmín Esquivel hasta jueces y magistrados absolutamente desprestigiados. Sin embargo, no faltan los que abiertamente son conocidos como delincuentes, con todo y causas penales en su contra, y que ahora quieren “limpiar” su nombre definitivamente.
La presidenta Claudia Sheinbaum presume como un logro que seamos el único país en el mundo que votará para elegir a los integrantes del Poder Judicial. Muchas son las instancias y especialistas internacionales que miran con desaprobación y horror este proceso con el que un partido en el poder terminará por someter y controlar la justicia.
Por lo demás, debe quedar claro que siendo México uno de los países más corruptos del mundo y con buena parte de los estados en manos del crimen organizado, la posibilidad de que de esta elección judicial emerja un poder judicial independiente, honesto y eficaz es absolutamente imposible.
En la peligrosa coyuntura actual, Sheinbaum y su partido tienden a confundir su popularidad con fortaleza. Así lo viene manifestando la Presidenta en diversas oportunidades donde clama que se siente arrropada por el pueblo mexicano para defender a la patria y su soberanía. Toda esta sensiblería patriotera, sin embargo, no va a ser suficiente para enfrentar la embestida del gobierno de Donald Trump contra el T-MEC y los inmigrantes.
La debilidad de un gobierno legítimo en su origen (puesto que sin duda fue electo democráticamente), pero que viene sumando un sinnúmero de ilegalidades conforme se ha empeñado en seguir destruyendo los contrapesos y las instituciones democráticas, será cada vez mayor. Abiertas las puertas de la incertidumbre juríridica, la salida de capitales extranjeros (unos 35 mil millones de pesos en el mes de enero) y los reclamos que vendrán en la ya anticipada renegociación del T-MEC, serán una penosa constante que ninguna popularidad podrá detener.
La farsa de la elección judicial sólo nos puede colocar en la categoría de los países que se denominan coloquialmente como bananeros, aunque el gobierno de Sheinbaum insista en ver como un logro “democrático” este inaudito e infame despropósito.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez