Después de ver Emilia Pérez, me resulta muy complicado entender sus 13 nominaciones al Oscar, no puedo dejar de pensar que obedece más un tema de inclusión que a su calidad cinematográfica. Es eso o la pérdida de prestigio del máximo premio de la Academia, porque hablar de la decadencia del cine, me parecería extremo.
Para contextualizar un poco, la primera parte de “El Señor de los Anillos”, “La comunidad el Anillo”, recibió 13 nominaciones al Oscar -las mismas que Emilia Pérez-. Solo “Titanic”, “Eva al desnudo” y “La la land” la superan, con 14 candidaturas. Eso sí, dudo mucho que el 2 de marzo se les acerque en cuanto a triunfos.
Ya hablando de la película, su problema viene de origen. El propio director Jacques Audiard mencionó que no investigó mucho sobre México, su cultura y la situación que vive debido al narcotráfico; se nota. También dijo que el español es un idioma de países pobres y de migrantes. ¿Pues qué creen? Su película es en español.
Cualquier mexicano es capaz de notar en pocas escenas que no hubo ningún asesor de idioma dentro de la película, los diálogos muchas veces carentes de sentido, palabras forzadas y pobre narrativa, hacen pensar que el guion pudo haber sido una simple traducción del francés vía Google. Las protagonistas, por supuesto, tampoco son mexicanas. Finjamos sorpresa.
La historia, más bien simplona, aborda a un villano – que aunque es un narco, bien podría ser un terrorista, mafioso o lo que tú quieras- que busca redimirse y vivir la vida que siempre quiso, pero ahora en la piel de una mujer tras una reasignación de sexo. Su arco argumental se reduce a “soy malo, me opero y soy bueno, pero al final acabo siendo malo de nuevo”. Todo esto sin una clara explicación de sus motivaciones y en general con una construcción de personaje mediocre .
Aquí sí que podríamos decir que fue una selección casi adecuada de reparto, pues Karla Sofía Gascón -primera mujer trans en recibir una nominación a Mejor Actriz- a priori era perfecta para representar la transición de hombre a la mujer, pero acaba con una actuación plana. De ella, como persona , mejor no hablamos, todos sabemos que acabó siendo un ser humano terrible.
Llegando al final de la película, no puedo dejar de pensar en un estudiante de cine que por ahí de tercer o cuarto semestre hace un cortometraje y utiliza todos los filtros posibles que su programa de edición ofrece, tomas y cortes como entiende, y un guion por sacar la chamba. Al cabo de unos años lo ve y muere de vergüenza.
“Emilia Pérez” representa el riesgo de premiar la falta de rigor y celebrar cualquier producto por el simple hecho de ser “diverso”; reitero, si tienen la oportunidad de verla, desaprovéchenla.