Norberto Alvarado Alegría
Esta semana se celebra el CLIII aniversario de la promulgación de la Constitución Políticas de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917, analizada, discutida, votada, aprobada y promulgada en Santiago de Querétaro, y que fue propuesta del general Venustiano Carranza, originario de Coahuila, al igual que Manuel Ramos Arizpe, Ignacio Zaragoza, Manuel Acuña y Francisco I. Madero.
Desde entonces hasta hoy el Constituyente permanente, que no Poder Reformador se han expedido 271 decretos legislativos que han modificado 824 veces alguno de los 136 artículos que la integran, siendo los únicos sin reforma alguna los artículos 8º, 9º, 23, 39, 47, 50, 64, 68, 80, 86, 118, 126, 128, 132 y 136, y con 9 artículos transitorios originales algunos modificados también.
La primera reforma a la Constitución de 1917 -que en realidad reformaba a la de 1857-, se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 8 de julio de 1921 y la última el 1º de enero de 2025. Cabe señalar que la Mesa Directiva de la LXI Legislatura del Estado de Querétaro ha sido omisa en discutir y votar las últimas reformas constitucionales, ni a favor ni en contra, lo cual demuestra su falta de interés y e cumplimiento de la Constitución, a pesar de ser parte integrante del Constituyente Permanente, ya aún peor de estar presidida por una diputada local de Morena, a la cual ya acusan de falta de operación política o de estar alineada al panismo queretano.
Esta es una clara señal, junto con la falta de trabajo de la JUCOPO y la ausencia del nombramiento de los titulares de los órganos administrativos del Congreso Local, de la pésima Legislatura que está resultando ésta para el período 2024-2027, y que cuenta con un “super diputado 26”, a pesar de ser 25 por disposición constitucional y legal local. Habrá que ver cómo transitan lo que viene en materia judicial, pues la propuesta del PT que chamaqueó a Morena para suscribirla da pena ajena y no sirve.
El sexenio de López Obrador se reformaron 96 artículos constitucionales contra 55 artículos modificados en el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari, y en este período de la presidente Claudia Sheinbaum se han reformado 37 artículos, en apenas poco más de 100 días de gobierno, que de seguir así podrían convertirse en el sexenio de más reformas constitucionales, la gran mayoría si justificación ni técnica legislativa, y que supera a los apenas 31 artículos constitucionales reformados durante todo el sexenio de Vicente Fox.
El concepto de constitución según Ricardo Guastini presente diversos matices, es decir tiene muchos significados. El enuncia seis voces aceptables jurídicamente al concepto: i) Constitución Normativa, ii) Constitución Formal; iii) Constitución Material; iv) Constitución Real; v) Constitución como Ideología; y vi) Constitución como Proceso
El análisis de Guastini subraya la importancia de entender la Constitución no solo como un texto jurídico, sino como un fenómeno complejo que abarca aspectos normativos, políticos, sociales e ideológicos. Este enfoque multidimensional permite una comprensión más profunda de cómo las constituciones funcionan en la práctica y cómo interactúan con el entorno político y social.
Sin embargo, en todas sus propuestas existen como elementos mínimos la pluralidad, el parlamentarismo, los límites al poder y la democracia, y su presencia o ausencia tienen una relación directa con la crisis de valores democráticos que observamos en la actualidad, especialmente en contextos donde la democracia parece estar en retroceso o en crisis de legitimidad, como en México, Estados Unidos, Nicaragua, Venezuela, Cuba, Rusia, España, Alemania, Francia, y otros más.
Ya Max Weber alertaba sobre el riesgo de que, a pesar de una mayor participación de las masas (como el sufragio universal), el poder real permanece en manos de una minoría política o de élites. Hoy, la influencia de grupos económicos, medios de comunicación, y otras elites sobre la política es más evidente que nunca, a menudo generando desafección y desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones democráticas. La sensación de que las decisiones importantes se toman sin una verdadera representación de las mayorías es un factor clave en la crisis de valores democráticos.
En esta afirmación caben tanto en los gobiernos de izquierda o de derecha, sobre todos en aquellos en los que el mesianismo o las falacias que se convierten en historias narradas por una especie de caudillo, se repiten sistemáticamente y luego se reproducen en automático por sus fanáticos o incondicionales, y convierten en autómatas a los grupos de la sociedad, como sucede con Morena.
El pensamiento de Weber sobre la burocratización y la oligarquización de los partidos refleja la creciente complejidad y desconexión de los partidos políticos con las bases, es coincidente con Dieter Nohlen y Angelo Panebianco, y es la tristísima realidad de los partidos y actores políticos de la oposición en el México actual, si es que aún hay algunos vigentes o no alineados.
En la actualidad, muchos partidos han centralizado el poder en unas pocas figuras o estructuras jerárquicas, lo que ha hecho más difícil una verdadera deliberación democrática como el caso de Morena con el populista de AMLO; el demacrado PAN con Jorge Romero, Ricardo Anaya, Marko Cortés y sus padroneros; Movimiento Ciudadano con el eterno Dante Delgado; el casi inexistente PRI con el impresentable de Alito; y el Verde con el par de vividores de Manuel Velasco y Arturo Escobar. En vez de ser espacios de debate y representación plural, muchos congresos y partidos se perciben como entidades burocratizadas que priorizan intereses de grupos de poder en lugar de la sociedad.
Weber consideraba que un parlamento fuerte era esencial para canalizar el debate democrático y la competencia entre diferentes valores e intereses. Sin embargo, en muchos sistemas democráticos actuales, la polarización y el debilitamiento de los congresos parlamentos (por ejemplo, por la influencia de partidos populistas, caudillos, estructuras mediáticas, o el avance de políticas tecnocráticas) han contribuido a que se perciban como ineficaces y desconectados de los problemas reales de la gente. Esto refuerza la idea de que las democracias representativas pueden estar perdiendo su capacidad de realizar un debate político genuino y constructivo.
La crítica a la oligarquización de los partidos es pertinente hoy día, donde los partidos de masas, más que servir a sus bases, han tendido a convertirse en máquinas de poder con disciplina férrea. Ésta es la misión que hoy tienen Luis María Alcaide y Andrés López Beltrán, construir a través de las dádivas y programas de los gobiernos morenistas, una estructura jerárquica que sin duda llevará a la falta de representación genuina, donde los intereses de las élites de Morena y la familia dominante se priorizarán, como ya lo hacen por encima de los de los ciudadanos. La rigidez y la falta de flexibilidad interna de los partidos políticos contribuye a la crisis de confianza en las instituciones democráticas, con la sensación de que la política está dominada por intereses de poder más que por un debate democrático real. En el caso de Morena la representación legal de todo ese partido por ejemplo recae en su presidente nacional y la política en su secretario de organización, que ya sabemos quiénes son.
Los partidos enfrentan dificultades para equilibrar la necesidad de adaptarse a los nuevos desafíos (como la globalización, la digitalización, y las crisis económicas) con la necesidad de mantener un sistema político que sea genuinamente representativo y participativo. Las democracias actuales deben encontrar formas de renovar el debate democrático, garantizar una representación genuina y evitar la concentración de poder en manos de unas pocas élites, para poder enfrentar la crisis de legitimidad que las afecta. Para ello necesitamos recuperar a nuestra Constitución y al Estado.