La diferencia es abismal, casi irónica. Mientras uno vuela alto, tocando el cielo con la punta de sus alas, el otro sigue arrastrándose por el suelo, luchando por encontrar un rumbo. El América, con su tricampeonato histórico, sigue demostrando que está en un nivel distinto al resto. No es solo que gane, es cómo lo hace: con estilo, con calidad, con un fútbol que ilusiona y hace sonreír a sus aficionados.
Por otro lado, las Chivas siguen atrapadas en una espiral de mediocridad que no parece tener fin. La jornada doble de esta semana fue otro claro ejemplo: mientras el América dejaba una impresión de equipo fuerte, compacto y en constante evolución, las Chivas no lograban más que ser una sombra de lo que alguna vez fueron. Los refuerzos, por más nombres que lleguen, no han logrado cambiar la dinámica de un equipo que se arrastra temporada tras temporada, con un fútbol que ya no despierta ni al más fiel de los seguidores.
Y en medio de esta crisis, ocurrió un episodio triste y bochornoso: el entrenador del rebaño, Óscar García, en un acto de desesperación y frustración, intentó agredir a un jugador rival con una patadita barriobajera. Un gesto indigno de cualquier profesional, y mucho más si se trata del técnico de un club que representa más que un simple equipo de fútbol. Es una imagen triste, patética, que no hace más que subrayar la profundidad del problema que vive Chivas: la pérdida de identidad, de respeto, de control.
Las Chivas, con toda su historia y su peso simbólico en el fútbol mexicano, siguen atrapadas en una encrucijada que parece no tener salida. Mientras tanto, el América sigue adelante, no solo dominando, sino demostrando que el fútbol es un deporte que se juega con la cabeza, con el corazón, pero también con la mentalidad ganadora que, por alguna razón, ha eludido a las Chivas en los últimos años.
El fútbol, al final, también es un reflejo de lo que pasa fuera del campo. Y mientras el América se proyecta como una institución sólida, capaz de crecer y reinventarse, las Chivas siguen atrapadas en su historia, como si su grandeza pasada pudiera garantizarles algo en el presente. Pero la realidad es clara: los logros se construyen hoy, con trabajo, con estrategia, con visión. Y en este momento, el América tiene todo eso, mientras que las Chivas continúan sin encontrar la fórmula para volver a ser grandes.
La distancia entre ambos equipos es cada vez más grande, y por más que la historia de Chivas clame por una renovación, el tiempo sigue pasando y la diferencia, en cada temporada, se hace más visible. La pregunta es: ¿cuándo dejarán de arrastrar su grandeza y comenzarán a construirla de nuevo? Porque mientras no lo hagan, seguirán siendo la sombra de un gigante llamado América. Un equipo da pataditas de gol y el otro da pataditas de ahogado… incluso por su entrenador. Así la diferencia.