Norberto Alvarado Alegría
En los largos conflictos ideológico- partidistas se arrastran tantas decisiones fundamentales y las banalizan o las autodenominan de progresistas y necesarias sobre la base de falacias como las del hombre de paja, ad populum, ad baculum y ad ignorantiam entre otras; de descalificaciones personales o de grupo; y, de berrinches disfrazados de transformación, como las que hoy enfrentan Nicaragua, Venezuela, México y Estados Unidos, es difícil deslindar el bien del mal, o mejor dicho lo correcto de lo incorrecto, con unos pocos trazos nítidos, inequívocos, pero con una supuesta base de apoyo integrada por tontos útiles.
Hoy tenemos en Nicaragua un ejemplo claro de ello, con una reforma de más de 100 artículos de su constitución, Daniel Ortega ha hecho copresidenta -sí así como se lee- a su esposa, extendió el mandato presidencial, estableció la relección indefinida y la transmisión dinástica a sus descendientes, eliminó la división de poderes y nombró al Ejecutivo como superior del Legislativo y Judicial, creó una policía paramilitar, y sustituyó la bandera, escudo e himno nacional por los del Frente Sandinista de Liberación Nacional, declarado organización terrorista.
En Venezuela los cambios han sido prácticamente similares, permitiendo a Nicolás Maduro perpetrarse en el poder, robándose las elecciones y sometiendo a los poderes Legislativo y Judicial, al tribunal electoral y militarizando prácticamente la vida civil de los venezolanos.
Apenas hace un par de días, el presidente Donald Trump en su toma de protesta, firmó en medio de un show mediático una docena de decretos u órdenes presidenciales, y otro ciento más por la noche en la Casa Blanca, que cambian la fisonomía de la administración pública norteamericana y que definen el perfil de las relaciones internacionales de este país, al menos con sus principales socios comerciales (México y Canadá), y con su principal rival comercial en el mundo, China. Sin duda otra forma de populismo distinto al Latinoamericano, pero al fin y al cabo populismo.
En México, el gobierno de López Obrador sin duda alguna sentó las bases de este populismo y generó a través de los programas sociales, la banalización, las falacias de su narrativa y la polarización, una granja de tontos útiles, integrada tanto de intelectualoides, como de pseudoperiodistas y sin duda de una masa nulamente crítica, pero asidera a la narrativa maniquea sexenal que sin duda es la gran capacidad del mesías que aún manda desde La Chingada.
Y es que la presidente Claudia Sheimban gobierna pero no manda, es la encarnación de la figura jurídica del “obedézcase pero no se cumpla” propia, típica y endémica de la administración aplicada en las Indias españolas, que nació desde el siglo XIV en las Cortes de Burgos, y que generalizó su uso durante siglos como medio válido para dejar de aplicar aquellas normas que, pese a haber sido promulgadas por autoridad legítima, frecuentemente el Rey, suponían una vulneración de las leyes o fueros propios, normas, usos o costumbres del lugar. De esta manera la autoridad del Rey quedaba salvaguardada, y las normas del lugar, que allí se consideraban justas, seguían rigiendo con validez, pero con nula eficacia, y cualquier parecido a la realidad nacional, en este caso no es mera coincidencia, pues se tradujeron a las frases míticas urbanas de “al diablo las instituciones” y de “yo tengo otros datos”.
Más allá de sus orígenes como partido político hace una década, Morena y su líder mesiánico, sus razones, pero más las sinrazones se entrecruzan y confunden hoy en un pantano donde chapotean juntos el cinismo, la ilegalidad, el heroísmo, el pueblo y el crimen, demasiado empapados de desvergüenza, corrupción, incongruencia y sangre, que los hace fácilmente identificables.
El sexenio pasado se aprobaron 26 reformas constitucionales bajo el falso alegato de poner el segundo piso de la cuarta transformación; en los poco más de 100 días de la nueva presidenta se han aprobado 16 reformas a la Constitución, que han cambiado extremadamente, que no positivamente pero sí populistamente, el marco institucional del país y del sistema democrático, violando Morena su propia Declaración de Principios. Debo aclarar que tampoco se asegura que todas las reformas constitucionales de los sexenios pasados hayan sido convenientes para el país.
Todos los que asistimos a esta prolongada pasarela de 42 reformas -unos críticos, otros tontos útiles-, y que aún no acaban según el propio régimen populista de Morena, sea cual fuere nuestra ideología, si tenemos un mínimo de congruencia cívica, estamos obligados a gritar desde el fondo de nuestra razón: ¡basta ya! Este camino de deconstrucción de la democracia mexicana está plagado de falsa información, ignorancia y sobre todo de confrontación y radicalización, que hiede un poco a lo que puede llegar a ser un antisemitismo entre los propios mexicanos.
Sin embargo, la oposición está perdida, se muerden la lengua para criticar el gobierno con argumentos sólidos y una narrativa congruente, no solo a nivel nacional, sino inclusive en las entidades federativas y Querétaro no es la excepción. También los panistas tienen sus propios monstruos. Sí bien ya ha iniciado ante el INE el proceso de creación de nuevos partidos, no hay figuras relevantes aún.
Por eso casi todos cierran la boca, o se muestran complacientes. Se han convertido en tontos útiles al régimen. El partido Morena de las “libertades” y sus principales figuras (los López, Sheinbaum, Monreal, Noroña y esbirros), que la mayoría de los fanáticos de izquierda y la masa a forme defienden sin entender las causas, auspician el estatismo, la militarización, la violencia y la corrupción, y mecen la cuna de la inseguridad, la pobreza y el autoritarismo en México. Quien manipula ideológicamente sumando a tontos útiles, que supuestamente «defienden al pueblo bueno y sabio”, cuando lo que hacen es avalar un régimen populista que utilizó a la democracia como puerta de entrada, pero que en realidad la aborrece.
Este régimen de la 4T viola todos los derechos humanos bajo el argumento maquiavélico de la Razón de Estado, disfrazado de la razón del pueblo, o de movimientos como el feminismo y el woke. Pero mantiene vigentes a líderes de la corrupción política nacional y del crimen organizado, y apoya a otros internacionalmente como Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua o Díaz-Canel en Cuba.
Y, entre tanto, podemos reflexionar sobre la ligereza con que se utilizan ciertas palabras, cuya gravedad casi inhumana debería vacunarnos contra su uso indebido. Por ejemplo, chairos y fifís, convirtiéndonos en tontos útiles. Es decir, en personas que creen que están luchando por una causa, sin comprender plenamente las consecuencias de sus acciones y que es cínicamente manipulada por los líderes de la causa o por otros actores políticos de cualquier otro movimiento o ideología política generalmente de tendencia extrema, según Ludwig von Mises.
Lo característico del régimen morenista no es que comentan errores, sino que eligen convertir en sus enemigos, a quienes los critican, por ser lo que son y no por haber hecho tal o cual fechoría. En el manifiesto fundacional de Morena (Programa de Acción), figura el aniquilamiento entre otros, de la clase media y crítica, sin atribuir otra falta que existir y ocupar un espacio en la vida productiva y política del país. Es tiempo de quitarnos la venda de los ojos y salir de hato de los tontos útiles.