Nadie sabe en estos momentos cuántas veces se pronunció ayer la palabra Trump en todos los rumbos de la Tierra.
Hasta la saciedad salió de la boca de sus aliados, pero con más insistencia sus adversarios o mejor dicho, todos aquellos cuya presidencia se convirtió desde las once de la mañana de ayer en una potestad decidida –según él–, por Dios.
Es inevitable la similitud con otro iluminado, a la sombra del cual Trump se inviste prácticamente como “Caudillo del mundo, por la gracia de Dios” y el destino manifiesto; es decir, la supremacía como derecho natural.
“…Aquellos que desean detener nuestra causa han intentado quitarme la libertad e incluso la vida. Hace solo unos meses, en un hermoso campo de Pensilvania, la bala de un asesino pasó por mi oreja.
“Pero sentí entonces, y creo aún más ahora, que mi vida fue salvada por una razón. Fui salvado por Dios para hacer a América grande nuevamente. Gracias. Muchas gracias (Dios responde, de nada Donald).
“La edad de oro de Estados Unidos empieza en este momento. Yo colocaré a Estados Unidos primero. Nuestra soberanía se ejercerá nuestra seguridad se garantizará. Una nación orgullosa próspera y libre. Pronto seremos más grandes, fuertes y excepcionales que nunca antes en el pasado.
“Regresarle al pueblo su fe y su democracia. Desde este momento el declive americano se acaba”.
Pero por cuanto hace a México, si bien no hay novedad alguna, no es lo mismo vociferar durante una campaña o una transición, que hacerlo tras el juramento constitucional. Apenas retiró la mano de la Biblia para jurar la defensa de su Constitución, cuando ya había puesto la mano en el revólver, apuntando al sur. Ni más ni menos.
“Primero, declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur. Toda entrada ilegal será detenida de inmediato y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron.
“Reinstauraremos mi política de permanecer en México. Pondré fin a la práctica de capturar y liberar. Y enviaré tropas a la frontera sur para repeler la desastrosa invasión de nuestro país. Bajo las órdenes que firmé hoy, también designaremos a los carteles como organizaciones terroristas extranjeras”.
Y arremetió con furia de embestida:
“…Ahora tenemos un gobierno que no puede gestionar ni siquiera una crisis simple en casa, mientras que al mismo tiempo tropieza con un catálogo continuo de eventos catastróficos en el extranjero.
“No logra proteger a nuestros magníficos ciudadanos estadounidenses que cumplen con la ley, pero brinda santuario y protección a criminales peligrosos, muchos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todo el mundo”.
Pero lo más grave en todo este entorno de agresividad contra México, no son esas palabras. Son estas otras:
“…A cada uno de los paisanos que lleguen a nuestro país (Segob), se les entregará una tarjeta que se llama la Tarjeta Bienestar Paisano, que también tiene dos mil pesos, dinero del que podrán disponer de forma inmediata para cubrir sus gastos en el traslado hacia sus comunidades de origen…(de donde se fueron por necesidad).
“Estamos preparados, México los está esperando con los brazos abiertos, México no se ha olvidado de ustedes, así como estoy segura de que ustedes llevan en su corazón a su tierra (aquí el maestro López Alavez, desde el más allá, les canta su Canción Mixteca)”.
Esta paternal medida podrá ser utilizada por el agresivo señor Trump para decir, si alguien se lo aconseja: el gobierno de México está tan de acuerdo con las deportaciones, que hasta paga por hacerlas.
Trump, no lo olvidemos, puede hacer, o prometer como amago ante el débil, todo lo ya dicho, por una razón: cumple para desventura nuestra con estos requisitos de liderazgo:
Su decisión ante la adversidad, la capacidad de comunicar, la determinación en lograr los objetivos, la seguridad en sí mismo y advertir rápidamente los cambios y la certeza en construir relaciones.