Ariel González
El llamado Segundo Piso de la Cuarta Transformación es, hasta ahora, la segunda parte –bastante calcada– de un proyecto que descansa fundamentalmente en el clientelismo, la mentira y la propaganda. A la Presidenta Sheinbaum le molesta sobremanera que se diga que no es ella quien gobierna, pero a diario ofrece nuevas pruebas a sus adversarios que demuestran cómo sigue los pasos, deseos e instrucciones del patriarca tabasqueño que, efectivamente, no ha dejado la Presidencia.
Para no ir más lejos, el multitudinario acto del domingo pasado en el Zócalo fue un intento por reproducir aquel otro donde en 2019 a cien días de su mandato el líder máximo, fundador de Morena y “mejor presidente de la historia de México” según la propia Sheinbaum, se plantó ante la nación para mostrar sus muy cuestionados logros: destrucción del proyecto del nuevo aeropuerto capitalino, fin de las estancias infantiles, desabasto de combustibles y un largo etcétera que él creyó coronar con una frase para la historia: “Nunca jamás claudicaré, antes muerto que traidor”.
Salvo unos cuantos giros impuestos por la terca realidad –particularmente en materia de seguridad– la Presidenta Sheinbaum se ha encargado de repetir uno a uno todos los rituales, gestos y símbolos con los que se cubrió de gloria el exmandatario a lo largo de su gestión. Y para colmo, la reivindicación de la continuidad, por la que efectivamente millones de mexicanos dieron su voto, apenas si hace falta: las farmacias del sistema de salud siguen sin medicamentos, la violencia a todo lo que da, el endeudamiento sigue creciendo, el deterioro escolar se produndiza… Tiene razón cuando dice: “Anhelan que yo rompa con el presidente (sic.) López Obrador, pues se van a quedar con las ganas… ¿Cómo? Si luchamos juntos toda la vida, si eso fue lo que me comprometí con el pueblo; así es mi convicción, darle continuidad a una transformación que inició en diciembre del 2018”.
No hay mensaje nuevo ni tampoco medios nuevos para comunicarlo. Ha repetido el esquema de la “mañanera del pueblo” y era previsible que también haría de sus primeros 100 días de gobierno el mejor pretexto para movilizar a cientos de miles de acarreados que mostraran la “fuerte” complexión de su gobierno de cara a lo que venga. Y creyó necesaria una movilización inmensa para decir que “no vamos a regresar al modelo neoliberal; no vamos a regresar al régimen de corrupción y de privilegios, no dejaremos que regrese la decadencia del pasado, donde se gobernaba para unos cuantos. Vamos a seguir con el humanismo mexicano y con la máxima de por el bien de todos, primero los pobres”.
Pero como todo esto ya se ha dicho hasta el cansancio, la mayoría de los medios destacó al día siguiente como su prinicipal titular las palabras dedicadas al vecino del norte: “nos coordinamos, colaboramos, pero nunca nos subordinamos”.
Ahí llamó la atención que destacara la colaboración que hubo en el primer periodo del presidente Donald Trump con el expresidente López Obrador y la pusiera al nivel de la buena relación que tuvieron Benito Juárez y Abraham Lincoln, así como la de Franklin Delano Roosevelt con Lázaro Cárdenas. Muy conmovedor el símil histórico que estableció, pero dudo mucho que en Mar-a-Lago haya sido recibido con algo más que una risotada.
Un mensaje por cadena nacional habría sido suficiente, pero la debilidad que presiente y siente la Primera Mandataria ante las tormentas por venir la convencieron de realizar una concentración masiva cuyo costo nunca conoceremos: no hay transparencia en Morena, ni INE que la reclame; y la cartera de los líderes sindicales está tan llena y sigue siendo tan generosa como en los mejores años del priismo, díganlo si no los dirigentes petroleros y magisteriales con sus enormes contingentes desplegados para apoyar a la Presidenta.
Huelga decir que el balance de los primeros cien días es, en la perspectiva de la 4T, simplemente maravilloso. Todo marcha sobre ruedas y la mejor prueba de ello es la enorme popularidad de Sheinbaum que crece día a día. ¿Puede el pueblo bueno estar equivocado? Jamás. Y luego de confirmar esta gran verdad con las masas reunidas en el Zócalo, la Presidenta ha acudido con los empresarios reunidos ayer en el Museo de Antropología para presentarles el Plan México, que tiene por objetivo “seguir haciendo de México el mejor país del mundo”, faltaba más.
El plan parece ser el siguiente: en los próximos seis años no seremos democráticos, no tendremos un poder judicial o un INE confiables, ni transparencia o instituciones que velen por regulaciones justas ni por la libre competencia, pero tendremos, cómo no, 100 mil millones de dólares anuales en inversión extranjera, reduciremos las importaciones, impulsaremos el desarrollo de vacunas hechas en México (piénsese en la Patria), tendremos 150 mil nuevos profesionistas y técnicos y pasaremos a ser la décima economía mundial. Se trata, como puede verse, de un plan “bastante aterrizado”, como lo dijo la Presidenta.
Así, a poco más de cien días de iniciado, el gobierno de Sheinbaum demuestra ser consistente como segunda parte de una cuarta transformación que siempre ha tenido en alta estima las concentraciones masivas y los planes más ambiciosos. Lástima que nunca ha habido buenas segundas partes y menos aún cuando, de hecho, estamos por recibir la factura de la primera junto con unos cobros muy abusivos del vecino del norte.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez