Yazmín Esquivel no pudo escapar del escándalo sobre el plagio de su tesis hace dos años para contender por la presidencia de la Suprema Corte, pero su perseverancia, alimentada por su ambición, concluyó este lunes con un fallo definitivo que impedirá que el Comité de Ética de la UNAM, que analizó si la tesis con la que se tituló en 1987 había sido plagiada, publique sus conclusiones. Asegurada que no enfrentará ninguna situación incómoda, correrá hacia la presidencia de la Suprema Corte cuando se instale el Poder Judicial del nuevo régimen. Lograrlo es otro tema, porque ella no es a quien quiere el obradorismo.
Esquivel, por lo pronto, se salió con la suya. Sus argumentos ante los tribunales de la Ciudad de México fueron más convincentes que los esgrimidos por los abogados de la UNAM. La institución admitió el fallo y aseguró que lo respetará, pero consideró la decisión del Quinto Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito, como “una interferencia flagrante e inadmisible a la autonomía y la legislación universitarias”, que constituye, además, “un atentado a la libertad de expresión y el derecho a saber de la comunidad universitaria y de la sociedad en general”.
La controversia pública estalló el 21 de diciembre de hace dos años, cuando el escritor Guillermo Sheridan reveló que la ministra Esquivel, que aspiraba presidir la Suprema Corte de Justicia, había plagiado su tesis de licenciatura. El hallazgo la descarriló, pero inició un largo camino para limpiar su imagen que, al final, no pudo. Pidió el apoyo al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, que obtuvo de manera limitada y sin que le alcanzara a sus fines.
Pero cuando el Comité de Ética de la UNAM, la institución que le otorgó el título, inició una investigación para determinar si en efecto había plagiado su tesis, logró mediante una hábil argucia legal que un tribunal colegiado impidiera la difusión de sus conclusiones. La UNAM fue acallada y la conclusión de su análisis, en junio del año pasado, nunca se filtró. El fallo judicial de este lunes permitirá que quede sin efecto en forma definitiva el procedimiento universitario.
Los tribunales nunca estudiaron el fondo, si plagió o no la tesis, porque de eso no trataba el recurso que introdujo la ministra. Esta discusión se mantiene viva y existen evidencias sólidas de que, en efecto, Esquivel copió la tesis del abogado Édgar Ulises Báez, entregada en julio de 1986, 14 meses antes que lo hiciera la ministra. Esquivel ha sostenido desde entonces que es un infundio y que no copió nada, pero desde hace casi dos años, la UNAM informó que su tesis tenía “un alto contenido de coincidencia” con el del entonces pasante.
La lucha de Esquivel fue tenaz. El escándalo la inhabilitó para contender por la presidencia de la Suprema Corte, y votó por Norma Piña como una forma de venganza contra el entonces presidente del tribunal, Arturo Zaldívar, al que siempre responsabilizó de la filtración de su tesis. El candidato de Zaldívar se quedó a la orilla del camino, pero el ministro que hoy es un funcionario de la Presidencia, fue el arquitecto principal de la reforma al Poder Judicial que la ministra siempre respaldó.
La búsqueda de la presidencia de la Suprema Corte bajo del nuevo arreglo, es el objetivo de Esquivel, que se embarcó en una campaña abierta -como la también ministra Lenia Batres-, para el cargo. La lucha entre la “ministra del pueblo”, como se autodefine Batres, y la “ministra de la transformación”, como le gusta a Esquivel que la llamen, ha generado molestia en Palacio Nacional, donde la presidenta Claudia Sheinbaum les ha enviado mensajes de que se moderen y no violenten los procedimientos legales para la promoción de quienes aspiren a ser juzgadores.
No le han hecho caso. Las cuerdas de la sucesión en la Suprema Corte no pasan por el Zócalo, sino por las oficinas del secretario de Organización de Morena, Andrés López Beltrán, que ya le dijo a Esquivel que la candidata del obradorismo es Batres, y del ISSSTE, donde su hermano Martí -en otro de los argumentos del hijo del expresidente-, movilizará a las tropas morenas para que la respalden.
Esquivel ha prestado oídos sordos y está buscando capitalizar el fallo judicial del lunes. Rápidamente sacó un comunicado de prensa difundido en redes en tercera persona donde dice de manera tramposa que el tribunal había reconocido la autoría de su tesis, conclusión a la que también había llegado la UNAM. Lo que dijo en ese momento la institución es que en ese momento ella cumplió con todos los requisitos para su titulación y que no había un procedimiento previsto en la legislación universitaria para anular su título profesional.
Tampoco había, omitió en su defensa, sistemas y mecanismos para poder determinar si había plagios en las tesis. Para conocerse de esta violación y falta de ética se requería que hubiera denuncia. El abogado Báez nunca la denunció y la directora de su tesis, Martha Rodríguez fue despedida de la UNAM tras el escándalo. En el comunicado de marras se afirma que Esquivel fue “injustamente difamada” por las anteriores autoridades universitarias, refiriéndose al exrector Enrique Graue, a quien le enderezó una campaña de desprestigio en la prensa por presunta corrupción.
La imputación de plagio de la tesis se mantiene. Una primera revisión que hizo la UNAM casi de inmediato utilizando el software iThenticate, que no existía cuando se tituló Esquivel, más de un 90% de coincidencia con la tesis de Báez, quien reiteradamente le dijo a un reportero de Eje Central que la tesis era suya. La creencia que Esquivel era una plagiadora se dio en el ínterin de la polémica con la UNAM, cuando el diario El País reveló que copió cerca del 40% de su tesis de doctorado.
La sombra de plagiadora va a perseguir a Esquivel por todos lados, pero tiene una gran posibilidad de acallar a quienes dudan de su integridad: que pida al Comité de Ética de la UNAM que dé a conocer sus conclusiones. Si está tan segura de que no plagió, no tiene qué temer.
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