¿Cuántos de nosotros tenemos al menos a una persona en nuestra familia que, durante nuestros primeros años de vida, emigró a los Estados Unidos y desde entonces le hemos visto muy poco o incluso no le volvimos a ver? Esta es una realidad por la que muchas de las familias pasan en nuestro país. Según la Encuesta de la Comunidad Estadounidense, en datos publicados hasta 2022, existían en Estados Unidos casi 38 millones de habitantes de origen o ascendencia mexicana. Si comparamos esta cifra con los 126 millones de mexicanos, publicados por el INEGI para el mismo periodo, hablamos de que un equivalente al 30% de la población mexicana se encontraba radicando en Estados Unidos.
El origen del fenómeno migratorio puede ser atribuido a múltiples causas: economía, marginación, oportunidades laborales, seguridad, entre muchas otras. Sin duda, la constante es la búsqueda de una mejor calidad de vida para el desarrollo de cada migrante y sus familias.
Las personas que migran se enfrentan a diversas circunstancias que pueden considerarse desafíos. En la medida que sortean cada uno de ellos van encontrando un sentido de pertenencia y un mejor desarrollo en su nueva residencia. Solo para darnos una idea, los retos que enfrenta una persona migrante pudieran considerarse multidimensionales, iniciando con los requisitos legales que se deben de cumplir para cambiar de residencia a un nuevo país, las barreras de lenguaje, comunicación y choques culturales, pasando por el acceso a servicios básicos, la oferta laboral y condiciones de esta, y llegando a situaciones de discriminación, xenofobia y condiciones emocionales agravadas propias del contexto de cada persona. Todo esto indica situaciones que, en muchas ocasiones, las personas que salen de sus lugares de origen persiguiendo un sueño sobrellevan día con día sin comentarlo con nadie.
Precisamente teniendo esto en mente y atendiendo la invitación de la asociación civil binacional Fuerza Migrante, acudimos por parte de la Universidad Autónoma de Querétaro a la 1er. Conferencia Binacional de Jóvenes Mexico-Americanos en Washington DC, con el objetivo de recopilar testimonios y orientar las acciones de internacionalización de la Universidad hacia una comunidad con la que históricamente hemos estado en deuda. A lolargo de tres días de trabajo, tuvimos la oportunidad de colaborar con varios sectores; por ejemplo, en el sector educativo con la Asociación de Estudiantes Mexicanos de la Georgetown University, con el Instituto México del Wilson Center y con el Centro de Estudios Latinoamericanos de la American University.
Este importante evento reunió a expertos emprendedores, líderes empresariales, profesores condecorados, actores políticos, representantes de la sociedad civil y de instituciones educativas diversas, así como jóvenes entusiastas, todos ellos, encargados de la atención directa o indirecta, o involucrados en las necesidades de la población migrante en ambos países, donde a lo largo de las jornadas se expusieron distintos puntos de vista y experiencias que, gracias a la retroalimentación de los demás compañeros, fueron transformándose en una agenda de trabajo.
Al platicar con los connacionales que se encuentran radicando en los Estados Unidos, una constante fue la famosa frase contenida en la canción “Alfonsina y el mar” de Ramón Ortega: “No soy de aquí ni soy de allá” y es que, si nos ponemos a pensar en el contexto de las personas migrantes, la canción atina perfectamente con el sentimiento que ésta misma describe: un sentimiento de no pertenencia, de no tener un lugar fijo, la carencia de un vínculo lo suficientemente fuerte como para sentirse parte de ese nuevo lugar, y, a la vez, que no es tan débil como para pasar desapercibido.
Si reflexionamos al respecto, existen familias e incluso localidades completas en Mexico cuyo ingreso primordial son las remesas que los familiares que emigraron envían a su lugar de origen. Sin embargo, quienes envían estos recursos, muchas veces no se encuentran en condiciones de conseguir la ciudadanía o residencia de aquel país; e incluso, aún teniendo la ciudadanía se enfrentan a otras barreras como las que comentamos en párrafos anteriores. Si a esto le sumamos que tampoco forman parte de las decisiones que se toman en nuestro país debido a la falta de estrategias para incluirles, podemos entender el por qué se sienten tan identificados con tan memorable frase.
Ahora bien, a lo largo de dicho evento, entre los puntos de vista y experienciasvertidas, es importante resaltar la gran colaboración y retroalimentación que se logró, donde después de diversas participaciones muy nutridas y oportunas, se logró un primer acercamiento a un cambio. Un cambio que inicia gradualmente con la persecución de objetivos específicos en una agenda común y que esperamos cada día encamine más a respetar y honrar las diferencias y la diversidad que existe en nuestra comunidad migrante y, que precisamente esta comunidad, comience a identificarse con la frase: Si, soy de aquí y también soy de allá.
M.C.E. Manuel David Vaca Tello, Director Administrativo de Rectoría