Corría el año de 1730 en la bella ciudad de violáceos atardeceres, los pájaros trinan en parvadas de emoción al observar el azul del cielo que se goza de un aire fresco que reposa en el largo camino del pueblo viejo, también conocido como la Cañada, por su escarpada veta de canteras de un rosa excepcional.
Justo ahí donde termina el antiguo camino, entre dos grandes montañas se vislumbran apenas cuatro pequeños arcos de lo que será ¡La gran arquería queretana! De seguro tendrá un nombre, pero aún el Marqués de la Villa del Villar del Águila no sabe cuál ponerle. De comienzo el proyecto se llama ¡Arcada del San Gremal! Por el hermoso cerro que corona con su cúspide el Colegio de Propaganda Fide de los hermanos franciscanos o tal vez se le llame ¡Arcada de San Pedro y San Pablo! Cómo se le denominó a la gran tubería que nutrirá este colosal canal ¡El menester no es cómo se llame por el momento! Toda la atención está puesta en la gran obra de levantar los pilones que sostendrán el gran canal.
Los hombres que trabajan estos menesteres son los nativos de diferentes poblaciones que rodean los áridos valles de por allá en lo que se llama Ma´hando. Este terruño protege de los pueblos nativos como los jonaces, pames y chichimecas, que a reserva de los frailes que son grandes conciliadores de conflictos ¡Se sabe son quienes cargarán los grandes peñascos para la construcción de los pilotes base!
¡Ningún peninsular arraigado se hace por la mano de trabajo! Ellos solo esperan que el Marqués de la Villa del Villar, quien ni siquiera habla el castellano, sea quien lleve el total de la obra. Los peninsulares, pocos de verdad, en comparación con las grandes ciudades como el territorio de Nueva Valladolid y Nueva Galicia se hacen de la vista gorda ¡Por si fuera poco! El cabildo no ha reunido la cifra que les tocará poner el finalizar la obra.
Por la comidilla de la ciudad se cuenta que el Marqués realiza la obra por un amorío apasionado con una religiosa hermana consagrada de nombre Sor Ana quien pertenece a la orden de las hermanas de Santa Rosa de Viterbo ¡Nada más lejano a la realidad! La obra se lleva a cabo para el beneficio de toda la ciudad, pero hay un motivo relevante, la esposa del Marqués lleva ya dos años viviendo en esta ciudad, dentro del convento para preparar a esposas de las hermanas Capuchinas que pertenecen a la orden de los franciscanos, ahí realiza sus prácticas y estudios del cómo ser una esposa.
Se les enseña el arte de la cocina, bordados, conserva de alimentos, corte y confección de prendas de la familia, así como modales, manuales de la buena costumbre, cuidado de los hijos, sana moral religiosa y costumbres del tálamo nupcial, dentro de otras actividades. Ella de solo trece años y el Marqués de la Villa del Villar del Águila de 28 reserva para la convivencia marital algunos años aún ¡Aunque ya son esposos! Así se estila, ellas se preparan para ser las mejores esposas, Beatriz obtendrá el título de “Marquesa de la Villa del Villar del Águila, dando descendencia al esposo para el siguiente marqués por varón, en caso de ser mujer o no tener hijo varón contiguo ¡El marquesado completo pasará al primer varón hijo de hermana o hermano del marqués! Así lo obtiene el propio Juan Antonio de Urrutia y Arana de su tío, el segundo marqués de la Villa del Villar.
El Marqués se impacienta porque el agua aún no llega a esta ciudad, a pesar de que la obra tendrá múltiples beneficios ¡Le llevará más de diez años construirlo! Es un tiempo en el cual muchas cosas pueden suceder ¡Están pasando!
Ocurre que en la construcción del quinto arco no avanzan de ese pilote, una y otra vez se vuelven a destruirlo al no quedar alineado hacia las varas de distancia que se necesitan ¡Si continúa la desviada empinada alineando al camino puede que se desvíe algún palmo! Pero al paso de los demás arcos se corre el riesgo de que ya se convierta en un codo de desviación.
A parte ocurre un hecho singular que se ha informado al señor Marqués, por extra de la alineación de la gran arcada, como los hombres que trabajan pames, jonaces y chichimecas son de creencias acerca de que sus dioses son la naturaleza, árboles, pájaros y en especial las peñas y rocas, una vez traen alguna que sean de tamaño grande ¡Todos se hincan en señal de respeto! Nadie más vuelve a tocar esa roca una vez son reconocidas que vienen del gran Ma´hando, las adoran, prenden velas en su rededor, además de hacer sacrificios de animales derramando sangre en ellas.
¡Blasfemia!
Desde hace muchos lustros detrás se ha prohibido, con pena de cárcel e inclusive pena capital ¡La adoración a objetos y ritos ancestrales! En la construcción de la gran arcada que servirá de soporte del canal principal de distribución de agua a la ciudad no se puede permitir este tipo de atribulaciones ¡El Santo Oficio puede enterarse y parar la obra! Así que el Marqués pronto hace de comenzar a llamar la atención a sus frailes constructores.
Los reúne en su gran casona que también apenas está en construcción, allá por la calle de la gran muralla que rodea el conjunto franciscano. El primero en ser llamado es fray Antonio, un joven maestro de obra de grandes cualidades, de firme compostura, pero de un carácter afable, él se encarga de que todos los trabajadores realicen su trabajo sin demora, es quien cuenta los tiempos para la colocación de materiales ¡De él depende el caminar correcto de cada día!
El segundo hermano a ser llamado es fray Crispín, un rechoncho encargado de las comidas y los ranchos de los trabajadores, cierto que la comida principal son nopales, frijoles y lentejas, no sobra decir que los consiente en ocasiones con algunos cervatillos enterrados y ovejas en potaje de cebolla. Él es quien mantiene a los hombres con la panza llena para mejorar su trabajo.
El tercero en turno es fray Damián, un sabio y listo hermano que su labor es de lo más importante ¡Es quien paga los menesteres del trabajo! Se encarga de que todos quienes lleguen reciban su paga por la labor realizada, si no trabaja no se le paga, así que es importante que estos tres hermanos frailes vayan de la mano para que la gran arcada continúe su camino sobre lo planeado.
Se juntaron en el cuarto de recepciones del Marqués, que goza de un esplendor como un castillo de la Europa de la edad media, el título nobiliario Villar del Águila del que goza, es descendiente de muchos lustros de fruto y aventura, desde cofradías en los años de la invasión de los infieles moros, hasta los viajes por el medio oriente en la comercialización de sedas y especias, cuando llegaron los primeros comerciantes a estas tierras de ultramarinos destacaron por su riqueza y abolengo, dejando claro que su pertinaz presencia es para levantar una Nueva España, diferente, con mejor espacio y distribución de haciendas productivas, por ello visitar esta ciudad de la Puerta de Tierra Adentro ¡Regalarles un canal de estas dimensiones! Es de verdad para agradecerle.
¡Extra que su amada marquesa Beatriz lo solicitó! Se conocen por estas tierras algunos nobles que también tienen a sus esposas en esos colegios capuchinos de menesteres como esposas ¡No dan un doblón de beneficio!
El Marqués es de complexión liviana, en estatura promedio ¡Le corona un tricornio a la usanza francesa! Sus ropajes distinguen el porte, no habla el idioma de estas tierras y eso que lleva ya varios lustros viviendo ¡Se hace traducir por un noble y fiel escudero que le acompaña! Algunos amigos cercanos al Marqués – pocos de verdad- mencionan que sí comprende y habla ¡Pero que no gusta de comunicarse con las personas! Es más bien tímido, de buenas ideas.
Se acercó a servirles un té de carrasca de limón endulzado con miel de mezcal, acompañado de unas galletas de anís con nuez.
-Decídeme hermanos ¿Cómo va la obra? Veo que ya llevamos ocho semanas de no avanzar del quinto arco ¿Está todo en compostura y orden? Espero no sean los trabajadores, de ser así dignarme sus mercedes a considerar traer nuevos trabajadores – en un perfecto latín hizo la pregunta-.
Quien contestó fue el fray Damián, quien a experiencia, tenor y sabiduría ¡También es el maestro de obra! – Mi señor Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien nos honra con su presencia y excelsitud al realizar esta magnánime obra tenemos ya varias semanas de que nuestros trabajadores realizan algunos menesteres que no me gustaría explicarlos con la debida atención de nuestros frailes dominicos ¡Ellos son los expertos!
-Esperad hermano ¿Me decís que continúan los ritos y soberanes de los nativos? – ¡Sí mi señor! Así es – Pero ¿Qué no dejamos en buena lid claro que si lo continuaban haciendo iba a haber castigo corporal? Aún pienso si es buena idea ¿No redujeron los ritos?
– ¡Sí mi señor Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien nos honra con su presencia y excelsitud al realizar esta magnánime obra – contestó fray Antonio – cabe decirle que una vez se construye el quinto arco ¡Reconocen que la roca es de la deidad a que ellos adoran! Destruyen lo levantado y tratan de suplirla con otra ¡Así en varias ocasiones mi señor!
– ¿Es razón a la verdad fray Damián esta conducta? – no me atrevo mi señor Marqués de la Villa del Villar del Águila … – ¡Ya paren con el protocolo! Atiendo su posición, pero por Dios nos pasaremos toda la tarde con esa cantaleta – molesto el Marqués de que siempre se le salude con la excelsitud de su renombre – ¡Perdonad mi señor no estamos acostumbrados a no reverenciarlo – ¡Pues acostúmbrese pronto! – ¡Sí mi señor! … perdón… La conclusión a la que llegan mis hermanos es porque hemos visto que para ellos la importancia de los monolitos mayores ¡No los pequeños! Los que rebasan ciertas magnitudes son a quienes les realizan el rito – ¿Lo hacen todos hermanos? – preguntó el Marqués… – ¡No mi señor! Solo los de las tribus del gran Tolimán, los jonaces como se les hace llamar – ¿Los demás? – volvió a cuestionar – No mi señor los demás no lo hacen.
El Marqués estuvo pensando un poco mientras disfrutaba de una ligera y elegante copa de jerez de finos brillantes y aromas de ciruela – Mirad hermanos – les volvió a dirigir – Hagamos lo siguiente: Poned a los pames a que carguen los grandes monolitos de base y a los jonaces, los subirán a los andamios a terminar los vaciados de argamasa, con esto evitaremos estén cerca de los cimientos de pilones, con ello evitamos realicen sus ritos – ¡Admirados quedaron todos de la gran solución! Se despidieron y continuaron los trabajos de la construcción de la gran arcada.
Al paso del tiempo, cuando ya se debiera de ir aproximadamente en el arco treinta y tres ¡Nuevamente se paró la construcción! Los frailes fueron citados en la casa del Marqués, la cual ya casi está terminada, los llevaron a la presencia y fueron cuestionados – ¿Acaso hermanos no teníamos ya resuelto este tema de lo pames y jonaces? – esgrimió la pregunta mientras revisa el proyecto arquitectónico de los frailes constructores y la bitácora del día, por lo cual sabe de primera mano que no coinciden – ¡Sí mi señor! Estamos teniendo retrasos de cuenta nueva- respondió fray Damián – ¿El motivo? – reviró el Marqués.
Entre ellos se comenzaron a mirar – ¡Anda decidme! Vale más que lo mencionen ¿Acaso hay problemas con estos indios jonaces? Pronto podremos cambiarlos, traernos a estos nahuas que son buena mano de obra, aparte de obedientes y fieles cristianos – ¡No mi señor ellos ya trabajan bien! Es algo que declina nos considere su excelsa insanos de nuestras mentes – ¡Me espantáis! ¿Acaso es algo del demonio? – ¡No señor! – ¡Exijo explicación! – amenaza el Marqués ya molesto.
¡Una mujer viene a platicar con los trabajadores! – ¿Una mujer has dicho? – interrumpió – Les habla de cosas acerca de que su hijo hace cosas maravillosas ¡Los distrae! Cada cuarta de labor la señora trae agua, comida y platica de algunas cosas que su hijo hace – ¿Ha dicho quién es su hijo? – volvió a preguntar el Marqués – ¡A ellos les dice que se llama el hermano sol! – ¿Hermano sol? Pero vaya que estupidez, a ver mis hermanos ¿No os estáis tratando de burlar de mi inteligencia? – ¡Jamás nos atreveríamos! Eso es lo que está pasando… – Mirad hoy es la tercera de la semana, seguro mañana estará por los trabajos de la gran arcada ¡Mer cercioraré yo mismo! Ahí nos veremos.
Al día siguiente tal cual como los frailes lo habían dicho ¡Una señora de hermosas vestiduras albas y celestes les sirve de comer! Su rostro es bello, nada tardo el señor Marqués al llegar se hizo saber de su presencia, sin perder el tono a elegante compostura – como fue enseñado- le preguntó:
– ¿De dónde vienes hermosa mujer? Tus vestiduras son de la zona del desierto, he visto tus ropajes en nuestros invasores moros. – ¿Tus ojos no me recuerdan niño Juan Antonio? – respondió la mujer en un tono suave y delicado – ¡No mujer no te conozco! – confundido el Marqués trata de recordar – ¡No te acuerdas, pero yo de ti sí! Cada día cuando eras niño en tu natal valle del Llantero en Álava me cantabas canciones – ¡Eso es imposible mujer tendrías la edad de mi madre! – Solo quiero decirte que es noble de tu parte hacer este gran canal! A la gloria de las personas que les otorgas este beneficio, solo tengo un favor que atreverme a pedirte – El Marqués por alguna razón que no sabe ¡Le lloran sus ojos! Su corazón ha sido tocado… ¡Es verdad le recuerda! -Decidme bella señora, hincado ya le habla ¡Soy tu siervo! -Solo os pido que esta gran arcada ¡Que ya no se detendrá en su construcción ni un día más! La nombres a merced y beneficio ¡Si lo haces! Jamás vendrá calamidad alguna a estas tierras – ¿Cómo os deseas que se llame mi señora? –¡Santa María de las hermanas Capuchinas! Que son quienes inspiran a tu obra – ¡Así lo haré hermosa mujer! Tendrás mi palabra.
¡El Marqués no supo si fue verdad o simplemente un sueño! Los frailes aseguran que de pronto lo vieron hablando solo, hincado elevaba sus brazos hacia el cielo ¡Cómo si de una visión se tratara! A partir de ese momento la gran arcada tuvo nombre ¡Así se estableció en el padrón de acueductos del principal de la Ciudad de México!
Para constar, observa peregrino que visitas esta ciudad, en el quinto arco de este canal está grabada una cruz que mandó colocar el Marqués ¡Por prodigio de tan insigne solicitud!