1.- Cuando Claudia Sheinbaum llegó al gobierno de la ciudad de México como la primera mujer electa para administrar la gran capital, inició su gestión con una satisfacción al pasado: ordenó desaparecer el cuerpo de granaderos como exigían los integrantes del Consejo Nacional de Huelga de 1968 de aquel movimiento sofocado a tiros en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
Refiere la hoy titular del Ejecutivo:
“…He dicho en otras ocasiones que soy hija del 68: mi madre participó en ese movimiento estudiantil, era profesora del Instituto Politécnico Nacional, ella participó durante todo el movimiento como profesora ayudando a los estudiantes…”
Por tanto, ofrece disculpas en nombre del Estado por aquellos hechos y aquellas muertes y aquel dolor.
Pero si el sexenio comienza con esta mirada a la sanación de heridas pretéritas (si las simbólicas disculpas pudieran sanar algo), hay hechos recientes cuya gravedad (una vez más) nos debe hacer reflexionar sobre el papel de los militares en la vida civil.
Obviamente este debate, ahora inútil ante los decretos publicados en los estertores del gobierno anterior, para la asimilación de la Guardia Nacional por el Ejército seguirá sin embargo por muchos años, sobre todo cuando ocurren desgracias como esta en Chiapas, derivadas de la distinta e incompatible naturaleza de la policía y la milicia.
“(Sedena). – Integrantes del Ejército Mexicano al efectuar reconocimientos terrestres, detectaron un vehículo tipo ‘pick-up’ que iba a alta velocidad, mismo que al ver al personal militar se evadió…” El resultado: seis migrantes muertos a bala por los soldados.
Como en tiempos lejanos. ¡Uste jusile y después virigüe!
“Es un hecho lamentable (CSP) y tiene que ser investigado y sancionado. Los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional que dispararon ya están puestos a disposición de la Fiscalía General de la República (FGR) y es la Fiscalía la que tiene que hacer la investigación de cómo ocurrieron los hechos, las responsabilidades, si hay responsabilidad adicional de mandos o solamente de los soldados que dispararon”.
–PERTINENCIA–
2.- En los últimos días del gobierno pasado, Pemex hizo una nueva adquisición cuya importancia pasó desaparecida en el cúmulo de información de las semanas recientes, plenas de trastornos violentos y mortales en Sinaloa; la catástrofe en Acapulco y una larga despedida a marchas forzadas del anterior presidente.
Sin embargo, a la luz de los compromisos anunciados por la presidenta Claudia Sheinbaum en su largo listado de propósitos, especialmente en cuanto al futuro de la empresa energética nacional, valdría la pena observar esta información en torno de la compra de la Terminal de Monterra, con un costo cercano a los 320 millones de dólares.
Esa operación, autorizada por la Comisión Reguladora de Energía (CRE) –se debe reconocer–, permite preguntar seriamente sobre la viabilidad financiera de la paraestatal y la pertinencia de su estrategia en medio de una situación económica muy comprometida.
Como todos sabemos (y padecemos, porque es dinero público), Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo, con pasivos por encima de los 110 mil millones de dólares.
La empresa depende casi por completo de inyecciones de capital por parte del gobierno federal y de un alivio fiscal significativo para seguir operando, aunque algunos ven impagable la deuda. En este contexto, es imposible no preguntarse: ¿es prudente aventurarse en adquisiciones multimillonarias cuando su propia existencia cuelga de un hilo?
Las adquisiciones en infraestructura, como la de esta terminal de almacenamiento, suelen justificarse como inversiones estratégicas para fortalecer el control sobre el suministro de combustibles.
Sin embargo, esta compra llega en un momento cuya coyuntura haría más necesaria la firme estrategia de saneamiento financiero y una mayor eficiencia operativa, en lugar de exponerse a mayores riesgos financieros.
La deuda continúa creciendo, mientras su producción mantiene el decremento. Sus proyectos mayores, como la Refinería “Olmeca” en Dos Bocas, han generado muchas dudas por encima de las pocas certezas.
Por otra parte, en fondo de esta inversión también hay sombras. No se puede pasar por alto que Monterra reclamó daños por 666 millones de dólares al gobierno mexicano tras el cierre arbitrario de su terminal en 2022. Además, la concentración del mercado por parte de Pemex en el almacenamiento de combustibles plantea problemas de competencia y monopolio.
La pregunta clave es: ¿se están protegiendo realmente los intereses de la nación? Mientras el gobierno y Pemex continúan con esta estrategia de expansión, la paraestatal se tambalea bajo el peso de su deuda y de una estructura financiera insostenible.
El futuro de Pemex depende de decisiones inteligentes y medidas drásticas para mejorar su rentabilidad. Sin embargo, este afán expansivo sin cautela ni oportunidad solo agrava su precaria situación y refleja una falta de coherencia en la planificación.
Al menos así era hasta hace unos días.
Hoy el nuevo director, Víctor Rodríguez, quien apenas llegó ayer al cargo, tendrá oportunidad de conocer profundamente esta estrategia y otros cientos de problemas urgentes en la administración de ese mastodonte moribundo llamado Petróleos Mexicanos, alguna vez sostén fundamental de la economía nacional. –0–