A través de su obra pictórica y gráfica, el artista plástico Víctor López narra la historia de sus ancestros y las diversas cosmovisiones que han definido el pensamiento humano. Sus piezas muestran pinceladas y surcos que rememoran momentos de melancolía, reflexiones, añoranzas y recuerdos de un ayer que se compaginan con la vivencia del presente, en un proceso continuo a través del tiempo.
Su obra refleja la profundidad del alma y deja huella a través del grabado como recurso plástico para trasmitir un mensaje literario. Es una estampa en la memoria, una impronta, un recuerdo grabado. Se ha enfocado en el proceso de generar obra que contenga todos los conceptos que tienen que ver con la gráfica: “Se me hace poético el hecho de que la primera necesidad del ser humano, cuando tuvo conciencia de sí, fue marcar que existía. Las pinturas rupestres con las manos estampadas en las cuevas, el arte de los primeros hombres con uso de conciencia, marca el primer recurso de la estampa y de la impronta. Esta reflexión me hace apelar a lo más humano, que es la huella, la primera manifestación con la que nos hicimos conscientes de nuestra existencia como seres, como portadores de un cuerpo. Estampo, luego existo”.
Al hablar con el maestro López sobre la relación emocional entre el arte y el ser humano, afirma:
“Cada vez pienso que hago menos arte, ya que el arte para mí se vuelve un concepto que a veces no acaba de cuajar. Sigo explorando y creo que el campo es muy amplio. Creo en el símbolo, en la manifestación del símbolo y en la energía que lleva cada obra. Me mueve la magia que tiene el hecho de hacer una obra y que luego esta obra conecte con el espectador”.
Sobre la forma en que se realiza esta conexión, declara: “De repente, también repele. Muchas veces lo que te atrae también te aleja. Al final, estos reflejos son espejos espirituales. Si hablo de arte, hablaría más bien de magia, de alquimia pura”. Estas palabras se reflejan en su obra, que pretende plasmar la alquimia de la transformación que es el universo, el cosmos, la conexión de todos los elementos. Eso se ve y se siente cuando se disfruta la obra de Víctor, que es su contacto con la tierra: “Para mí, la naturaleza siempre debe ser lo más importante, en eso estriba lo que podemos todavía aprender como humanidad: la tierra es una, estamos en ella y cada vez nos distanciamos de ella”.
Víctor López se describe como un ser que se dedica a generar surcos y a partir de los surcos resulta su obra. La obra no es solo suya, sino va más allá: “Soy el pretexto de algo más grande que el aparato del arte contemporáneo. Soy parte de un pueblo que sigue creyendo y sigue generando desde el corazón”.
Sus piezas narran la historia desde la cosmovisión que tenemos, desde nuestra parte identitaria. “De hecho, mi obra aborda y retrata a familiares cercanos, pero también tiene como temas cosmovisiones antiguas, leyendas, mitos, creencias, símbolos, la sabiduría ancestral, recordando y entendiendo esas memorias, esas historias que nos contaban de niños. Mi intención es reconectar con la tierra, el regresar a la montaña y conectar con la naturaleza y su esencia”.
En sus propias palabras: “Despejando el ruido de la ciudad, vuelvo a escuchar de nuevo el susurro de la montaña, percibo la sierra, la neblina, el olor a café, a leña, toda la atmósfera que rodea la memoria del paisaje en el cual nací. Soy de Oaxaca, de un pueblo llamado San Miguel Albarradas”.
La pasión de Víctor surge de una necesidad temprana de expresarse a través del dibujo, su inicio en el arte. Fue un niño introvertido, paciente y con cierto grado de locura que entre risas nos narra. Dedicaba largas horas a transcribir libros, los copiaba y le encantaba darle la vuelta a la página y sentir en los dedos el relieve de sus trazos. Tenía la necesidad emocional de apreciar texturas que él mismo generaba y a través de la línea y del gozo que le proporcionaba el dibujo, nació el grabado en su obra. Posteriormente, tuvo la oportunidad de estudiar una carrera técnica en diseño gráfico, comenzó a realizar pinturas en una secundaria pública, donde tuvo la fortuna de tener una maestra de educación artística que estaba muy comprometida en fortalecer esta área y les daba clases extras los sábados. Cuando la tutora ya no tuvo más que impartir a su grupo, ella invitó a varios colegas de la Facultad de Bellas Artes de Oaxaca, para que contribuyeran a la formación de estos jóvenes. Posteriormente, López estudió la carrera de artes visuales en la UAQ.
Esta maestra rural fue un parteaguas en la vida de todos esos chicos que tuvieron la dicha de aprender con ella. Cuatro de ellos se siguen dedicando de manera profesional al arte, “…con una voluntad tan grande para hacer un cambio, se logra el propósito. El arte me cambió la vida completamente, gracias a la oportunidad que tuve de aprender en una escuela pública.”
Participar en el evento Burning Man en Estados Unidos fue una experiencia vital para el artista. Cuando lo invitaron, no sabía muy bien qué era, estando ahí se dio cuenta de que se trata de un gran experimento social, donde muchos corazones se unen para lograr un objetivo, en este caso una ciudad efímera, una ciudad de más de 80 mil personas: “No sabía qué esperar, a lo mejor muchos pensarán que me refiero a la música electrónica o a los carros mutantes o toda la parte del arte que es asombroso; hay muchísima creatividad; entendí por qué tenía que llegar mi obra a ese lugar. Mis obras son mi familia, me pregunté ¿a dónde los traje? Para mí era un mundo desconocido, pero después entendí que era donde tenía que estar, en ese territorio sagrado y los primeros visitantes de la obra, cuando se abrió la Puerta del Hombre, fueron mexicanos que estaban haciendo posible esa utopía. Se dieron el chance y el tiempo de dejar de trabajar un momento al enterarse que se estaba exponiendo la obra de artistas mexicanos.
Nuestros paisanos, al ver mi obra, emitieron comentarios sobre la forma en que sintieron una proyección de sí mismos que los transportó a su herencia, raíces y familias. Declararon que sentían un gran orgullo de que estuvieran mexicanos exponiendo por primera vez en ese evento. A mí me tocó ir a trabajar como ellos y me acordé de mi familia que vive de manera ilegal en Estados Unidos y creo que toda la experiencia que pude haber vivido se reduce al momento donde los mexicanos trabajadores que hacen posible esta ciudad tomaran la decisión de tomar un descanso para ver la obra. Eso fue brutal y la mayor recompensa que tuve en ese viaje.
La trayectoria de Víctor ha cruzado fronteras: “Agradezco en todo lo que vale el apoyo de Édgar Sánchez, fundador de Nueve Arte Urbano, por todo el impulso que me ha dado y por siempre pensar en mi persona y en mis compañeros. Recientemente estuvimos en Barcelona, invitados a participar en el Festival de la Conciencia. Las experiencias que hemos vivido han sido muy importantes, el compartir el mundo, la vida, a través de la muestra que se llamó Cosmovisiones identitarias, tiene que ver con mi manera de percibir mi mundo y el contacto con mi familia. La temática tenía que ver con una vivencia de duelos, un trasfondo melancólico, no necesariamente todas las imágenes de referencia tienen que ver con la trascendencia, pero todo el cuerpo de mi obra habla de la trascendencia, la nostalgia, los duelos, las pérdidas, pero también trato de hacerlo desde un punto de tranquilidad, un punto de contemplación, donde no hay que sufrir, sino entender, no hay que llorar, hay que honrar. Siempre que pasa algo fuerte en mi vida me conmueve, pero vivir estas experiencias de forma consciente me facilita el entender y sobrellevar mis propios duelos. Mi obra me permite recordar, entender y reencontrarme con mi familia, con mis ancestros, mis padres, abuelos y bisabuelos. Mi obra es un homenaje para ellos”.
Víctor López ha participado en más de 60 exposiciones colectivas nacionales e internacionales. Su obra ha sido apreciada en Uruguay, Estonia, Suecia y Estados Unidos.