En la madrugada del 16 de septiembre de 1810, un grito resonó en Dolores Hidalgo, un clamor por la libertad que cimbró los cimientos del virreinato español. Ese grito, cargado de esperanza y anhelo de un futuro independiente, se convirtió en el símbolo de la nación mexicana. Sin embargo, este año, en el mismo día en que celebramos aquella gesta heroica, otro grito, agudo y desgarrador, se escuchó en los estadios de nuestro país. Un grito de dolor, de frustración, que provino de la afición rojiblanca.
El clásico entre Chivas y América, el duelo más pasional del futbol mexicano, se convirtió en un escenario de contrastes para los aficionados rojiblancos. Mientras el país se unía en festejos patrios, los seguidores del Rebaño Sagrado veían cómo su equipo sucumbía ante un rival que, si bien no atraviesa su mejor momento, supo aprovechar las oportunidades y llevarse la victoria. Pero la derrota en el encuentro varonil fue solo la punta del iceberg. El descalabro del equipo femenil, goleado por un marcador histórico de 7 a 0, dejó al descubierto una realidad que inquieta a los aficionados: la hegemonía de los extranjeros en nuestro futbol.
Chivas, el equipo que se enorgullece de su identidad mexicana y que ha forjado una leyenda en torno a ello, desde hace años está viviendo en una crisis de resultados. La ausencia de figuras mexicanas en sus filas que marquen diferencia por su calidad es evidente, y los resultados obtenidos en los últimos años así lo demuestran. Desde hace mucho tiempo, las Chivas no cuentan en sus filas con los mejores jugadores mexicanos de cada momento, pero la pregunta interesante seria, aun si los tuviera, Si Chivas pudiera elegir a los mejores en cada temporada y estos estuvieran a su alcance, ¿sería garantía de éxito?, tristemente la respuesta es un rotundo: no.
¿Qué está pasando con el equipo más popular de México? ¿Por qué un equipo que se ha erigido como bastión del nacionalismo futbolístico no logra imponerse ni siquiera ante un América en crisis? Las respuestas son complejas y escapan a una simple explicación. Por años, Chivas ha buscado la fórmula mágica para recuperar su grandeza y esta no ha sido encontrada. Han apostado por jugadores mexicanos, algunos de ellos con gran proyección y otros que han regresado al equipo después de disfrutar el éxito fuera de la institución, pero los resultados no han acompañado al club. La idea de construir un equipo con identidad nacional parece haberse convertido en una utopía. Hoy, la realidad es cruda e implacable: Extranjeros, incluso aquellos que no destacan por su calidad, están dejando en evidencia las carencias del futbolista mexicano. Pareciera que idea de mantener la identidad y la tradición se ha convertido en una camisa de fuerza que impide al equipo evolucionar. Si a eso sumamos que otros equipos con poderío económico superior, ofrecen mejores condiciones salariales a los jugadores, en un mercado extremadamente inflado por ellos mismos, la opción de jugar para Chivas cada día resulta menos apetecible. Un equipo cargado de un romanticismo casi absurdo en este tiempo donde el orgullo nacional, se convierte en algo ramplón y barato en un tronar de dedos en cualquier aspecto de nuestra sociedad. Si bien la cantera ha puesto en el reflector a alguna promesa, la presión, la búsqueda inmediata de estrellas que saquen del abismo y el mismo nivel de los jugadores, han hecho que esto sea totalmente insuficiente. La realidad aplastante es que jugar en Chivas ya no viste como antes.
En este contexto, Chivas se enfrenta a un gran desafío. Por un lado, debe mantener su identidad y seguir apostando por los jóvenes talentos mexicanos. Por otro lado, debe ser capaz de competir en igualdad de condiciones con equipos que cuentan con mayores niveles futbolísticos casi siempre basados en jugadores extranjeros. No es algo nuevo en su historia, pero ahora parece más desbalanceado que nunca.
Mientras tanto, los aficionados rojiblancos seguirán alentando a su equipo, con la esperanza de que este grito de dolor se transforme en un grito de victoria. Porque, “la esperanza es el único bien que no se puede robar”. Y en el futbol, como en la vida, siempre hay una nueva oportunidad para comenzar de nuevo. La solución no es sencilla, pero es fundamental que el equipo encuentre la fórmula para volver a los primeros planos del futbol mexicano.
Chivas, el equipo que alguna vez fue sinónimo de grandeza, se encuentra hoy sumido en una profunda crisis. La nostalgia por un pasado glorioso no puede ser la única razón para justificar el presente. El Rebaño Sagrado debe evolucionar, adaptarse a los nuevos tiempos y dejar de aferrarse a una identidad que, en ocasiones, parece más un lastre que una fortaleza.
El Guadalajara fue grande, muy grande. Pero hoy es solo una sombra de lo que fue. No puede vivir del pasado, no puede justificar su historia con lo ganado en la casi prehistoria del futbol mexicano; hoy, el equipo que alguna vez dominó el fútbol local, se encuentra a la sombra de su propia historia, luchando por encontrar su lugar en un presente cada vez más exigente. La pregunta es: ¿será capaz de levantarse y volver a ser el equipo que todos amamos?, La historia y las tradiciones son importantes, pero no pueden ser una excusa para el fracaso. La grandeza sin resultados, no es eterna.