México es un país que se distingue no solo por su historia y cultura, sino también por su rica herencia arquitectónica. A lo largo del siglo XX, la arquitectura mexicana ha sido moldeada por una serie de figuras icónicas que, a través de su obra, redefinieron el panorama urbano del país. Entre ellos destacan Pedro Ramírez Vázquez, Luis Barragán, Mario Pani y Mathias Goeritz, por mencionar algunos de muchos que hay, cuatro arquitectos cuyas contribuciones no solo influenciaron la arquitectura moderna, sino que también dejaron una huella profunda en la identidad visual y cultural de México.
Pedro Ramírez Vázquez: Funcionalismo y Monumentalidad
Pedro Ramírez Vázquez, uno de los arquitectos más influyentes de México, es conocido por haber concebido algunas de las obras más emblemáticas del país, como el Estadio Azteca, el Museo de Arte Moderno, La Villa, el Museo Nacional de Antropología. Formado bajo la premisa del funcionalismo, Ramírez Vázquez priorizaba la utilidad de los espacios sin sacrificar la estética ni la monumentalidad. Su estilo arquitectónico fue una mezcla de modernidad y tradiciones mexicanas, buscando siempre una armonía entre la funcionalidad de los espacios y el simbolismo cultural.
Uno de los aspectos más innovadores de su trabajo fue su enfoque en la colaboración interdisciplinaria, integrando elementos de la ingeniería, el diseño industrial y las artes plásticas para crear espacios únicos. El Museo Nacional de Antropología, por ejemplo, es un espacio que conjuga la monumentalidad prehispánica con un diseño moderno, haciendo un puente entre el pasado y el presente de la cultura mexicana. Y es inolvidable su dirección de las Olimpiadas de México 68, un vanguardia histórica en muchos niveles, desde la aportación de las olimpiadas culturales y el uso de la paloma de la paz como un símbolo necesario entre naciones.
Luis Barragán: Espiritualidad y Minimalismo
Luis Barragán, ganador del prestigioso Premio Pritzker en 1980, es tal vez el arquitecto mexicano más reconocido a nivel internacional. Su obra, caracterizada por la pureza geométrica, el manejo del color y el juego de la luz natural, trasciende la arquitectura para entrar en el terreno de la poesía visual. Barragán no solo diseñaba edificios, sino que creaba ambientes que apelaban a la emoción y a la espiritualidad.
Su obra más querida por él y que el consideraba que no había sido mutilada, el convento de Las Capuchinas en la Ciudad de México, es un claro ejemplo de cómo el arquitecto utilizaba los elementos más simples —la luz, el agua, los muros y el color— para generar una experiencia estética profundamente emocional. Su estilo minimalista, influenciado por las tradiciones mexicanas y el movimiento modernista, tenía un carácter introspectivo y místico que sigue siendo admirado y estudiado en todo el mundo.
Mario Pani: Urbanismo para la Modernidad
Si bien Luis Barragán fue conocido por su enfoque introspectivo, Mario Pani adoptó un enfoque mucho más pragmático y social en su arquitectura. Pani fue pionero en el desarrollo de grandes proyectos de vivienda pública en México, influyendo de manera determinante en el crecimiento urbano del país durante el siglo XX. Su visión se centraba en resolver los problemas de vivienda y urbanización mediante el diseño de espacios que promovieran la vida comunitaria.
Entre sus obras más importantes se encuentran el Conjunto Habitacional Nonoalco-Tlatelolco y el Conjunto Habitacional Unidad Independencia. Pani introdujo en México el concepto de «supermanzana», grandes áreas residenciales que integraban viviendas, comercios, escuelas y áreas recreativas, todo en un entorno accesible y funcional. Su trabajo no solo transformó la ciudad, sino que también redefinió la forma en que los mexicanos vivían y se relacionaban con su entorno urbano.
Mathias Goeritz: La Emoción como Principio Arquitectónico
El legado de Mathias Goeritz, arquitecto y escultor de origen alemán, se caracteriza por su búsqueda de una “arquitectura emocional”. Llegado a México en 1949, Goeritz encontró en el país un terreno fértil para explorar su visión artística y arquitectónica, que ponía énfasis en el impacto emocional que los espacios podían tener en las personas.
Una de sus colaboraciones más famosas fue con Luis Barragán en las **Torres de Satélite**, un conjunto de estructuras escultóricas que se alzan en el paisaje urbano de Ciudad Satélite, en el Estado de México. Estas torres, de colores vibrantes y formas geométricas simples, son un ejemplo claro de cómo Goeritz buscaba generar una respuesta emocional a través de la simplicidad visual y la monumentalidad de las formas. Su “Manifiesto de la Arquitectura Emocional” defendía la idea de que los espacios debían conectar con los sentimientos humanos, más allá de la mera funcionalidad.
Un Legado en la Arquitectura Contemporánea
El trabajo de estos cuatro arquitectos continúa siendo una fuente de inspiración para las nuevas generaciones de arquitectos mexicanos. La mezcla de modernidad, funcionalidad, espiritualidad y emoción que impregna sus obras ha influido en la evolución de la arquitectura en México, desde los grandes proyectos urbanos hasta las residencias más íntimas.
La arquitectura de autor en México es un testimonio de la capacidad creativa del país, donde lo moderno convive con lo tradicional, y lo funcional se une a lo poético. Gracias a figuras como Pedro Ramírez Vázquez, Luis Barragán, Mario Pani y Mathias Goeritz, México ha dejado una marca indeleble en la arquitectura mundial, uniendo la innovación técnica con una profunda reflexión sobre el entorno humano y su relación con el espacio.
Para que todo esto sea cierto, se requiere de que sobreviva todo el conocimiento e historia que estos personajes, han creado y no debe de permitirse una mala administración del derecho de autor. Todos estos edificios, tienen derecho de autor y así el Pedregal, el auditorio Metropolitano de Puebla, el Edificio Citibank de Reforma 390, La Ruta de la Amistad del 68.
Es una pena ajena que los que hemos heredado, la gran arquitectura mexicana, la diluyamos todos los días y la obra queda para la historia y la posteridad mutilada sin ningún tipo de respeto y la mayoría de las veces por mera ignorancia. Y resulta que lo que acabamos viendo son las fotos de lo que deberían de haber sido, rescatadas por un antropólogo y no por un historiador.
Así hoy en día podemos ver las Torres de Satélite con una contaminación visual llena de letreros y un puente de peatones que no permite ver ningún ángulo estético, el teatro al aire libre de lava volcánica del Espacio Escultórico de la UNAM de Goeritz lo contaminaron visualmente con un edificio bastante pobre de diseño, el Auditorio Nacional es una obra también mutilada, el MUAC de la UNAM agrede el desarrollo de Orso Núñez, el Animal del Pedregal ahora es amigo de Timo, el Hotel Camino Real ya no tiene el Calder, y hemos perdido el edificio de Kaspé con Gasolinera para poder hacer el Dorito.