Quiso el poetastro cifrar en la extraña sinécdoque del “bridón” (una mayúscula brida de caballería) y el acero (espada) los símbolos militares de la fuerza, necesarios para defender a la patria.
Y el martes, mientras todos miraban hacia el Senado donde se consumó la demolición de la autonomía del Poder Judicial y se convirtió la estructura en asunto de tómbolas y asunto electoral dominado por el partido en el poder, obviamente, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum fue llevada de la mano por el actual comandante de las Fuerzas Armadas a recibir, no el respaldo constitucional a su futura gestión, sino a enterarse de manera presencial y en la apabullante explanada del Colegio Militar –tres días antes del aniversario de los Niños Héroes–, de cuáles son los compromisos intocables con el “pueblo uniformado”.
“En su primer mensaje ante 21 mil 943 elementos de 28 planteles militares, comandantes territoriales, integrantes de las unidades operativas del Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Guardia Nacional, Sheinbaum anunció (dice la nutrida información de “La jornada”), que los seguirá convocando a participar en los grandes proyectos estratégicos, como los trenes de pasajeros hacia el norte del país y nuevos puertos.
“Son y van a seguir siendo los tiempos de hazañas pacíficas”, sostuvo”.
La obra pública subrogada por el poder civil a la fuerza militar, debe ser comprendida como “hazaña pacífica”.
Esta ha sido la verdadera entrega del bastón (bridón) de mando y se da a muy pocas horas de la designación de los nuevos comandantes de las ramas de las fuerzas armadas. Quizá nada más falta designar al jefe de la Fuerza Aérea Mexicana. Pero las nuevas designaciones ya han recibido un innecesario pero significativo apoyo por parte del actual Comandante Supremo quien así aprobó la decisión de su sucesora:
“Son nombramientos claves (Ricardo Trevilla Trejo como próximo secretario de la Defensa Nacional y al almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles en la Secretaría de Marina) y no se puede equivocar uno en eso. Yo no me equivoqué con el general (Luis Cresencio) Sandoval ni con el almirante (Rafael) Ojeda, y ella tampoco se va a equivocar”.
El general Trevilla fue director de Comunicación Social en la Sedena. En su antigua oficina hay una placa. O la había en mi más reciente visita a Lomas de Sotelo. Dice:
“…Las utilidades que las naciones cultas han sacado del Cuerpo de Ingenieros, no se han reducido a sólo la guerra y a la defensa; también han sido extensivas a la hermosura y comodidad de edificios, canales y caminos…”
Ese inspirado pensamiento fue escrito por el señor general Manuel Gómez Pedraza, Ministro de Guerra y Marina del gabinete del presidente Guadalupe Victoria en su discurso ante las cámaras el 31 de diciembre de 1826.
“Gracias a este discurso –dice la referida placa–, el Congreso sancionó la creación oficial del cuerpo de ingenieros, por decreto fechado el 5 de noviembre de 1827.”
Para un gobierno con tan recurrente manía de recuperación del anecdotario histórico, ese pronunciamiento sería suficiente para ubicar a los militares en el respaldo a estas otras palabras:
“En unos cuantos días recibiré la banda presidencial de manos del Presidente (de manos de Ifigenia Martínez, en verdad), en una ceremonia republicana, después de ser electa por el pueblo.
“Orgullosamente será la primera vez que México tendrá una presidenta y, por tanto, una comandante (a) suprema de las fuerzas armadas… ello refleja la profunda transformación que está viviendo nuestro país.
“Las mujeres tenemos capacidad, voluntad y no somos menos que los hombres, al contrario, somos iguales”.
Se comprometió a seguir trabajando por la paz y la seguridad, a mantener los programas de bienestar e iniciar otros y “ser perseverante en la lucha contra el clasismo, el racismo, el machismo y cualquier forma de discriminación…”
Esta extraña comparecencia pareció una novedosa aduana antes de la ceremonia constitucional de traslado del poder.