Entre la cortina de humo de la entrega-aprehensión del Mayo Zambada, que se vuelve más densa con las mentiras de ambos gobiernos y del gobierno estatal, y la calificación de la elección presidencial, pasó a segundo término una decisión trascendental en materia económica y se ha diluido la atención sobre el impacto de las reformas que habrán de aprobarse en el primer periodo de sesiones de la entrante legislatura.
La semana anterior el Banco de México tomó la decisión de bajar la tasa de referencia un cuarto de punto, de 11 a 10.75, esto en un entorno de inflación en ascenso, inestabilidad cambiaria y reducción del empleo, así como otros indicadores que anuncian una posible recesión o cuando menos un crecimiento marginal e insuficiente. Esta reducción sorprendió a los analistas que esperaban más cautela y dar más tiempo a la estabilización de la inflación que tiene cinco meses consecutivos aumentando.
La sorpresa viene porque al parecer con esta decisión el BM está mudando su objetivo de control de la inflación y estabilidad monetaria, para impulsar el crecimiento económico y ayudar políticamente al gobierno entrante. En ese tenor, puede esperarse que la reducción de la tasa continúe en próximas reuniones aún con crecimiento de la inflación.
Sería un pésimo comienzo de la administración Sheinbaum, si inicia con una estanflación, que es un estancamiento económico con aumento del desempleo y de la inflación, lo que de hecho ya está sucediendo.
Actualmente, el gobierno no tiene herramientas para evitar eso; opera con alto déficit, es decir, gasta más de lo que ingresa, tiene un alto costo del pago de deuda, la que ha crecido hasta niveles de riesgo y el ingreso fiscal no es suficiente para destinar lo necesario a la inversión pública para estimular la economía.
Al gobierno le conviene tasa más baja por la reducción del costo del pago de su deuda y también porque está, hoy más que nunca, necesitado de la inversión privada para reactivar la economía y en consecuencia el ingreso por la vía de una mayor recaudación fiscal. En teoría, una tasa más baja reactivaría los créditos a las empresas y con ello se daría un impulso al mercado interno que es el que ha sostenido la economía en el último lustro.
Puestas así las cosas, el Banco de México estaría dejando de lado su propósito fundamental de control de la inflación, para abordar políticas que lleven al crecimiento, lo que no es su mandato constitucional. Sin embargo, no parece estar alineado con los objetivos políticos del gobierno entrante, aun cuando quiera facilitarle las cosas.
No hay correspondencia entre esa decisión de política económica del BM, con la orientación de las reformas estructurales que han dejado esbozadas las 20 iniciativas de ley presentadas por el gobierno saliente y que pretenden aprobar en el primer periodo ordinario de sesiones del poder legislativo.
La incertidumbre que provocan, tanto la reforma al Poder Judicial, como la extinción de los organismos autónomos, gravita negativamente sobre las expectativas de crecimiento, la llegada de flujos de inversión y la recuperación del crecimiento económico.
Sin capacidad en el gobierno para la inversión productiva y con los capitales privados inseguros de que sus inversiones sean protegidas por un auténtico estado de derecho, no habrá forma de reactivar la economía y los riesgos de una recesión se incrementan.
Por ello, la decisión del BM sobre las tasas de interés puede resultar superflua pues la que puede ser una buena decisión de política económica, resulta anulada por otros factores que dependen cien por ciento del gobierno al que pretende ayudar con el relajamiento de sus directrices.
De poco sirve que se abarate el crédito si la industria, el comercio y las actividades primarias son cada vez más, acosadas por la delincuencia, la extorsión, cobro de piso, interferencias en la distribución comercialización de productos y otras actividades ilícitas.
De poco le sirve al inversionista y al empresario arriesgarse en sus emprendimientos si no tienen la seguridad de un entramado judicial que le garantice sus derechos, frente al estado y en sus relaciones comerciales.
Cobra relevancia la discusión política actual en torno a la sobrerrepresentación de una fuerza política en el Poder Legislativo, y los fines que ésta persigue delineados en el paquete de reformas. La obsesión por la concentración del poder político los ha hecho ver con miopía la realidad del país y entender su posición en el entorno global internacional. La clase política dominante sigue viendo solo hacia adentro y eso con demasiadas limitaciones.
El INE y el TRIFE debieran ayudar a que la política de la 4T acepte sus contradicciones reconociendo la real composición plural y democrática de la sociedad que hace tiempo decidió no seguir siendo gobernada por un partido y su consejo de notables. La obsesión por el poder los puede llevar a perder al país.