París, esa ciudad que ha sido musa de poetas y cuna de revoluciones, se vistió de gala para despedir los Juegos Olímpicos de 2024. En su luminoso escenario, cinco atletas mexicanos, nuestros garbanzos de plata y bronce, brillaron, para nosotros, con la intensidad de un oro. Sí, garbanzos, porque en este país donde la desigualdad es un deporte nacional, nuestros deportistas, a pesar de su talento, son a menudo tratados como semillas que se espera germinen en un suelo árido. 5 medallas que ejemplifican perfectamente la analogía del garbanzo de a libra: triunfadores a pesar de todo.
En medio de este festín deportivo, la figura de Ana Guevara, otrora titán de las pistas, se transforma en un pigmeo en las oficinas, una figura diminuta atrapada en los laberintos de una pésima administración y con tintes de corrupción. Mientras nuestros atletas se quejaban de la falta de apoyo económico, ella, cual reina de su propio reino lleno de otros datos, disfrutaba de los placeres de la presuntuosa vida parisina. Vuelos en primera clase, cenas en los restaurantes más exclusivos… un contraste abismal con la realidad de quienes entregaron cuerpo y alma por nuestro país. Ella, que también fue un garbanzo de a libra, de los mejores que hemos tenido, tristemente se convirtió en lo que ella misma crítico cuando deportista. Sin duda, con dinero si baila el perro.
Los “garbanzos de a libra”, una metáfora que habla de personas excepcionales, en nuestro caso, a pesar de las adversidades, ejemplifica a nuestros atletas: son abundantes en talento, pero escasos en los recursos necesarios para alcanzar su máximo potencial.
Con la clausura de París 2024, se cierra un capítulo más en la historia del deporte mexicano. Un capítulo marcado por la desigualdad, la corrupción y la falta de visión. Ahora, regresamos a nuestra realidad cotidiana, a nuestros juegos de fútbol local y a nuestros deportes de siempre. Pero no podemos olvidar que, más allá de las medallas y los récords, el deporte es mucho más que eso. Es un reflejo de nuestra sociedad, de nuestras aspiraciones y de nuestros sueños.
Y es en ese sentido que la figura de nuestros atletas se vuelve aún más conmovedora. Ellos, a pesar de las adversidades, nos enseñan el valor del esfuerzo, la importancia de la disciplina y la belleza de la superación. Son, en definitiva, nuestros héroes, los verdaderos campeones de este país, no las instituciones que poco hacen por ellos.
Así que brindemos por ellos, por nuestros cinco garbanzos de plata y bronce. Y que la próxima vez que veamos ondear nuestra bandera en un podio olímpico, seamos conscientes del camino tortuoso que tuvieron que recorrer nuestros atletas para llegar hasta allí. Y que, como sociedad, nos comprometamos a construir un sistema deportivo más justo y equitativo, donde el talento sea el único requisito para alcanzar la excelencia.