Ariel González
Hay una urgencia extraña, de suyo irracional, en el manto protector que Morena busca tender sobre la figura del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha. Nunca la sola pertenencia a un partido había sido sinónimo de rectitud y bonhomía (“le creo, es de Morena”), al punto de que desde la Presidencia de la República hasta la más humilde instancia del partido todos están seguros de que este mandatario estatal no guarda ninguna relación con el narcotráfico.
El sábado, el gobernador Rocha negó las afirmaciones hechas por El Mayo en el sentido de que el día de su secuestro (a manos de Joaquín Guzmán López) tenían pactada una cita. Era lógico que el mandatario estatal demintiera esta versión –que hace suponer naturales y viejos vínculos entre el narcotráfico y su gobierno, así como los anteriores–, pero que lo hiciera en un acto público, junto al Presidente López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum, es de llamar la atención. Más aún lo es que estos dos últimos lo hayan respaldado con toda claridad y certeza acerca de su inocencia, nada presunta, según ellos, sino absolutamente cierta.
En otras épocas un Presidente no se hubiera expuesto ni siquiera por un hermano de sangre (aunque AMLO ha dicho que Rocha es como su “hermano”) a presenciar tales aclaraciones; lo más seguro es que, para empezar, hubiera cancelado su visita a Sinaloa y hubiera guardado silencio o, incluso, habría seguido el guión más elemental: “no sé, vamos a investigar…le creo, es mi amigo, pero…” No obstante, el acto no fue una trampa: Rocha puso sobreaviso a sus invitados acerca de que abordaría el tema. Con mayor razón, el espaldarazo presidencial resulta inédito y abre muchas más interrogantes acerca no sólo de los vínculos del gobierno sinaloense con el narcotráfico, sino de la relación exacta entre López Obrador y Rubén Rocha.
La presencia de Claudia Sheinbaum en este acto merece un comentario aparte. Su ánimo de secundar hasta el último momento al presidente saliente –en uno más de sus actos de gobierno en los que ella, como virtual presidente electa, simplemente no debería estar– esta vez le va a pasar una factura bastante cara, puesto que en apenas unas semanas ella ocupará la silla presidencial y este caso seguirá siendo ya no el gran escándalo “del gobierno anterior” sino también del suyo. Esa forma de iniciar su gobierno la ha elegido ella y ayer mismo lo confirmó: “le creemos al gobernador, es compañero del movimiento, desde hace tiempo, tiene un enorme apoyo popular en Sinaloa, la gente lo quiere mucho. Él dio su explicación de frente, directo, y nosotros vamos a seguir apoyando a Sinaloa”.
Desde luego, no es ella la única en meter la mano al fuego por un “compañero del movimiento”. Al unísono, todos los gobernadores de Morena también lo han hecho: “rechazamos –dicen en un posicionamiento colectivo dado a conocer ayer– tajantemente los falsos señalamientos realizados supuestamente por el señor Ismael Zambada García, a través de su defensa legal, que pretenden vincular, sin éxito, al gobernador Rocha con esta persona detenida el pasado 25 de julio. La situación ya fue aclarada de manera puntual por el mandatario estatal”.
La efectividad de este posicionamiento es tan dudosa como la reputación de Mario Delgado (presidente de Morena) o de los gobernadores Alfonso Durazo (Sonora) , Cuauhtémoc Blanco (Morelos), David Monreal (Zacatecas) , Evelyn Salgado (Guerrero), Rutilio Cruz (Chiapas) o Américo Villarreal (Tamaulipas), entre otros, quienes han sido señalados en diversos momentos, dentro y fuera del país, por sus presuntos vínculos con el crimen organizado. Pero nadie debería cuestionar su decencia, pues también son compañeros del partido.
Es evidente, sin embargo, que nada ha sido aclarado y menos “de manera puntual” por el gobernador Rocha, ni tampoco por el gobiernon federal, que sigue preguntando al de Estados Unidos cómo fue la “captura” del Mayo y de Joaquín Guzmán, a pesar de que una de las pocas cosas que estan claras es que estos salieron en una avioneta desde territorio nacional. Es decir, el gobierno mexicano pregunta al de EU por algo que él mismo debería saber ya a estas alturas: ¿Quién autorizó la salida de la aeronave? ¿Cómo fue posible que dentro de esta viajara el narcotraficante más buscado sin que ninguna autoridad local o federal lo supiera? La respuesta de EU, por boca del embajador Ken Salazar, es sencilla pero rotunda: “no fue nuestro avión ni nuestro piloto ni nuestra gente. No se presentó ningún plan de vuelo ante las autoridades estadounidenses. Estamos en el entendido de que el vuelo inició en Sinaloa y aterrizó en Santa Teresa, Nuevo México…”
El Presidente López Obrador intenta tomar de nuevo los hilos de una narrativa que cada día se le va más de las manos. En su conferencia matutina de ayer nos dio una buena noticia: desde la detención de “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López, aunque no se note mucho que digamos, la FGR comenzó a investigar, incluso por “traición a la patria”, estos sucesos. Y por supuesto, hizo un reconocimiento al gobernador Rubén Rocha por su “acto de congruencia y de mucho valor civil” al pedir que la Fiscalía General de la República atraiga la investigación del asesinato de Héctor Melesio Cuén y la presunta cita que pactó con El Mayo Zambada.
La actuación de la Fiscalía federal seguirá dándose en cámara lenta y parece muy remoto que sus conclusiones, cuando las tenga, involucren a algún “compañero del movimiento”, ya que estos, por lo visto, tienen asegurada su inocencia de por vida al haber hecho suyos los grandes principios de la 4T: “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”. Así las cosas y bajo cualquier circunstancia, no nos resta sino creerles, son de Morena. ¿O no?
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez