El 3 de agosto del 2024 es una fecha histórica más que debe celebrar la ciudad de Querétaro, pues conmemora el tercer centenario en que Juan Antonio de Urrutia y Arana, III marqués de la Villa del Villar del Águila en Querétaro, recibió la comisión de Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte, 37º virrey de Nueva España, para ejecutar la obra de conducción del agua limpia de los manantiales de La Cañada y, así, aliviar el problema de insalubridad que a principios del siglo XVIII representaban en la ciudad de Querétaro los obrajes y trapiches, al contaminar el agua que conducía la acequia madre de la cual se abastecía la población para el uso doméstico.
El nombramiento de comisionado que Juan de Acuña otorgó a Urrutia y Arana, con poderes y facultades amplias para cumplir las diligencias que permitieran lograr “el fin deseado del alivio de la ciudad de Querétaro”, pues las aguas “eran notoriamente nocivas a la salud del común”, permitió remediar un problema que había planteado el Ayuntamiento local desde 1711 y para cuya solución los propietarios de obrajes y trapiches, causantes principales de la contaminación, se resistían a colaborar económicamente. Por lo que el marqués de la Villa del Villar del Águila procedió a cumplimentar el prorrateo como forma de obtener recursos para la consecución de la obra, cuyo cálculo se estimó en 25 000 pesos, inicialmente.
Una vez que Juan Antonio de Urrutia, quien había llegado a la ciudad en 1721 junto con su esposa María Paula Guerrero Dávila y Fernández del Corral, al acompañar a las seis monjas que vinieron de la ciudad de México a fundar el convento de religiosas Capuchinas, tomó la resolución de introducir el agua limpia a la ciudad, examinó varios manantiales de los alrededores de la ciudad de Querétaro y encontró que el más adecuado era el del pueblo de San Pedro de la Cañada, en el lugar llamado “Ojo de agua del Capulín”, por encontrarse allí un árbol de este nombre.
Finalmente, luego de varias diligencias, en marzo de 1726 los obrajeros aportaron 5 000 pesos para iniciar la obra, que se puso en ejecución el 15 de enero de ese año, cuando los oficiales y peones iniciaron los trabajos de excavación en el ojo de agua del Capulín, donde cavaron una fosa que se le dio el nombre de alberca. Para luego seguir con la construcción de la atarjea, que en un tramo de dos leguas se deslizaba entre peñascos hasta desembocar en la arcada o acueducto. Para introducir el agua en el convento de las madres Capuchinas, como fue la primera idea e intención de la obra, no era necesaria, al parecer, la arquería; bastaba orientar la conducción por el lado norte de la ciudad para llevar las aguas a su destino sin grandes complicaciones.
Pero había otras partes de la ciudad que debían atenderse, en concreto el convento de la Santa Cruz de frailes franciscanos, destinado como institución de Propaganda Fide, situado en el cerro del Sangremal y separado por una hondonada profunda de la ubicación del manantial. Por lo que la solución que procedía, era construir un acueducto que salvase el valle. La historiadora Mina Ramírez Montes afirma que, en ese tiempo, la obra del acueducto era la más importante y costosa, también la más espectacular y artística. “El Marqués se entregó generosamente a la tarea: inspeccionaba las obras constantemente […] subiendo andamios, trepando paredes, ministrando muchísimas veces con sus propias manos ripio, piedra y ladrillo a los albañiles […]”.
Propuestas
De aquí al 15 de enero del 2026, en que se cumplirán tres siglos de que inició la magna obra emprendida por el ilustre benefactor de la ciudad de Querétaro, conviene poner a consideración del Gobierno del Estado y las autoridades municipales de Querétaro y El Marqués algunas acciones que permitan conmemorar dignamente este acontecimiento histórico.
Hace algunos años se planteó la posibilidad de crear el Museo del Agua en algún sitio cercano al colosal Acueducto, uno de los monumentos más emblemáticos de nuestra ciudad. El momento es propicio para que se retome el proyecto de dicho centro cultural, el cual debe ser el objetivo principal del gobierno estatal, en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, para que pueda abrirse al público en el 2026.
Además, se debe analizar la posibilidad de que la Zona de Monumentos Históricos de la Ciudad de Santiago de Querétaro, la cual fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad el 7 de diciembre de 1996, incluya los vestigios históricos que aún persisten de los siglos XVII y XVIII como parte de los sistemas hidráulicos que trajeron el agua de los manantiales de La Cañada a la ciudad de Querétaro: la alberca, las presas construidas por Diego de Tapia y la atarjea.
En la conmemoración del tricentenario del Acueducto también podrían involucrarse los municipios de Querétaro y El Marqués, mediante la gestión del Hermanamiento con las autoridades de la Provincia de Álava, España, tierra natal de Juan Antonio de Urrutia y Arana, así como de otros seis marqueses de la Villa del Villar del Águila que residieron en Querétaro. Este Hermanamiento bien puede incluir un intercambio cultural, estudiantil y turístico, que permitiría afianzar los lazos de amistad entre Querétaro y Álava.