La esperada decisión de Joe Biden para terminar su carrera política con la inminente derrota de los demócratas en los Estados Unidos, abre la puerta para otra certeza relacionada con México: el futuro gobierno no tiene cómo enfrentar a un Donad Trump pendenciero, duro y recalcitrante, cuyo delirio –por si lo anterior no fuera suficiente–, consiste ahora en sentirse elegido de Dios.
Mientras el republicano afirma con descarnada insolencia, el triunfo providencial, gracias a la deficiente puntería de un pelmazo metido a francotirador, su permanente campaña contra los emigrantes de México y cualquier otra parte del mundo mestizo, nuestro señor presidente de México no encuentra otro camino y colma de loas al futuro habitante de la casa Blanca.
“Visionario”, le llama como si en la lógica de la exclusión, el insulto chovinista, la amenaza y el uso de la fuerza, se pudieran ignorar las denigraciones sufridas por México, más allá del dominio consensuado. EU tiene a quien dominar y México se resigna –y hasta aplaude–, la dominación.
Vivan el síndrome de Estocolmo y las infructuosas invocaciones a la soberanía, cuyo pequeño ejemplo puede ser –entre otros muchos–, el cierre del mercado aguacatero debido al maltrato de los inspectores americanos del departamento de agricultura, celosos de su pureza sin bacterias.
Muy pronto se revisará el Temec y los signos son ominosos. Trump nos considera el basural del patio trasero .Ya dijo advirtió, cuando llegue a mi segunda presidencia voy a castigar con aranceles a las plantas chinas instaladas en México. Voy a recuperar nuestra industria automotriz.
Y el señor Vance, su vicepresidente, refuerza el cántico antiinmigrante.
La gran ventaja con. Biden fue su piadoso cambio de patio. Para los demócratas no somos el tiradero de atrás, somos el patio delantero. Y les aplaudimos.
Frente a eso México tiene un supersecretario en materia comercial: Marcelo Ebrard quien ya ha sido ”doblado” por la dureza de las negociaciones con Estados Unidos cuando fue secretario de Relaciones Exteriores. Su desempeño no fue suficiente para lograr la candidatura de su partido ni el favor de su jefe político. Y quien lo definió groseramente fue (y lo sigue siendo), Donald Trump:
“…después al ser advertido que se impondrían aranceles a la industria automotriz, pidió un momento para comunicarse con el presidente L.O., a lo que Trump respondió –relata AP– “tiene cinco minutos porque tengo que irme, tengo algo mucho más importante que hacer”.
“Después de la llamada –narró Trump–, el excanciller regresó y dijo que sí serían asignados militares (para contener a los migrantes centroamericanos), por lo que el exmandatario estadounidense dijo que obtuvo todo lo que quiso de México.
Ya en otra ocasión Trump había dicho: lo doblé en cinco minutos. Nunca había visto a alguien tan fácil.
Y con ese queremos ganar en una negociación trilateral. Bendito sea el señor.
Ahora Trump, un consumado misógino, se las va a ver con dos mujeres. Una de ellas, Kamala Harris con la candidatura de los demócratas y Claudia Sheinbaum dentro de poco en la presidencia de México.
De Kamala no tengo dudas, acabará derrotada como Hillary Clinton. Y de nuestra futura jefa de Estado, tampoco tengo dudas, pero no quiero publicar el prejuicio.
Mejor repito el diagnóstico del presidente L.O.
“…Se va a poder lograr (el entendimiento con EU) porque se a tener un gobierno con un mandato amplio, popular, porque es un gobierno que va a llegar fuerte al mando de la doctora Claudia Sheinbaum; un gobierno con el respaldo contundente de la mayoría del pueblo de México, con el prestigio y la capacidad de gobernar a nuestro país…”
Pero las dudas no son por el mandato popular de la doctora, comienzan por su equipo: Marcelo (economía) y Juan Ramón (Relaciones Exteriores).
¡Ay!, nanita. O como dijo la beata, Dios nos coja confesados.