Felix Cortés Camarillo
La idea no era solamente inteligente sino además práctica; nacía de las raíces de transformación política de deveras que había sembrado don Jesús Reyes Heroles en su afán de ampliar la participación de los grupos minoritarios en el reparto del poder en nuestro país.
Era, tal vez, 1977 y el PRD de Andrés Manuel López Obrador no solamente votó a favor; se desvivió en elogios al proyecto democratizante que les daba acceso al poder y al dinero del Estado.
En resumidas cuentas, las reformas constitucionales al artículo 57 y las subsecuentes, abrieron las puertas a la representación proporcional. Traducido, esto quería decir que si bien el PRI lograba una mayoría abumadora en las urnas, a la hora de repartirse el pastel era necesario dar una rebanada proporcional a los minoritarios. Proporconal en la medida del número de votos que hubiesen obtenido en las urnas. De esta forma se estableció que ninguna fuerza política podría tener más de 300 diputados en la Cámara Baja, de los cuatrocientos posibles. Adicionalmente se establece que nigún partido político puede tener más de ocho puntos porcentuales encima del resultado de sus votaciones.
La decisión de esta repartición corresponde al Instituto Nacional Electoral. Ayer, sin embargo, en el sermón matutino de Lopitos, su empleada Luisa María Alcalde -quien cobra como secretaría de Gobernación- soltó de su ronco pecho una interpretación constitucionalista de la ley. Según la señora Alcalde, es una cuestión de interpretación del texto constitucional, cosa que a ella precisamente no le corresponde.
En su interpretación de la teoría legal de la representación proporcional, la señora subrayó con la voz, y luego con el lápiz en el texto distribuido, que la norma se aplica a los partidos políticos y no a las coaliciones, como las que se presentaron a las urnas el dos de junio. De esta forma, cada uno de los partidos que integraron la coalición triunfadora (Morena, PT, Verde Ecologista) tienen derecho a un ocho por ciento de bonificación en curules, por encima de los votos que hayan logrado.
¿Té por ocho? Veinticuatro. Con este simple silogismo, los partidos chiquilladas salieron triunfadores en la mesa de lo que no ganaron en las urnas.
Es un retroceso al anuncio genial de la tele que me parece hizo Gabrielito Alarcón -o sus achichincles- para hacerle publicidad a su periódico El Heraldo de México. Aguien puede ver el vaso medio lleno o tal vez medio vacío. Nunca leyeron la letra chiquita y el golpe de Estado Técnico, que está tan de moda, ya se consumó. Y ni quién diga nada.
Ni dirá, afirma Don Teofofilito.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): La investigacón del atentado conra Donald Trump está más puerca que un discurso de Alito Moreno. Ahora resulta que la gente le avisó a los encargados de seguridad que había un tio joven con una metralleta en la mano, que se había subido al tejado de un edificio cercano al mitin y que los matarifes no hicieron nada. También que la inteligencia militar sabía que desde Irán los ayatolas estaban planeando un atentado conra Trump. El éxito tiene muchos padres, El fracaso es huérfano.
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