Nada puede describir con mayor precisión la actual circunstancia del mermado Partido Revolucionario Institucional como el diminutivo de su dirigente con afanes cumplidos de perpetuidad (como el Código Civil garantiza usufructo en las fosas de los panteones).
Hoy es el partidito de Alito.
Chiquito, muy chiquito.
Sin gobernadores (el coahuilense Manolo Jiménez se ha tirado como matraquero impúdico a los piés de Claudia Sheinbaum); perdidoso en casi todos los distritos electorales, arrinconado en la insignificancia de sus minúsculos grupos parlamentarios, el PRI ha sentido –sin parpadear– la puñalada por la espalda del domingo siete.
Alejandro Moreno ha hecho un mazacote con los estatutos para moldear la dirigencia a su gusto y conveniencia y de paso para romper con todos aquellos cuyo peso tradicional le podrían significar un obstáculo.
Y ha gritado: se acabaron las vacas sagradas.
¿Quienes son hoy por hoy las grandes figuras sagradas del PRI (o al menos respetables y por tanto adversas), si hubiera tal sacralidad?
Sólo él sabe a quién se dirige, si a Beltrones o a Labastida; a Beatriz o a Dulce, quienes en tiempos recientes se han opuesto a la maniobra de una reelección indefinida –ahora culminada– manipulada en su cueva, como Alí Babá, con 40 consejeros reunidos en una asamblea irregular.
Eso de las vacas santificadas recuerda cuando Carlos Salinas culpó del asesinato de Colosio a la “nomenklatura”. Hoy se debe culpar a la caricatura.
El manoseo estatutario llegó a estos extremos:
“ Art 178.- Las personas titulares de la presidencia y la secretaría general, electas para los comités Ejecutivo Nacional y directivos en las entidades federativas durarán en su función cuatro años y podrán ser electas hasta por tres periodos consecutivos. Para los comités municipales y de las demarcaciones territoriales de la ciudad de México, durarán en su función tres años y podrán ser electos hasta por dos periodos consecutivos.
“…Para los efectos de la reforma al artículo 178 de los estatutos, las personas actualmente titulares (…) podrán participar en el proceso de renovación ordinario inmediato, considerándose su elección inmediata anterior como la primera de las que prevé el citado precepto…”
Este mañoso galimatías es una forma rupestre de convocar al borrón y la cuenta nueva.
Y de manera falaz, para desviar la atención con un. cohetón de oratoria al estilo de “al ladrón, al ladrón”, Moreno dijo:
“…Ahí afuera, estos que se dicen que participaban en el PRI,una bola de cínicos, de lacayos, de esquiroles al servicio del gobierno y de sus intereses, que quieren romper la unidad a cambio de impunidad, eso es lo que quieren… ellos fueron el peor lastre para nuestro partido, ellos estuvieron al frente cuando castigaron al PRI con el Pemexgate.
“Hay militantes del PRI vinculados al asesinato de nuestro candidadato presidencial y eso le costó al PRI… no vamos a tapar a nadie…”
Pero la mejor forma de ayudar a Morena es lastrando, desfondando al PRI, sabotéandolo desde dentro mientras se ofrece un discurso incendiario y de panfleto:
“…Lo decimos fuerte y claro, que se escuche, el PRI jamás apoyará ninguna reforma al Poder Judicial que pretenda menoscabar su Independencia. Mejorar el acceso a la justicia debe ser el objetivo principal de esa reforma y no una burda venganza para saciar los ánimos impositivos del gobierno”.
Más allá de toda esta palabrería auto justificante del atropello estatutario, la realidad es simple: el PRI, como en su momento el PRD, se está vaciando. No de dirigentes; de militantes.
Y difícilmente podrá recuperar a los grupos de antaño: los sectores obrero, campesino y popular (articuladores del desaparecido corporativismo), no hallan nada en ese partido. Ni oferta ni proyecto. Todo eso hoy se opera desde Morena.
Hoy el PRI, electoralmente, no le puede ofrecer nada a nadie. Sólo decepción y fracaso; ambición y vacío político o ideológico.
Lo dijo Reyes Heroles: “…con penuria de ideas y de hombres, no hay votos…”
Y el PRI tiene penuria (miseria) de todo eso simultáneamente. Se acabó.