Israel Sánchez
Cuatro décadas después de la muerte de Michel Foucault (1926-1984), uno de los filósofos más notables del canon occidental, resulta todavía complicado conocer todo lo que abarcó su pensamiento.
“El que crea que ya sabe qué es (la filosofía de) Foucault, bueno, lamento decirle que no es así”, dice, entre risas, el doctor en Filosofía Edgardo Castro, especialista en la obra e ideas del filósofo francés de quieen se recuerda su 40 aniversario luctuoso.
La razón de ello es la continua aparición de ediciones póstumas, nuevos títulos que desde hace unos años se han ido sumando a una bibliografía clásica integrada por obras emblemáticas como Las palabras y las cosas, Vigilar y castigar o la Historia de la sexualidad.
Todo esto obligó la reelaboración de la Introducción a Foucault (Siglo XXI Editores), libro que Castro publicara originalmente hace una década.
“En 10 años pasaron muchas cosas con Foucault”, afirma el académico argentino en entrevista, quien estuvo de visita en el País para presentar esta nueva edición de su “mapa del estado actual del territorio foucaultiano”, como él mismo lo define, y también para participar en El Aleph. Festival de Arte y Ciencia, en la UNAM.
Castro cuenta que, si bien el filósofo francés había establecido en su testamento que no quería publicaciones póstumas, desde 1997 comenzaron a editarse los cursos que dictó en el Collège de France entre 1971 y 1984, que circulaban entonces en forma de video; “la idea era que no era material inédito, y en el fondo era cierto”, resalta el argentino.
A esto se sumaría luego, hacia 2014, la adquisición por parte de la Biblioteca Nacional de Francia del copioso acervo que el sociólogo y activista francés Daniel Defert, pareja de Foucault fallecido el año pasado, había resguardado en bóvedas bancarias.
“Ése material la Biblioteca Nacional de Francia lo compró por algo así como un poco menos de 6 millones de dólares, y son unas 37 mil páginas”, refiere Castro. “Con la publicación de esos manuscritos comienza una tercera etapa (del corpus foucaultiano), y esta tercera etapa cambia muchas cosas”.
Tal es el origen de títulos nuevos como La sexualidad. Seguido de El discurso de la sexualidad, que es una suerte de tomo cero de Historia de la sexualidad, o del volumen enteramente dedicado al psiquiatra suizo Ludwig Binswanger y su “análisis existencial”, que en el orden terapéutico constituía una alternativa al psicoanálisis freudiano ortodoxo.
“Entonces, había que reescribir la Introducción…, y ésta edición de 2023 es muy distinta de la de 2014. El capítulo 1 es completamente nuevo, y todos los capítulos han sido reformulados a la luz del material publicado hasta el momento”, explica Castro, quien ahora ha podido incorporar lo referente a la relación de Foucault con Binswanger y las propias incursiones del filósofo francés en la psicología.
“Me pregunto cómo he podido jugar al psicólogo durante tantos años”, escribe Foucault en una carta de 1954, en los albores de la decisiva reorientación de su pensamiento, tal como lo recupera Castro en la edición “corregida y aumentada” de su libro dirigido no necesariamente al lector especializado.
De entre lo que Defert mantenía guardado también surgiría La cuestión antropológica: Una historia de la pregunta por el hombre, que es una lectura que Foucault hace de la filosofía desde el Siglo 17 hasta Nietzsche, figura que emergió en la vida del francés “como la necesidad de interrogarse acerca de la tarea de la filosofía”, explica Castro.
“Y saldrá próximamente El discurso filosófico, que es un libro de cuya existencia no teníamos conocimiento hasta hace poco”, añade el argentino, certero en cuanto a que “todavía no sabemos todo lo que Foucault dijo, y todavía tenemos mucho que descubrir de lo que puede decirnos”.
Basta pensar en su Diario intelectual, compuesto por una treintena de cuadernos en los que el filósofo registraba sus inquietudes, lecturas y proyectos, del que hasta ahora sólo se han difundido unas pocas páginas.
“Así que hay que imaginarse, como muy bien dice el subtítulo del texto -que no lo puse yo, sino la editorial-, que esto es una obra en movimiento”, resalta Castro, quien no descarta la posibilidad de una tercera versión de su Introducción… en el futuro. “La imagen podría ser ésta: el territorio foucaultiano ahora está mucho más habitado, y el horizonte es distinto”.
‘Es nuestro contemporáneo’
Aunque fallecido y ausente de este mundo los últimos 40 años, Michel Foucault, cuya filosofía destaca por hacer un diagnóstico del presente, no pierde pertinencia.
“Diagnosticar consiste en mostrar cómo hemos llegado a ser aquello que somos, pero para ver cómo podemos ser y pensar de otra manera. El diagnóstico foucaultiano se vuelve, finalmente, una ética, es decir, un ejercicio reflexivo de la libertad”, escribe Edgardo Castro en su Introducción a Foucault.
Para el académico argentino, la vigencia del pensamiento foucaultiano depende de que ese presente cuyo diagnóstico encontramos en sus escritos es todavía el nuestro.
Prueba de ello es que los grandes temas que motivaron sus investigaciones -la relación entre razón y locura, entre sexualidad y subjetividad, entre libertad y seguridad; el gobierno de las poblaciones; el despliegue de la gubernamentalidad neoliberal, etcétera- están lejos de haber sido superados.
“Yo creo que en muchos ámbitos de nuestra cultura occidental todavía nos movemos en el horizonte político y social que cristalizó después del 68, no hemos ido mucho más allá de eso; o sea, la relación entre política, utopía e imaginación sigue siendo el horizonte de la discusión. Y eso explica, en cierto sentido, por qué los análisis de Foucault tienen todavía vigencia, porque han sido una problematización del núcleo de ese horizonte social y político.
“Entonces, por ejemplo, si uno toma la cuestión del poder, Foucault ha insistido en diálogo con el 68 y el post 68 que finalmente en el centro del poder no estaba la ideología sino el cuerpo. Y esto lo hemos vivido cada vez de manera más patente”, prosigue Castro, quien ve una típica tesis foucaultiana en lo vivido durante la pandemia de Covid-19, pues “en el centro de la política occidental está la vida biológica de la población”.
En otras palabras, los 40 años de distancia cronológica con Foucault en realidad no implican distancia conceptual; “todavía estamos en ese horizonte de problematización foucaultiana, es nuestro contemporáneo”, insiste Castro, destacando la interrogación que el filósofo francés hace al neoliberalismo o su análisis del poder y los dispositivos disciplinarios usados para crear cuerpos dóciles y obedientes.
“Entre otras cosas, lo que la pandemia nos mostró es que las sociedades quieren una biopolítica, o sea, que se necesita una política de la vida biológica de la población. ¿Cuál?, es otro problema”, agrega.
“Y no es sólo la cuestión biológica, claramente en el centro de la política occidental está la vida biológica de la población; pero el otro concepto fundamental es el concepto de libertad, y la idea que finalmente Foucault mismo va elaborando acerca del Gobierno. Me parece que ahí todavía hay mucho que tiene aún para decirnos”, concluye.