La mañana se plañe de dolor ante el recuerdo del invencible General Ignacio Zaragoza, odas de poetas cunden por todo el país, se hacen los honores desde hace un mes por todo el territorio – orden del presidente Juárez- ante la caída del héroe de la Puebla del 5 de mayo ¡Todo es fulgor nostálgico! La lluvia del invierno cercano tunde al ejército de Oriente, que hace por debatirse entre continuar, caminando ahora de nueva cuenta hacia la Puebla, pero ahora dirigidos por el exgobernador de Zacatecas el general Jesús González Ortega, aquel que en 1852, apenas unos diez años detrás, observó el Plan de Hospicio – cuando comerciantes y clero de Guadalajara desconocen al presidente, derrocan a Mariano Arista y colocan a Santa Anna en su lugar, el general Jesús González Ortega reúne a sus hombres y lo vence en Tlatenango al generalísimo y excelentísimo.
¡La cabeza del general González Ortega tuvo precio desde entonces para los conservadores! Le apodaban “General cien de oro”
Al llegar Santa Anna como presidente – una de once veces que lo fue- lo buscó y maltrató como forajido, así que no le quedó de otra al general González Ortega que hacerse de su propio ejército, una vez fue diputado y hace tan solo tres años dejó la gubernatura de Zacatecas, armado claro con un ejército de lo más efectivo, tundió a conservadores en la guerra fratricida y ahora es quien dirige el ejército de Oriente ¡Suerte te de Dios!
¡Gracias a él se terminó la guerra de Reforma! Al vencer en Calpulalpan a los conservadores, pero tiene un secreto bien guardado, mientras recuerda su estadía en la ciudad de México donde entró con seis mil hombres triunfante al Zócalo para alzarse con la victoria y de una y por todas decretar el fin de las hostilidades contra los conservadores ¡Arropado por Juárez es el general de las victorias!
En su mente aún le retumba no haber peleado contra el único general conservador que valía la pena confrontar, aquel que les hacía los exámenes a los ejércitos liberales, de quien las caballerías tomaron técnicas irrepetibles y efectivas, aquel resguardado en la sierra queretana que buscó hasta el cansancio y que con excelsas escaramuzas le tundió sin siquiera haberlo visto, tanto, que tuvo que enviar una carta a Juárez diciendo que no contaba con el ejército suficiente para vencerle.
¡El Mesías sigue dando vueltas en la cabeza del ahora general de los ejércitos de Oriente! que, de nueva cuenta, se perfila a enfrentarse en la ciudad de Puebla ¡Camino obligado a la capital! – claro, una vez se enteraron los franceses que la capital estaba detrás de la ciudad de los Ángeles- ahora ¡Van los invasores por ella!
Sin el permiso de Juárez, previo a la batalla del 5 de mayo, el propio general González Ortega le envió una carta al embajador de Francia en México – con todos los huevos del mundo- Alphonse Dubois de Saligny, donde ahora como parte de general del Ejército de Oriente le propone un armisticio al invasor lo que le ocasionó una reprimenda enorme del presidente Juárez, que casi le propone abandonar la nación, debido a sus dotes de gran estratega el presidente Juárez se aferra y aguanta el paso, a pesar de que este enojo le remarcó el malestar cardiaco que el presidente ya había dado señas de tener.
“¡Por los putos corajes que me hizo pasar Ortega!” reprendía el presidente siempre tocándose el corazón.
Los ejércitos de esta naturaleza son de por sí una afluencia de múltiples oportunidades que les rodean, cierto que a su paso los comerciantes ganan en mucho porque se les compran sus enseres y viandas, panes, quesos y pulques tunden por todos lados, las pequeñas poblaciones que rodean Puebla se tiñen del tenor de lo que les gusta a los soldados y mandos, cabe resaltar que a ningún miembro de tropa se le deja sin su paga, en ocasiones la paga sale de las propias bolsas de los generales que tienen familias adineradas, tierras que venden o utilizan el erario de sus estados para sostener a sus hombres.
Allá por los años de 1838 José María Tornel ministro de Guerra y Marina había dejado claro que la conformación de un ejército, su orden, jerarquías y establecimientos de batalla estaba sujeto a una paga, soldados ascendidos por sorteo, soldados nuevos por voluntariado, sorpresivas redadas a carpinteros, talabarteros, artesanos, albañiles, zapateros y panaderos tendrían como orden de mejorar las condiciones por la patria ¡Aunque sí hubo excesos a veces dejándolos sin pago por meses! Que cómo consecuencia, los desertores se dieron por cientos, una vez la lección aprendida, los generales se dieron a la tarea de que cada soldado recibiera su paga ¡Sin falta!
Las leyes de reforma de 1857 fueron muy estrictas en este proceso, inclusive hubo juicios de soldados que ante la nueva Ley de Amparo se sostuvieron en demandar que si eran soldados de leva – aquellos obligados a enlistarse a los ejércitos- tenían el mismo derecho a paga que un soldado de carrera, situaciones que los tribunales judiciales tendían de manera sorpresiva, pero atendieron de manera correcta dándole los méritos obtenidos en campo de batalla.
Los manuales de ascensos de los generales establecían no solo el camino para obtenerlos por parte de lograr bonos en las batallas, por ejemplo, si matabas a cinco soldados enemigos recibías una medalla de oro la cual podías cambiar en cualquier parte del país, si fueran más de diez muertos en batalla recibías otra medalla y bonos; en algunos estados como el Real del potosí las mujeres casaderas fundían sus joyas para hacer medallas y a los soldados – o pretensos- que realizaran heroicas maniobras les regalaban en un baile estas medallas , aparte de ser considerados ¡Posibles casaderos! Ser la esposa de un héroe de batalla era el racimo de vides de la victoria.
Múltiples generales, entre ellos González Ortega saben que la turba de soldados extraídos de sus regiones por la leva, donde eran simple aprendices de oficios, una vez hechos soldados ¡El ímpetu es interminable! Con todas las historias que les cuentan de odas y mujeres ansiadas, por el contrario, un ejército profesional de carrera a los generales les cuesta en pago de sus sueldos ¡Mucho dinero más! Porque al ser de oficio su pago debía ser de acuerdo a su preparación. Mariano Arista comentaba que un ejército de leva era por mucho quien más ganaba batallas.
Además, los ejércitos no se mueven solos, en casos que se cuentan por mucho, los días de descanso los soldados visitan las poblaciones en busca de la compañera, novia o simple mujer que le haga los arreos de comida, son algunos casos – los más- que en la promesa de amor se hacen de una esposa que de forma inmediata hacen la nupcia, a escondidas las bodas se dan por decenas en las pequeñas poblaciones, las fiestas son reservadas pero sabe ya la recién esposa que dos cosas le quedarán de su soldado, apellido e hijo ¡Imperdible!
La carga de los soldados que se cuentan por miles se sostienen de todas las propiedades que otorga la región poblana, no solo en la sierra llena de frutos y animales de caza, sino en lo que la misma población de la ciudad les otorga en los “jueves de conmiseración” en donde las familias adineradas y las que más necesidades tienen otorgan a los soldados abrigo, comida y pulque, siendo una ciudad en extremo cuidada por sus habitantes, el tener en la lozanía de todos los días visitas de milicia a los comercios avivan el espíritu, sin contar que las cantinas y la barriada son el lugar perfecto del grueso de la tropa.
En ciudades conservadoras el clero es quien apoya a los ejércitos, para el caso de los liberales los pobladores ayudan en la comida, pero sin olvidar que los comerciantes son por mucho el sostén de los ejércitos, en ocasiones les saquean el producto, fuera fruta y verdura, pero en otras, les mercan, si supiera el comerciante que el soldado ya contrajo nupcias la deuda la pasa a la familia de la esposa, sino, todo un sistema de investigación se lleva a cabo ¡Pero el comerciante no pierde!
Sabe bien el general González Ortega que su tropa, ahora un poco distraída por no tener ejercicios militares para su constitución en habilidad y destreza, recurren al apapacho de las mujeres de la ciudad para tratar de hacerse del tiempo, las calles polvorientas le hacen al arrullo y piquetes de hombres pasean la ciudad, aunque sabe que están a tiro del enemigo – de quien se sabe ya se acerca de nuevo a la capital pero ahora con un refuerzo de miles de hombres más- culmina que Puebla será el lugar estratégico de los conservadores, recordad que los generales Miramón y Márquez aliados de los invasores, saben el camino con creces y que una ciudad ¡No triunfa dos veces!
Las mujeres en el jueves de conmiseración se arreglan con vestidos largos y gorros que les permite por un lado ¡No mostrar los piojos y liendres! Abanicos pequeños les hacen de los humores que ellas tienen por las tradiciones del baño, las jóvenes casaderas asisten al baño en los ríos cada veintiocho días mientras que las jornaleras diario se asisten en el río ¡Extrañamente los soldados prefieren a las impetuosas del río!
Aquellas adineradas de la ciudad asisten en este día para observar a algún capitán o comandante ¡La tropa no es atractiva! Pero no estaría de más verles, difícilmente un capitán se acerca que no sea montado en su bridón, y solo a observar el comportamiento de sus hombres, evitando en todo momento lo que no se perdona: pleitos, juergas y molestar a los pobladores.
El total del ejército de Oriente es acompañado también por las esposas de los soldados y de uno que otro capitán o coronel, el rango del nivel jerárquico establece la comodidad de la casa de campaña, mientras que las mujeres de tropa hacen del rancho de los combatientes en la leña, tostadas de maíz, guiso de papas con chile acompañados de un puño de nopales hervidos en sal y hierbas, mientras que un poco de chile en polvo les hace del deleite, esta comida les permite a las mujeres de los soldados poder transportar la comida en sus canastas y que les duren al menos unos cuantos días más, la noche se pasa en el fervor de la montaña, a pelo.
Por el contrario, la campaña de los coroneles está dividida en dos, en una parte se tratan los asuntos de la tropa, asignan estrategias, se disciplina lo necesario y se cumple con lo establecido en el manual de batalla, en la otra parte está su dormitorio, cocineta y mueble de baño, ahí pasa el menos tiempo y recibe su comida en su mesa de desayunos, puede variar, pero por la mañana se les da café, frijoles con crema; ya por la tarde un pollo en salsas y algún vino de mesa. Sabedores que los coroneles no solo reciben uno de los rangos de paga más altos, sino que sus familias les envían hasta mayordomos, como es el caso del general Ortega González que cuenta con un séquito de más de doce personas para su ayudantía.
En la ciudad de Puebla, sus barrios acompañan a los soldados liberales en sus malas formas y presagios dolidos, su bebida sacada de la fermentación de la uva pasa tiene locos a la tropa ¡Con uno solo basta para desistir de caminar! Los mareos y ajetreos se imponen, desfiguros no se dejan esperar, los más ladinos a la concordia del despilfarro de la burla y la denostación del compañero manco, tuerto o cojo – los más- sueltan la risotada a diestra, mientras el ofendido hace de pies ladera para sorrajar ¡Tremenda trompada! A quien suscribe, que en ocasiones de fallar ¡Hacen más hilarante el momento!
¡Solo un capitán que pasa pone el orden!
– ¡Andar señores el desfiguro a otra parte! He tú ¿Cuál es tu brigada? Estas muy tomado y desquicias a los pueblerinos – ante la orden todos corren.
Las esposas de los mandos del ejército de Oriente, además de dirigir a toda una comitiva de ayudantías, dista en mucho de tener una circunstancia propicia con su esposo, quien en este momento está en servicio ¡No se le puede molestar! Los arrumacos y caricias se dejaron hace ya muchos años atrás, debido a que ya tuvieron los hijos pertinentes y no es bien visto en la sociedad mexicana que las mujeres consigan favores de la tentación ¡Lo cual es pecaminoso! El esposo siendo coronel tiene derecho a su esposa y consortes, con las cuales desquita sus fervores masculinos.
Debe el esposo respetar su hogar, siendo cuidadoso con sus andares y dejar claro que la madre de sus hijos le debe guardar fervor, admiración y sobre todo respeto ¡Imposible verle desnuda! Eso no es de Dios, ¡Qué decir ella se atreva a insinuarle una caricia desproporcionada! Ni lo mande Dios, le llevaría un calvario en la semana santa de cargar a la Virgencita de los Ángeles. Los esposos deben resguardarse el uno del otro, porque como así ella será la salvación del esposo, también si se dejan llevar por la pasión y la concupiscencia ¡Ella será su condenación! Cunde por todas las homilías de las parroquias y la gran catedral de Puebla, siendo sabedores del desorden que guarda tener un ejército de esta magnitud dentro de la ciudad.
El comandante lee en su casa de campaña el periódico Siglo Diez y Nueve que le trajo su esposa, ocurre que el escritor Víctor Hugo envía una misiva que fue publicada en varios periódicos de México, en la tenacidad que el ejército francés continúa la invasión:
“Mexicanos tenéis razón en creerme con vosotros. No os hace la guerra Francia; es el Imperio. Vosotros y yo combatimos contra el Imperio; vosotros en vuestra Patria, y yo en el destierro. Luchad, combatid, sed terribles y, si creéis que mi nombre os puede servir de algo, aprovechadle, apuntad a ese hombre a la cabeza con el proyectil de la libertad.
Valientes hombres de México, resistid. Esperad. Vuestra heroica resistencia se apoya en el derecho y tiene a su favor la certidumbre de la justicia. El atentado contra la República Mexicana es un atentado contra la República de Francia. Una emboscada completa la otra.
El imperio fracasará en esta tentativa infame, así lo creo y vosotros venceréis. Pero ya venzáis o seáis vencidos, la Francia continuará siendo vuestra hermana, hermana de vuestra gloria y de vuestro infortunio y yo… os repito que estoy con vosotros. Si sois vencedores os ofrezco mi fraternidad de ciudadano, si sois vencido, mi fraternidad de proscrito”
Continuará…