Acuso recibo de la lección de realidad que nos ha arrojado la jornada electoral del 2 de junio, a muchos que pretendemos hacer análisis objetivo del quehacer gubernamental y el desempeño de los gobernantes.
En algún momento a su paso por la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, Luis Donaldo Colosio expresó que cuando el gobierno actúa mal el partido lo resiente, así lo fue hasta el 2018 cuando el pueblo castigó la corrupción y la indolencia de un gobierno de camarilla, de amigos y cómplices. No fue así en esta ocasión
Los análisis de los enterados e interesados en los asuntos públicos, arrojan que el gobierno que concluye el primero de octubre es el que tiene los saldos más pobres en materia de seguridad, salud, educación, crecimiento económico, competitividad, vigencia del estado de derecho, combate a la corrupción, generación de empleo y así se puede seguir, contrastando con el discurso oficial triunfalista pero contradicho por las cifras de sus propias instituciones. Esto parece no haber influido en el votante que se desentendió de los malos resultados de las políticas públicas.
Se podrá decir que la oposición no tuvo la candidata adecuada, o que su estrategia fue errática y nunca penetró en el electorado y culpar a los partidos de la coalición opositora por restarle puntos a una candidatura ciudadana. Lo cierto es que, una mayoría compuesta por ciudadanos de todos los sectores socioeconómicos y edades, optó por dar una segunda oportunidad a este gobierno de malos resultados.
Este gobierno no fue castigado a pesar de su ineficiencia y la grave corrupción que disimulan, sino al contrario, han recibido el voto de la continuidad y para esto hay una explicación. Otro de los postulados de Colosio era el de provocar que los resultados de una buena política económica se reflejaran en el bolsillo de los ciudadanos, solo que este gobierno, sin hacer una política económica exitosa supo poner dinero en el bolsillo de la gente.
No fue dinero generado por la productividad o el mejoramiento de la economía, sino el proveniente de las arcas públicas contenido en fondos de reserva, fideicomisos y los distraídos de los servicios institucionales provenientes de una austeridad criminal.
Lo cierto después de todo es que los analistas nos equivocamos al sobrevalorar la madurez del electorado que resultó más pragmático que lo pensado. El flujo constante de remesas y la entrega puntual de efectivo a través de los llamados programas sociales, mantienen relativamente lleno el bolsillo y no hay motivo para cambiar.
Mantener este estado de ánimo no será fácil para el nuevo gobierno. La presidenta electa sabe que recibe unas finanzas sostenidas por alfileres y por ello anuncia que conservará al secretario que se los puso. Como sabe también que sin recursos frescos no podrá sostener el crecimiento de las pensiones ni combatir de fondo la pobreza y la desigualdad.
El peso de la deuda pública, aunado a la carga de sostener PEMEX, la CFE, y los altos subsidios a las obras emblema del sexenio que termina, condicionan también la puesta en marcha de políticas y estrategias propias por lo que requerirá de mucha imaginación para no pasar como un gobierno gris, mala copia del saliente.
Seguramente que muchos, equivocados como yo, en la lectura del ánimo ciudadano, deseamos equivocarnos también al pensar que Claudia Scheinbaum será un instrumento en manos del que se va. Las señales, pocas, que ha emitido, particularmente respecto a quienes la acompañaran en el gobierno son alentadoras.
Más racionalidad y menos fanatismo, más administración y menos ideología, más política, buena política y menos verborrea, más diálogo y consensos y menos exclusión sin dictadura de mayorías, más unidad institucional y respeto a la división de poderes, más transparencia y menos solapamiento a la corrupción y a la impunidad.
Nada de eso vimos en los pronunciamientos de la campaña electoral, pero si se observan señales, tenues y tímidas pero señales al fin, en los primeros mensajes emitidos. Ojalá en el futuro inmediato se descubra algo más que documente nuestro optimismo.
Por lo demás, nuevamente reconocer que nos equivocamos, incluso al desconfiar de las encuestas por una mala lectura nuestra del humor social, sin dejar de asegurar que no hemos estado equivocados al señalar al gobierno que se va como el de peores resultados en este siglo.
Un 40% del electorado se mostró inconforme y desgraciadamente huérfano de representación por la insana ambición de los dirigentes de los partidos tradicionales. A las Cámaras llegarán a representarse ellos, a ampararse en el fuero ellos, mientras los ciudadanos seguirán marchando en las calles, llenando el zócalo con más propuestas y coraje que las que exhiben los administradores de las franquicias electorales en que han convertido a los institutos políticos.
El proceso electoral concluyó casi en su totalidad y sí, nos equivocamos muchos aun teniendo razón.