Los arreos y escaramuzas de los franceses han derivado en el repliegue de las fuerzas armadas del ejército de Oriente – aquel glorioso del 5 de mayo- se han ido prácticamente de la zona que rodea Veracruz y en específico toda la ruta comercial de los españoles avecindados en Orizaba, mismos que dan fuerza y cuidado a los invasores; desde Francia llegan noticias de que treinta mil hombres más del ejército llegarán a las costas, los catalejos de los espías mexicanos observan el total del litoral para observar el punto exacto de desembarque, ellos vienen comandados por Elías Federico Forey – aquel famoso general de las batallas de Crimea en el conflicto para evitar que los rusos expandieran sus dominios y fueron repelidos por la liga inglesa, otomana, Cerdeña y francesa-.
El ejército de Oriente está diezmado, aun tratando de recuperar los fusiles que usaron desde 1827 que se quedaron en los campos de batalla del encuentro en Puebla en el camino hacia Veracruz, sus soldados con el corazón lleno de esperanzas, pero sin la mínima idea de lo que es una batalla de expertos militares, los franceses se hacen fuertes y en Orizaba reciben el apoyo de infinidad de familias dineradas para lograr hacerse del favor de algún yerno europeo, tanto las chicas casaderas como los gallardos franceses apresuran los casorios, arreos para establecer una contundente raíz familiar, que bien se escuchan – o eso creen las matronas que le hacen de cupido- los apellidos de linaje López de Betancourt, Izabal de Jaques, Santana de Maillefer, por no contar las distinguidas familias de Rivadeneira de Champlitte, quienes comenzaron este criollismo europeo, engrosan las salud de los invasores.
En los mandos oficiales la situación empeora, Manuel Doblado renuncia al total del secretariado plenipotenciario de relaciones exteriores del presidente Juárez – que se la pasa de un lado para el otro llevando la capital a todos lados- por este motivo no se puede hacer válido el tratado Corwin-Doblado, que habilita el préstamo de once millones de pesos mexicanos para el pago de deudas a los países invasores y que el senado de los Estrados Unidos, ante esta situación, observa que México no tiene capacidad de pagar la deuda mientras tiene un ejército invasor.
El ejército de Oriente sufre una oleada de pandemia que se denomina Tifus – aquella que se obtiene por convivir con las ratas en los campamentos llenos de insalubridad- teniendo fuertes fiebres y diarreas que ciñan con la muerte en condiciones tétricas, más de una cuarta parte del ejército está en estas condiciones, incluyendo a mandos, oficiales, policía, apoyo de encomiendas e higiene.
¡La población al tanto de la situación de que no hay enfrentamientos entre el ejército de Oriente y los invasores franceses! Reclaman en los periódicos la tranquilidad y parsimonia de los nacionales al no controlar y evitar a toda costa que se avance hacia la capital, o como dice la mayoría ¡Se fulmine al enemigo! Quien pareciera está de visita.
El periódico Siglo Diez y Nueve dirigido desde 1852 por Joaquín Francisco Zarco Mateos – quien tenía otro periódico de sátira al gobierno de Juárez que se llamaba Las Cosquillas en donde escribía bajo el seudónimo de Fortun- Es el principal informador de la casusa liberal, donde cada día se podían leer los corrillos de los que había ocurrido den la batalla del 5 de mayo en Puebla y días posteriores, levantando el ánimo y exasperando a la oposición con sus arengas a la patria y victoria de los libertadores hacia el conservadurismo religioso, mostraba por ejemplo cuánto había costado la Espada de Honor que se acuñó como regalo al general Zaragoza, lo que aportó cada familia para tan significativa persona en lora de su combate a los invasores franceses ¡Juntando la cantidad de ochocientos catorce pesos en oro! Mismos que dieron las familias parientas del general José María Arteaga, tanto hermanos como primos.
Los legisladores de la república – y de cada uno de los estados- al sentir la incertidumbre por los invasores, observar que no avanzan y que el ejército que exprofeso se ha designado para la defensa de la nación por orden implícita del presidente Benito Juárez no los enfrenta, llegan al “absurdo” de estar legislando, por una parte, de la importancia de rescatar todo lo posible la ruta del tren Veracruz-México – estado ocupado por los franceses y por otro, Bandos del Presidente de la República para asignar que se validen los hijos no naturales de sus amigos.
“En ello este tiempo que debió de utilizarse para la defensa y eliminación del invasor, se ocupa para nimiedades de barriada” ¡Así lo imprime como título principal el periódico L’Estafette! dirigido por Ch. de Barres, un periódico que ya se lee en México desde 1855, la prensa política francesa ya tiene muchos periódicos que se están gestando y que atemorizan con sus máquinas y grandes plumas letradas a toda la población mexicana, engrosando con esto la percepción de que el invasor no solo domina en lo militar, sino que gracias a la prensa por todo México se ha llenado de ideas, formas, costumbres, comida y quehaceres del cultural del imperio europeo de Napoleón III – o al menos esa es la encomienda del emperador francés para lograr diseminar las tradiciones y costumbres mexicanas.
El propio periódico francés impreso en México saca una noticia que conmocionó a todo el país: México, agosto 28 de 1862.
El Señor X. Elsesser ex consejero de Estado, director de la Justicia y Policía de Berna suscribe. “El General Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo es para las coronas de toda la Europa reconocida el único y General suficiente al que llamamos Presidente de México, tuvo necesidad de fondos y con esto, el Imperio Francés le otorga un seis por ciento como Empréstito Público, para las necesidades de lo que se designe, que se pagará con todos los impuestos aduanales que se generen en México”
¡El país se vuelve una locura!
El Ejército Francés al leerlo se ocupó de inmediato a que el ministro de guerra de Europa le asignara indicaciones si esto era verdad o al menos allegado a algún plan que se desconocía acá en América, el mismo Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez de puño y letra reclama le asignen indicaciones a la orden anterior recibida en donde se dan escrupulosas órdenes de entregar el poder y ejército invasor al general Élie-Frédéric Forey junto a sus treinta mil hombres que están a nada de llegar a las playas de Veracruz.
Escribe: … ¡Vamos que el general Miguel Miramón no dista en nada del presidente Benito Juárez! Que a pesar de que los norteamericanos luchan por adquirir de nuevo a los estados separados de la Unión Americana como Carolina del Sur, Alabama, Misisipi y Florida – tal vez con intenciones de unirse a México o ese es parte del miedo- llevan ya un año en su guerra civil a la que denominan de Secesión; pelean en contra los estados de Virginia, Arkansas, Tennessee, Luisiana, Georgia y Carolina del Norte quienes se hacen llamar Confederados ¡Continúan dando asilo al presidente mexicano Juárez! Por ello deseo se me dicten intenciones explícitas de la noticia publicada en el periódico L’Estafette de que a partir del 28 de agosto de 1862 se denomina “Presidente de México” al general Miguel Miramón, quien lucha sí al lado del imperio francés, pero dicho adjetivo se me debe de dar en orden.”
Si a los franceses les cayó pésima la noticia, a los conservadores ¡Les temblaron las piernas! El periódico Siglo Diez y Nueve con fecha de 8 de septiembre de 1862 hace del conocimiento la noticia que el propio general Conde de Lorencez, Carlos Fernando de Latrille, los conservadores generales Zuluaga habían hecho de Orizaba EL Gobierno de Almonte y a Miramón “Jefe supremo de la causa” en donde critican fuertemente a Juan Nepomuceno Almonte llamándole “Almonte despreciado, envilecido, sufriendo los insultos del mismo invasor, recoge el fruto de su perfidia y de su infamia, y es un espejo en que deben mirarse los hombres de la facción conservadora.
Por encima de lo publicado los habitantes dan cuenta de lo sucedido y comienzan las felicitaciones para Miramón como nuevo presidente de México, siendo claro que quien más sorprendido está es el mismo general conservador que ya todo su ejército le libera del yugo de la orden para convertirse en “Jefe Máximo” a lo que no está de acuerdo.
7 de septiembre de 1862, Puebla.
La mañana abriga la esperanza que la visita del cura al general Ignacio Zaragoza de ánimo que lo sostenga, por lo menos a varios días más de lograr que su convalecencia se convierta en salud, por todo el país se hacen glorias por la salud del general, quien contagiado del tifus se cimbra entre fiebres altas y la perdición de las realidades.
La soleada mañana en Puebla se deja de estampa ante las consistentes campanadas de la catedral ¡Que más que abono a la salud es martirio al espíritu del convaleciente! Le descubre su lugar lleno de invitados que hace para ayudar al ya casi moribundo. La esposa de Zaragoza apenas falleció en enero pasado.
El Monitor saca en sus editoriales la condición del general:
“Aquí todos estamos consternados par la gravedad en que se encuentra nuestro General, que hoy pasó el día delirando y muy malo. Dios lo salve, pues de lo contrario, muy irreparable pérdida vamos todos a sentir. Hoy esperamos la familia, que está haciendo muchísima falta para la asistencia, que nunca con hombres solos puede ser tan esmerada, por mucho que se interesasen por hoy todo el día estuvo delirando contra los franceses, creía que otra vez atacaban a Puebla, y que los rechazaba, y decía con mucho aplomo: que ya estaba convencido de que los zuavos eran cualquiera cosa. A uno de los médicos lo deja temblando, a pesar de que ellos en tales casos son los que menos aprecio dan a lo que dicen en su delirio los enfermos; lo llama, y tan imponente como formal Ie dijo:
– «Dr. acabo de saber con la mayor sorpresa, que usted es un traidor, bien sé que ahora estoy en sus manos, pero Ie prometo que muy pronto se acordara de mí.»
Las intimidades del general Zaragoza son expuestas por toda la nación, haciendo que las personas no consideren el mal trago del que consideran “Vencedor de la Patria” por haber repelido al invasor de la ciudad de Puebla, pero lo que México no conmina, es que los franceses cada día se vuelven más fuertes, mejor alimentados, seducidos por las casaderas de la región, asisten a bailes y tertulias, se les muestran las playas y sus mujeres, les dan elogio a los invasores.
Zaragoza desde antes de su convalecencia cuenta con un criado de nombre Alejo, un disparatado campesino de los cuereros zacapoaxtlas, aquellos que le ayudaron en la retirada de los franceses, este indio al salvarle la vida el propio general le ha servido de ayudantía, siervo fiel, obediente y bragado. Ocurre que el general en su discordia de las fiebres varias veces ha acusado al pobre Alejo de haberse cambiado de bando con los franceses, en arremetidas intensas en sus crisis de alucinaciones ¡Se le fue encima tratado de herirle con una espada ficticia! Asustando al pobre ladino que salió pies en polvorosa.
La tristeza es ardua en la habitación donde ya el último suspiro da el general, ha convulsionado varias veces, al regresar creen que ya es el final ¡Se aferra a la vida como nadie! Su madre le acompaña junto con su hermana e hija, todos hace del fervor de que logre arrepentirse.
-¡Salva tu alma hijo! – le reclama su madre quien en un trinar de dedos entrelazados al rosario no deja hacer por el alma del héroe de mil batallas. Cuando niño su sueño era ser un insurgente de batallas en contra de los peninsulares –“¡Mueran intrusos! ¡Estas no son sus tierras!” Gritaba enardecido, donde él vivió de niño por muchos años perteneció a México en Bahía del Espíritu Santo Coahuila, una vez la independencia de Texas en 1836 su lugar de nacimiento quedó del lado de los Estados Unidos ¡Eso le ofendió ampliamente!
Cuando ya en la edad de pertenecer a los ejércitos la fama de los generales conservadores le llamaba la atención, pero decidió unirse al seminario, lugar en donde la doctrina en demasía disciplinada, los estudios reacios y los estrictos ejercicios no le dieron la oportunidad de desarrollar sus habilidades con la espada “¡Amar al prójimo le decían! ¡Poner la otra mejilla! Cuando lo que él buscaba eran las habilidades bélicas y el saber matar en batalla.
¡Sus fiebres y convalecencias le hacen delirar! Observa que algo se abre en el techo y lo señala ¡Dice que su esposa ha venido por él! La recibe con las mismas lágrimas con las que la dejó partir, hace la muestra de un abrazo y camina queriendo levantarse ¡Cómo un impulso! En las peores noches hace de sentirse atacado por todos los muertos en batallas ¡Menciona el nombre de cada uno de ellos! Revive cada forma y manera en cómo se deshizo de ellos.
-¡Por la patria!
La noche ya tiñe violáceos candelabros en las paredes de la habitación, aunque Zaragoza no cree en Dios ni en María Santísima los arreos de las plañideras hoy sí son auténticos ¡La madre sabe que su hijo erró el camino! Debió acercarse a los batallones conservadores ¡Un héroe sí! Pero a condenación de su alma – ¡Luchó contra Dios! – esa idea nadie se la quita a su madre. En una última alucinación y en rígida mueca ¡El general Ignacio Zaragoza murió! El ocho de septiembre de 1862, sin las bendiciones espirituales ni los ejercicios de reconciliación ¡Condenado por una eternidad!
El general Tomás Mejía lee en su periódico El Monitor:
“A las diez y cinco minutos de la mañana de hoy, crecido número de jefes y oficiales del Ejército de Oriente, regábamos con abundantes Lágrimas, brotadas de lo más íntimo de nuestros corazones, el lecho mortuorio del General querido, del caudillo denodado, que tantas veces nos había conducido al campo de la victoria …
¡El General don Ignacio Zaragoza acababa de morir!
El ciudadano ilustre, que ayer aun contenía con una mano el ejército invasor, al mismo tiempo que con la otra sofocaba las ambiciones interiores ¡Ya no existe! … Lloremos la perdida de tan interesante miembro; la sociedad, a la cual tan importantísimo servicio ha prestado, va a echarle de menos muy pronto.”
Continuará…