El día de ayer 5 de junio, conmemoramos Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha establecida por la ONU, con la finalidad de generar conciencia y acciones en torno al medio ambiente.
Este 2024, creo que no era necesaria una fecha o una conmemoración, para voltear a ver la fuerte urgencia para tomar acciones en torno a ello. La fuerte sequía y la crisis energética, han hecho un llamado inevitable, a cambiar de rumbo y, a gestionar de manera distinta nuestros recursos naturales; hoy ya no es suficiente lo que se ha hecho, necesitamos más, más voluntad, más presupuesto, más visión y por supuesto, más conciencia en torno a ello.
Atinadamente el lema o enfoque de este año, se centra en la restauración de las tierras, la lucha contra la desertificación y, el fortalecimiento de la resiliencia ante la sequía; temas críticos para la sostenibilidad del planeta y, la supervivencia de millones de personas.
Pero ¿cómo aplica aquí la resiliencia? Muy simple, en la capacidad de adaptación que tenemos que lograr, para enfrentar el cambio climático y sus efectos; rehabilitar los ecosistemas terrestres, que están completamente degradados; y, lo más importante, fortalecer la capacidad de las comunidades para resistir, así como recuperarse de las sequías, que como lo mencioné en columnas anteriores, quienes menos tienen, son quienes más padecen las consecuencias.
Por ello, la palabra restauración es clave en todos los ecosistemas; en específico, restaurar las tierras y la mitigación de los efectos de la desertificación y la sequía deben ser prioridad.
El agua, definitivamente es el elemento protagonista, en la mitigación de la desertificación, para lograr la resiliencia ante la sequía; su correcta gestión, es esencial para mantener la disponibilidad, así como la suficiencia, durante periodos críticos.
Dentro de esta gestión eficiente, es indispensable voltear a ver, las técnicas de riego que hoy se tienen; el sector agrícola es el que más agua consume; y al mismo tiempo, es el que más debemos de cuidar, ya que en el campo comienza todo.
De igual forma, la reutilización de agua debe ser la nueva normalidad, lograrlo, es la única garantía de abastecimiento ante un periodo de escasez.
El mayor reto antes de cerrar el presente año; y de manera muy oportuna, con el cambio en los tomadores de decisiones, será el repensar el modelo de gestión de agua, su correcta vinculación con el desarrollo social y económico (en ese orden), promoviendo la reutilización de aguas residuales; y por supuesto, la restauración de ecosistemas acuáticos.