Las escaramuzas que se han llevado a cabo por parte del general José María Arteaga – aquel al que Tomás Mejía le robó la ciudad de Querétaro- lo dejaron mal herido de batalla, los franceses cuentan con armamento sofisticado y son diestros en el andar de las montas, la infantería francesa arrecia contra los batallones del general Miguel Negrete que lo hacen regresar hacia el camino de Puebla, mientras los invasores abusan contra los prisioneros y civiles – no españoles- que se encuentran, les torturan y sacan información de los caminos aledaños a los grandes campos de batalla de los fuertes cercanos a la ciudad de Puebla.
Los reportes llegan en demasía a las manos del general Zaragoza artífice y estratega, el coronel Manuel Andrade Párraga en su amague para que los franceses entren a una emboscada cercano al camino de Acultzingo lleva al mando de su segundo batallón activo de Puebla, quienes en enfrentamiento cara a cara son vencidos, el coronel Párraga es la carnada para que los batallones franceses se acerquen diseminados en líneas de a seis en fila, con ello el ejército de Oriente muestra su poderío en poco para que muerdan el anzuelo los invasores y crean se acercan a la capital, varias de las avanzadas francesas han sido capturadas, llevadas a corte marcial ¡Fusilados de inmediato! Los reportes hechos son falseados y regresados con soldados franceses que se les ha cortado la lengua para que desangrados no digan nada.
Los franceses no van solos, los generales conservadores se les han unido por medio de intercambios y defensas buscando como ellos dicen “Religión y Fueros” Leonardo Márquez, el capitán Tabera, Cobos y Taboada por el sur de la capital de Puebla esperan con siete mil hombres la orden para atacar al ejército de Oriente, Zaragoza está expectante, sabe que si el general Tomás Mejía se une a los invasores la batalla no tendrá conmiseración ¡Muertos se pueden dar si Mejía se les une! Es opción.
Arrecia las órdenes con el negociador – ¿Encontraste al general Tomás Mejía? – mientras toma el gran mapa topográfico de batalla para saber la ubicación exacta de cada batallón de ataque de los invasores a los que desde ahora se les denomina ¡Traidores a la patria! – ¡Si señor general! Se hicieron los arreos cómo usted nos lo indicó, una parte de los capitanes de avanzada llegaron con el general Mejía quien ni siquiera les recibió, al entregarle las peticiones las rompió y ordenó que si no se retiran para la mañana serán fusilados no sin antes decirles:
– ¡Es tiempo ya de guerra y debemos elegir el bando! – les dijo el general Mejía- Si con los que desean imitar a la república norteamericana que ni ellos se ponen de acuerdo si federalista o centralista o levantar las armas por el “Orden” ficticio que solo busca imponer el miedo para sostener la propuesta ¡Traidores unos y otros a la razón! Retiraos o escarmentarán su atrevimiento, decidle a Zaragoza que mi ejército está a la orden de la razón ¡Gobernarnos nosotros mismos! Sin ser una terrible copia de los norteamericanos.
Zaragoza sabe que Mejía le daría la victoria en múltiples batallas, a pesar de ser un conservador recalcitrante y enemigo acérrimo del presidente Juárez – que seguramente para estas fechas ya corrió a Texas o New Orleans para resguardarse como cada vez que hay conflicto ¡Se va a los brazos de los norteamericanos! Firmando acuerdos ¡Una y otra vez! Que solo entre ellos entienden- por primera vez en tal vez una de las batallas de mayor importancia ante un invasor le toca lidiar solo a este burel bravo de rostro napoleónico.
Cuando la invasión de los norteamericanos a México en 1847 Zaragoza apenas era un cadete que fue rechazado por los capitanes al verle endeble y falto de carácter ¡Esto lo forjó! Lo convirtió en el gran general del ejército de Oriente que ahora enfrenta al ejército de Napoleón ¡Odas! Poemas, vítores se han escrito a estos soldados invasores, la ruta comercial de Veracruz a Puebla le ha dado por mucho la fuerza de acompañamiento a los invasores ¡Se les surte de todo por medio de la Cámara de comercio española! Con ello llegan más fuertes y con la confianza para la gran batalla.
En sus adentros, como conciencia pura, Zaragoza sabe que el general Tomás Mejía es por mucho quien les puede dar ese toque diferente a la batalla ¡Admirado por todos los generales liberales y conservadores! Es menester de lograr una reunión antes de la inminente batalla que se espera este cuatro de mayo ¡Los coroneles del ejército de Oriente llevan ya varias batallas de amague al enemigo! Se cuentan los fallecidos por cientos.
– ¡Traigan al Maestre a la voz de ahora! – indicó Zaragoza a su mayordomía.
El gran Maestre es quien acompaña al general Zaragoza en esta campaña ordenada por el presidente Benito Juárez para parar de una y de forma contundente al enemigo invasor, es un hábil general retirado de todas las confianzas del general, pero tiene un pequeño defecto ¡Oscila entre pensamientos liberales y conservadores! Así sin freno. Mantiene la ecuanimidad de Zaragoza, pero también le hace hervir la sangre al decirle un equilibrio entre las decisiones del presidente – cada vez Juárez más disperso y distraído por los millones de dólares prometidos por los norteamericanos- el Maestre es la conciencia del general en este bullicioso momento de incertidumbre.
El Maestre viste de gallardo uniforme liberal de grado, es un coronel de sangre y linaje, su padre libertador de los batallones de la gran orden de los Dragones de la Reina –aquella cofradía militar en donde estuvieron todos los generales insurgentes sin excepción- no tiene un ojo y utiliza un ligero parche de color canela para evitar mostrar su cuenca, hábil estratega – pocos saben que fue capitán del ejército de libertad del general Tomás Mejía a quien conoce y respeta, fusiló a varios capitanes liberales en pro de defender de sus abusos a la población en las guerras de reforma. Mucha de la fama del pinalense conservador se debe a los libros escritos por el Maestre que son un éxito de adquisiciones por las odas a las batallas.
Cuando llegó a la casa de campaña observó que el general Zaragoza se prepara para la monta – ¿A dónde nos dirigimos general? – directo preguntó – ¡Tome su monta vamos a tomar camino! – salieron los dos a todo galope del campamento sin dar aviso a la tropa o señal de mando, le sigue un escuadrón de caballería para escolta ¡Sus capas al galope les hace mirar como fantasmas de negras intenciones! No hay brillos de charreteras o fistoles – para eso son las capas les permiten salir de sus áreas sin ser reconocidos- tomaron el rumbo de la sierra para acercarse a una población de donde avisan los espías liberales que pernocta un ejército conservador, tal vez esperando la señal para cerrar la pinza con el gran ejército aliado del general Márquez y Taboada.
¡Al ir a todo galope un escuadrón de la guardia francesa le hace al paso de escaramuza! Sin disminuir la velocidad Zaragoza saca su espada y le asesta en el costado el afilado hierro de brillos dorados al soldado de caballería que se le puso de cuerpo ¡La espada le atravesó! Solo una tos flemática se escuchó ¡Cayó de la monta! El escuadrón de caballería del ejército de Oriente sabe perfectamente qué hacer ¡Ponerse de costado al receptor e insistir en la espada como medio de salvaguarda! – maniobra ejecutada de la gran escuela militar de Tomás Mejía y que ahora todos los ejércitos de México ejecutan-.
Continuaron con el enfrentamiento cuerpo a cuerpo ¡Entrelazan montas! Dónde igual de conservadores que liberales se tiñen en rojo de cestas al filo del acero ¡Cayendo sobre el camino! Continuaron así por toda la vereda a gran velocidad cuando tres montas conservadoras se hicieron al filo de Zaragoza y el gran Maestre ¡Les derrumbaron lazando unos piales a los cuartos delanteros! Hábilmente rodaron el general del ejército de Oriente y su compañero, cuando regresaron en sí tenían el sabor de la espada del general Tomás Mejía debajo de su mentón.
Zaragoza aún mareado trata de buscar sus espejuelos para observar mejor quien le tiene a merced ¡Es el propio Mejía!
– ¡No te levantes general! – mientras con su pie Mejía avienta la espada de Zaragoza a un lado – ¡Rápido revisadles para ver si tienen alguna orden del traidor vende patrias de Juárez! – los escoltas de Mejía levantaron al Maestre quien se lastimó el brazo ¡Posible fractura! Lo dejaron de rodillas y pusieron una espada debajo de su nuca.
-Mi general Zaragoza ¡Qué honor y huevos de venir a visitarnos en una escaramuza personal! Por mucho pudimos traspasarle con el fierro sin temor y esta batalla con los franceses la diéramos por perdida sin siquiera haber tenido enfrentamiento entre ejércitos ¡Sus escaramuzas distan mucho de lo que le enseñé a tu gran Maestre! Míralo ¡Mi mejor capitán de batallas! Ahora sigues sus indicaciones ¡Esta idea tan estúpida no se le habrá ocurrido a él! Eso no fue lo que le enseñé.
-Deseo general Mejía en nombre de México obsequiarle una solicitud ¡Pero dadme el beneficio de hablar a solas! – Zaragoza hace de levantarse y lograr estar a la paridad de la ocasión, Mejía no se lo permitió. – ¿A solas? – volteó la cabeza Mejía y dio la orden de disparar a todo el escuadrón de Zaragoza ¡No dejaron a nadie con vida! – ¡Ahora sí general estamos solos! Pero qué descortesía de mi parte – cambiando el semblante- levántese y permítame ser cortés.
Caminaron apenas un simple tramo ¡Zaragoza renquea su pierna izquierda! Medio tunco camina, pero se va reponiendo ¡Ahora sí está solo! Piensa, el gran Maestre fue muerto de un tiro y todo el escuadrón en el suelo desangrándose ¡No se observa sobrevivientes! Está a camino de medio día ¡Si no lo observan al corte de comida en el campamento saldrán a buscarle! Es su única esperanza.
La casa de campaña de Mejía es sencilla pero pulcra, todo en orden, limpio, aseado cualquier utensilio ¡Tomó dos copas y las llenó de un oscuro tinto! Le ofreció una a Zaragoza ¡Quien la bebió hasta el fondo! Luego le dio unas guanábanas peladas y ciruelas amarillas ¡Que de inmediato dio por saborear! Sacó sus distintivos cigarros de cuba y entre ambos tratan de calmar los ímpetus. El general del ejército de Oriente tomó la palabra.
-Mire general no ando en tiempos de rodeos ¡Por México que deseo se una a nuestro ejército! Dejad de ser el perseguido e indicado por los periódicos ¡El escondido traidor! Le describen ¡Usted es más valioso que cualquiera de nosotros! No vuelva sus ojos a Juárez ¡Ahora somos los ejércitos mexicanos contra el invasor! Sus generales leales como Márquez y Taboada ya están del lado de los franceses ¡Arread su corazón a la causa justa!
Los avisos de capitanes, generales y del propio Manuel Doblado secretario plenipotenciario de relaciones exteriores – que por su culpa están los franceses aquí al no saber negociar- le han insistido de su actuar a favor de México – ¡La causa justa de todo lo que su merced sabe hacer mi general! Utilice su corazón para saber de qué lado está ¡Si los franceses ganan no tendremos patria! Se repartirán como perros nuestra geografía- le mencionaba Zaragoza.
Mejía ha tenido varias pláticas con sus capitanes y coroneles, cada día se ensancha el ejército francés, la ruta comercial de los españoles engrosan sus entusiasmos y se dice que siguen desembarcando soldados ¡Esto será una masacre! Pensaba Mejía. Caminó un poco de un lado para otro – costumbre de su daño emocional por tantas batallas- saborea cada uno de sus copos de tabaco haciendo círculos con el humo, se sentó frente a Zaragoza y regresándole su espada trató de ser claro.
-Cuando los norteamericanos nos esperaban en las laderas de la Angostura en mi cabeza venían una y otra vez escenas de victoria, muchos de los soldados americanos ni siquiera habían visto a un soldado mexicano ¡Pensaron éramos simples campesinos con piedras y palos! Cuando en plena batalla mis hombres caían desangrados o desmembrados por los cañones ¡Tus periódicos se burlaban del ejército del generalísimo Santa Anna! Mintiendo una vez y otra acerca de la verdad del frente de batalla ¿Cuándo se acercaron tus ejércitos liberales a ayudarnos con sus hombres a combatir? Muchos de tus generales a motu proprio se acercaron y juntos logramos sacarlos ¡Nadie ayudó al ejército conservador a resistir la invasión! Perdimos una gran cantidad de territorio geográfico que también ¡Nunca se volteó a ver! Abandonados nuestros mexicanos que quedaron en esas tierras ahora son norteamericanos a los que tu presidente Juárez les rinde pleitesía.
Zaragoza solo hace de pensar en lo que su gran Maestre continuamente le decía: ¡No disertes con el general Mejía! Es tan contundente que en una plática te puede voltear a su bando ¡Un intelectual de la guerra! Por eso le llaman el Mesías. Nuevamente Mejía tomó la palabra.
-Te voy a regresar a tu casa de campaña intacto. – ¡Pero eso no es posible mis hombres te acribillarán! – ¡Tus hombres me respetan y conocen! Ninguno se atreverá siquiera a tocarme, en lo que consigna a unirme en esta invasión no me es posible porque tu presidente Juárez ha mancillado por mucho el sistema económico de México dejándonos en la ruina ¡La corrupción y el robo incesante de tus liberales nos tienen en un palmo de narices! Solo te solicito un favor ¡Defiende México como nosotros defendimos ante los invasores! Obtendrás la vitoria ¡Si así lo propones!
¡Un escuadrón sale a toda velocidad hacia los fuertes en Puebla!
Escoltan a un prisionero que deben dejar en la casa de campaña del mando militar supremo a la orden de no dejarse intimidar por ninguna escaramuza invasora o liberal ¡Les acompaña el general Tomás Mejía! Diestros jinetes le hacen ver de fuerza y sagacidad en la monta – ¡Estas habilidades deben ser puestas en favor de la patria! Pero a veces las competencias las utilizamos para confrontarnos y así partirnos ¡Nos vence el invasor! – piensa el general Ignacio Zaragoza Seguin- ¡Mientras que doma su monta a igual galope con habilidad aprendida!
Continuará…