“Cuando tenía 19 años, no pude ir a la universidad porque provenía de una familia pobre. No teníamos dinero, así que iba a la biblioteca, al menos, tres días a la semana, leía cada libro posible. A la edad de 27 años, de hecho, completé toda la biblioteca en lugar de la universidad. Así que obtuve mi educación en la biblioteca y de forma gratuita. Cuando una persona quiere algo, encontrará una manera de lógralo” Ray Douglas Bradbury. 22- VIII- 1920, Waukegan EE. UU, Los Ángeles, California, 5.-VI 2012
El primero de enero de 1818 se publicó Frankenstein o el moderno Prometo, de la autora inglesa Mary Shelley; los eruditos la consideran el inicio de la narrativa de la Ciencia Ficción, que reúne en su temática. a elementos científicos y tecnológicos que ocupan un lugar primordial en su desarrollo. Julio Verne-considerado por muchos como padre de esta corriente literaria-, H. G Wells, Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, George Orwell, H. P Lovecraft, William Gibson, Margaret Atwood, Aldous Huxley, Dan Simmons, son algunos nombres en la prolífica lista de autores destacados; en Latinoamérica forma un movimiento que crece cada día como explosión de la imaginación, como señala Rodrigo Bastidas, cofundador de Vestigio editorial, dedicada a la publicación de obras de este catálogo que intenta: “apropiarse del futuro y construir nuestras propias formas del porvenir, potenciadas por -la- ciencia ficción”, territorio lingüístico, fusión de fantasía con elementos científicos, para en el mejor de los casos: ser mensajero del futuro, en ocasiones, más impactante que la realidad. La época de oro de la Ciencia Ficción, inicia en los primeros años de la postguerra, obras y creadores surgen en los cincuentas del siglo XX; en una propuesta de encuentro entre lectores y futuro, que se abre paso en el gusto masivo, logrando un espacio para desarrollarse.
En otoño de 1953, de la autoría de Ray Bradbury, se publicó: “Fahrenheit, 451”, el titulo hace referencia a la temperatura en la que el papel, de los libros se inflama y arde. Considerada clásica, de esta vertiente narrativa, fue llevada al cine, en 1966, por el director francés, François Truffaut, convirtiéndose en una clásica del 7º arte. Cuenta visualmente de la sociedad norteamericana del futuro en la que los libros están prohibidos, y que lo bomberos tienen como misión quemar a los que encuentren; utiliza para llevarnos por el relato tres partes: la primera “era estupendo quemar”; la 2ª La criba y la arena y el final o tercera fuego vivo; considerados en la trama por el gobierno estadunidense, peligrosos por producir, infelicidad, inquietud, desasosiego; por ofender y molestar a la ciudadanía; por denunciar los daños que producen los medios de comunicación masiva. Un bombero del futuro, Guy Montang, contento con su estatus laboral, de pirómano de libros, conoce a Clarisse McCIellan , la relación se convierte en una puerta para que Guy pueda sentir la otra parte de la vida; que le permite ver lo que está lejano al común denominador de una sociedad automatizada y condicionada para obedecer lo que le impone la clase dominante; la cita nos permite incursionar en una de las obras de mayor transcendencia, atisbar por medio de un instrumento literario, un posible futuro aterrador donde el libro sea objeto de persecución y destrucción, condenando a la humanidad a la barbarie.
El autor norteamericano dejó directrices para los cultivadores del género, entre ellas cito: Los escritores pueden ser amados no reemplazado; vivir en la biblioteca; enamorarse del cine; escribir con alegría, escribir no es un negocio serio, si una historia comenzó a sentirse como un trabajo, desecharla y comenzaron nueva; deshacerse de los amigos que no creen en uno. Su formación autodidacta lo llevó por rutas más allá de la academia y las mafias literarias”, dándole un horizonte diferente al acartonamiento que caracterizaba a los que se creían genios de la época.
Los últimos títulos producto de su creatividad fueron: “Matemos todos a Constante”; “Más rápido que el ojo”; “Columna de fuego”; “El maravilloso traje color vainilla”. El cinco de junio de 2012 en Los Ángeles CA. cerró los ojos y entró a la inmortalidad. Su final fue lamentado por una buena cantidad de lectores que entendieron que un genio dejaba el mundo físico y se convertía en lenguaje trascendente; un clásico de la novela contemporánea que con su trabajo enriquecía la imaginación y la cultura. Su catálogo comprende más de veinte novelas y casi 600 historias, también guiones cinematográficos entre ellos el celebrado Moby Dick. El director Steven opinó sobre el autor: “Fue mi musa durante a mayor parte de mi carrerad3 ciencia ficción. En el mundo de la ciencia ficción, la fantasía y la imaginación, Bradbury es inmortal
El territorio de la Ciencia Ficción es amplio y subyugante, lo mismo cuenta de robos, viajes espaciales, culturas y formas de vida lejanas a la vida terrestre; existencias de tecnologías relacionadas con la ciencia pero que todavía no son demostradas fehacientemente o no existen en la actualidad. En el presente encontró un espacio propicio para su desarrollo en el cine y la televisión, lo que permitió que su impacto masivo creciera. Sus características principales son: tecnologías como maquinas del tiempo; mayor poder de comunicación en menos páginas que la novela tradicional; plantear en su esencia en algún elemento científico con mayor relevancia en la historia que en la realidad; manejo de galaxias, planetas, seres más allá de la vida física; exponer universos novedosos, sentar bases para la continua innovación de la sociedad actual. Ray Bradbury es uno de sus pilares, leerlo es incursionar en una tarea literaria que deja honda huella; conocer sus resultados literarios nos lleva por caminos del relato distintos a lo simple y común que se ha apoderado de buena parte de la narrativa moderna, donde la repetición temática campea a toda vela. Con motivo de su fallecimiento Stephen King escribió como epitafio; “Ray Bradbury escribió tres grandes novelas y trescientos grandes historias. Una de estas historiase tituló El sonido del treno, hoy es el trueno de los pasos de un gigante que se desvanece. Pero sus novelas e historias permanecen en toda su resonancia y extraña belleza. Sin Bradbury, no hay Stephen King.