La comunicación telegráfica entre el general Ignacio Zaragoza Seguin es constante con su Ministro de Guerra, no solo en la solicitud de soldados, municiones y arreos de guerra sino en el control y seguimiento del avance de los franceses que se aproximan a los fuertes que custodian, sus capitanes que en constantes escaramuzas prueban el poderío de los invasores le dejan claro que la batalla se aproxima.
Debe ser cauto y evitar a toda costa pensamientos de derrota, su joven maestre de armas le ha enseñado que la mejor manera de ganar una batalla es visualizando cada acción de su complejo sistema de ataque ¡Que la viva cómo si ya estuviera levantado en armas! Que sintiera a cada soldado cómo una extensión de él, las órdenes radican en solo dejar que la batalla fluya -Si usted visualiza su batalla palmo a palmo en cada uno de los ojos de sus soldados ¡No habrá derrota que se presente! – le instruía su maestre.
– ¿Quién le enseño eso estimado Maestre? – le pregunta Zaragoza – Un hábil enemigo, mi capitán de batallas contra la invasión norteamericana ¡El general Tomás Mejía!
Zaragoza pensaba en toda la fama del general Mejía, aquel al que apodan “El Mesías” pero que solo era puesto a las órdenes de los conservadores – aquellos mexicanos que piensan regresar al sistema económico de la Nueva España en donde la iglesia católica era preponderantemente activa y todo gira alrededor del comercio de la plata- se sabe inclusive que mantiene uno de los ejércitos conservadores de mayor número, esta invasión francesa, que rumoran pronto estará del lado de los invasores- ¿Cómo es Mejía ya en el corto de todos los días? Seguro realiza estrategias, toma notas y escribe sus memorias – pregunta el general.
-Se sorprendería señor que es una persona con mucha fuerza de fe, no aquella de sacrificios y valle de lágrimas, donde se pide perdón siquiera por respirar ¡No! Es un creyente que está aquí para cumplir un plan que él mismo diseñó, como le llama “¡Un facilitador de la victoria!” Mejía profundamente considera que la victoria ya existe, que uno la debe dejar bajar de alguna parte de su imaginación, él lo dice así:
“… si hubiera una razón para lograr explicar la victoria en batalla, es porque desde la gloria uno escoge en su imaginación tomar con sus manos el triunfo o, como también es opción, darse a la derrota tan solo la noche anterior o instantes previos a la batalla al tener pensamientos constantes de perder ¡No conozco la emoción de perder! Nadie me la enseñó y como no la sé ¡Solo obtengo la victoria!”
Zaragoza le da un tono a disparate lo dicho por Mejía, quien expulsó a los Apaches en las guerras en Chihuahua, atoró a Taylor en La Angostura el derrotar al mayor ejército norteamericano invasor, derrotó a un sinnúmero de generales liberales, incluyendo al propio Manuel Doblado a quien le perdonó la vida, igual que a Mariano Escobedo, Mejía es por mucho el general de mayor rango y respeto en estos días, acercarlo al gran Ejército de Oriente que espera a los invasores franceses en Puebla será un bálsamo.
– ¿Sabe en qué lugar encontrar al general Mejía gran Maestre? – pregunta Zaragoza. – Temo que no está a distancia de aquí, es un hábil estratega, seguro se mantiene al tanto de esta próxima batalla, si me da permiso deseo poder interceder para que logremos se aproxime con su numeroso y hábil ejército – se alineaba el Maestre. –El presidente Juárez le ha insistido al cansancio de su participación, me temo que no declinará hacia nosotros. Mientras se hace el despido Zaragoza escribe el mensaje que se dirige hacia Veracruz vía telégrafo:
“Por la diligencia de mañana sírvase mandarme trescientos zapapicos, doscientas barretas y ciento cincuenta palas o las más que sean posibles. Zaragoza.”
3 de mayo de 1862, Hacienda de Callejas, población cercana a Córdoba, Veracruz.
Algunos interesados en que los franceses continúen invadiendo parte del territorio mexicano se reúnen con Juan Nepomuceno Almonte, hijo natural del generalísimo José María Morelos y Pavón, son los comerciantes españoles que justo la invasión pasa por toda su ruta de negocios, mismos que al estar bien organizados y al tanto de las necesidades de la época han tenido como premio menguas ganancias en doblones de oro, además de la promesa que expandir esta ruta hasta la pequeña ciudad de la puerta de tierra adentro, a la que llaman Querétaro, les dejaría un panorama que triplicaría sus ganancias.
Es probable que a esta reunión asistan también algunos generales conservadores, en especial esperan la llegada del que nombran “El Mesías” un gallardo jinete de apocalíptica fama, no solo por la efectividad de sus hombres sino por el valioso tenor de honorabilidad y calidad de persona ¡Aunque su fama precede de dantescas escenas en batalla!
Los representantes de los comerciantes españoles están organizados en lo que en Europa se le denomina Cámara de Afines o de Lores, la cual permite contar con un presidente, vocalías y representantes de cada gremio, por ejemplo, un representante de los productos de vinos, uno más de los quesos y lácteos, otro de carretas, así el orden y la toma de decisiones va en conjunto y no solo para el beneficio de uno solo. Juan Nepomuceno Almonte representa a la comitiva que busca dentro de su conservadurismo volver a ser como la economía de la Nueva España, son ellos quienes visitan diferentes casas reales para ofertar al más valiente y digno de tal presea ¡Se emperador de México!
Toma la palabra: – ¡Que rimbombancia tengamos todos la mejor de las tardes! Es un gusto coincidir con tan altos representantes de esta cámara de comercio de españoles organizados, que sabemos esta invasión ha permitido hacer valer sus productos a delicados paladares, mismos que ahora se disfrutan. Sabemos de primera mano que al subir los precios a los invasores también arrullan sus fortunas, la ruta de comercio se expande y robustece, deseando que estos parabienes duran más años.
– ¡Para que ello suceda debemos mantener a los franceses lo más adentro del territorio! – anegaba el presidente de la cámara – Sustentar este paso solo será posible si nos mantenemos unidos y dejando fuera a cualquiera que desee lo contrario ¡Por la invasión! – alzó su copa – ¡Por la invasión! – le contestaron a grupo.
Continuó la charla acerca de lograr firmar un pacto de adhesión a la invasión, misma que dejaría un antecedente que desde el primer día que pusieron el pie los comerciantes estuvieron al tanto de lograr mantener al ejército francés con sustento de productos de calidad.
¡Así lo signaron! Todos están contentos y llenos de emoción de que estos comerciantes organizados logren tomar decisiones definitivas del tiempo que se aproxima – ¡Los franceses es lo mejor que nos ha llegado a estos territorios! Podemos ver gallardos y jóvenes soldados que seguramente vienen a mejorar la estampa de nuestros nacionales ¡Mis hijas ya están en constantes postal con algunos de ellos!
Con la llegada de los primeros franceses que invadieron México – noviembre de 1838- las familias poblanas y veracruzanas se tiñeron del “bleu francés” algunas regiones se culturizaron y se establecieron alianzas entre comerciantes, franceses, adinerados e importantes gobernantes, con esto comenzó a llevarse a cabo la naturalidad de que rubios afrancesados es la moda de entre los jóvenes, dejando a un lado la esencia de la estirpe local ¡Ser rubio abría las puertas a un pensamiento de mejora! Con ello, el desplazamiento de soldados nacionales a la mejor opción de tener un gallardo rubio francés en la familia, a esto la gente le llamó “El postín” con la idea de que todas las mujeres casaderas desde ahora, deberán escoger estirpe europea para considerarse por un tono mayor que los demás. Así se demostró en infinidad de argumentos culturales.
Familias que mandan hacer una pintura de los miembros y se tenía “la pésima suerte de contar con facciones de afrodescendientes en toda la familia” – por cierto, Veracruz y Puebla llena de ellos- el pintor debía blanquear la piel haciéndola rolliza y blanquecina; los escritos que se imprimen dejaron de hacer el romanticismo de vereda y las historias de cañada con los briosos jóvenes mexicanos, para cambiarlo al sinquehacerado francés de botas y uniforme militar – aunque no tuviera una moneda por quebrado- ¡Es rubio! ¡Y guapo! -Dicen las matriarcas que hacen a la labor de lazarillo cupido con sus hijas en edad de merece.
¡Pero no paraba ahí! Los jóvenes al verse imposibilitados por la competencia de los invasores del treinta y ocho, optaron por ingresar a los colegios franceses que posteriormente se abrieron, al tratar de saber más de aquella cultura, comenzar a hablar con acento francés y fueron mejor recibidos por las familias veracruzanas y poblanas.
Es por este motivo que tanto la cámara de comercio de españoles avecindados en México, las familias adineradas y cualquier persona que deseara un puesto de la política local de relevancia, fueran conservadores o liberales- debían de tener algún tono francés, los rublos, nombre, casa donde viven, un estilo de carruaje…etc.-.
Cuando llegó nuestro general Tomás Mejía rodeado de su escolta personal causó un revuelo ¡Que casi termina en zafarrancho! El tono de gallardo general mexicano, en brioso uniforme conservador, aquel de pechera rojas e hilos de oro con botas de azabache brillo. Su espada de general y su fuerza de haber tejido su rostro con la muerte de enemigos y mansalva de piedad ¡Le hacen brillar por encima de los concurrentes! Su caminar marcial hizo que inclusive los que están en la última parte del salón ¡Se tengan que poner de pie ante tal personaje!
¡El general Tomás Mejía pasó por en medio de todo el salón! Tal cual se abrió ante su presencia, lo recibió Juan Nepomuceno Almonte quien con vítores y abrazos ¡Alzando su mano derecha ante la concurrencia! Lo lleva al estrado. Sus escoltas le cuidan y tratan de que la gente no se acerque demasiado ¡Es un héroe de vivas manías! Todos aplauden y gritan al unísono – ¡Mesías! Mesías… ¡Voltead a mí! – le entonan.
Un grupo de cotorras matriarcas le hacen al palmillo de comentarios – ¡Es más bajo de lo que pensé!, ¡Mirad su estampa! Es tan común como cualquiera de mis cuatreros, ¡Mi hija ni en sus mejores quimeras se atrevería a pensar en él!, ¡Le amputaré la mano a mi hija si se le ocurriera escribirle sus cuitas!, ¡De innegable falta de estirpe! Innegable – todas ellas al son de cubrir el esbirro de sus comentarios, mientras con los abanicos que porrean su mal olor de semanas sin bañarse –así se usa-.
Cuando llegó el general Tomás Mejía al estrado se hizo de su espada que sacó y mostró a la concurrencia, al son de los gritos y vítores ¡Las jóvenes casaderas hacen por acercarse y lograr tener una mirada del tenor! Mientras sus madres hacen por jalarles de sus brazos para que ni siquiera piensen en hacerlo ¡El jaloneo es visto por Mejía! Quien amablemente sonríe. Juan Nepomuceno Almonte toma la palabra:
– ¡Alcemos un vítor por nuestro general! – ¡Viva el general Tomás Mejía! – el eco. –Señoras mías, señoritas, honorables de la cámara de comercio de españoles avecindados en la ruta comercial Veracruz Puebla, me es de cordial manera presentarles al generalísimo y excelentísimo Tomás Mejía ¡Héroe de Batallas interminables! ¡Custodia de nuestra santa madre Iglesia! ¡Relicario de la única verdad nuestra santísima Madre de Guadalupe! ¡Hijo de estas tierras de fe y esperanza! Todos al tono de ¡Viva nuestro héroe! – ¡Viva! – alzó la voz el total de la concurrencia.
Ya con más calma, pasando la euforia de que al general Mejía casi le dejan desnudo las impetuosas casaderas ante el regaño constante de sus hediondas madres, le es trasladado hacia el cuarto de acuerdos, donde el presidente de la cámara y sus vocales, Juan Nepomuceno Almonte y la escolta del general tendrían modo de corresponder la invitación a tonos firmes, después de las presentaciones se hizo la petición en voz de Almonte.
– ¡Sin preámbulos señor general! Deseamos de todo corazón custodie la retaguardia del ejército francés para evitar a toda costa que sostengan retirarse, de alguna u otra manera estamos seguros que saldrán victoriosos, pero necesitamos de su ejército para solventar que permanezca el estatus quo ¡Sin olvidar que esto a cambio de una jugosa ganancia!
Mejía ahora es un hombre curtido en la batalla, sus disertaciones de la vida están alineadas a un solo propósito ¡Victoria para Dios Santísimo! Persona sin dobleces ni arrebatos ¡Es una oda viva! Poeta y ensalzado lector de doctrinas y filosofías ¡El tiempo le ha dado la madurez propicia! No es ningún aprendiz. Tomó su cigarro, lo prendió y saboreó cada uno de las notas que le recuerdan batallas y buenas lecciones al cerrar sus heridas de la mente ¡Cree con certeza que es ungido! Comenzó:
-Sus mercedes si yo fuera un verdadero Mesías, iría a sus negocios y voltearía todas y cada una de sus mesas llenas de doblones de oro, patearía a todos y cada uno de sus descendientes y les cortaría sus cabezas – ¡Todos sudaron! – el nombre de nuestro Santo Padre no se usa en sí, siquiera en el vulgar tenor de saberse que no defiendo moneda alguna – ¡Sacó una gran moneda de oro de cincuenta gramos! La aventó al suelo- ¡Recogedla perros adinerados! Vi como cuchicheaban a mi entrada, sentí el desprecio por mi color de piel ¡Por no ser el gallardo francés! He defendido las causas más nobles de estas tierras ¡Verdad, caridad y probidad! No me rindo ante nadie ¡Mucho menos ante comerciantes que ofertan sus productos al invasor! Son unos perros miserables- ¡Sacó su espada y la puso en la barbilla del comerciante! Sus hombres hicieron lo mismo con cada presente.
– ¡Negaré que esta reunión se llevó a cabo! Deseando les quede claro ¡Defiendo una idea profunda! Que podemos vivir en paz gobernándonos a nosotros mismos ¡Los franceses solo traerán el orden! Después se retirarán ¡Es un hecho! – bajaron las espadas saliendo caminando por la puerta principal ante el igual zafarrancho del principio ¡Los comerciantes solo se hacen de volver del susto!
Continuará…