Los consumidores están empezando a pagar por la transición energética y no están contentos con ella, indicó The Wall Street Journal.
Señaló que los Gobiernos que estuvieron entre los primeros del mundo en adoptar legislación climática intentaron aliviar la transición motivando a los consumidores con subsidios, pero ahora tienen problemas de liquidez y muchos están pasando la factura al consumidor.
El Journal destacó que se están reduciendo los subsidios, se están introduciendo gradualmente impuestos vinculados a las emisiones de carbono y las normas que exigen renovaciones costosas están empezando a tener efecto.
Muchos consumidores, incluidos aquellos que apoyan ampliamente la transición energética, no están dispuestos a pagar.
Los agricultores han sitiado París y otras capitales europeas por sus planes de eliminar los subsidios al diesel y los hogares alemanes se han rebelado contra la exigencia de sustituir las calderas de gas contaminantes.
En California, los propietarios de viviendas y las pequeñas empresas que buscan instalar paneles solares se topan con nuevas reglas de medición que reducen en aproximadamente tres cuartas partes la cantidad de dinero que pueden obtener por vender electricidad nuevamente a la red.
Los Gobiernos prepararon una serie de medidas climáticas hace años, cuando las tasas de interés eran bajas y el suministro de energía parecía abundante.
Ahora esos cambios están entrando en vigor y los Gobiernos se enfrentan a un nuevo cálculo.
Pero las guerras en Ucrania y Gaza están obligando a los Gobiernos occidentales a gastar más en defensa mientras se enfrentan a mayores costos energéticos e inflación.
Tres cuartas partes de los consumidores de energía afirman que ya han hecho todo lo posible para ser sostenibles, según una encuesta de 100 mil personas en 20 países realizada por Ernst & Young.
“La transición energética está cayendo sobre los hombros de las personas de ingresos bajos y medios de manera desproporcionada”, sostiene Fatih Birol, jefe de la Agencia Internacional de Energía, con sede en París, cuya tarea es mantener a los Gobiernos encaminados para cumplir sus objetivos climáticos.
“Lo peor para la transición energética es que se perciba que está hecha por y para las élites”.