Primero definiciones
Banksy
Banksy es un pseudónimo de un artista callejero, activista político y director de cine, se asume que vive en Inglaterra. Sus obras a menudo combinan humor negro con graffiti ejecutados con una técnica distintiva de uso del stencil. A pesar de su popularidad, su verdadera identidad sigue siendo desconocida.
Derecho de expresión
El derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que describe sus elementos fundamentales como derecho consustancial a todas las personas. Posteriormente, ese derecho ha quedado protegido en infinidad de tratados internacionales y regionales.
Grafiti
Los grafitis son, en términos generales, escritos deformados y estetizados que dejan registro del nombre de su autor, también denominado tag. Se realizan principalmente con pintura en aerosol, haciendo en algunos casos variaciones con látex, esmaltes e incluso plumones.
El grafiti es el medio de comunicación y expresión más frontal, pues su autor de forma anónima y fugaz expresa sus ideas y sentimientos. Es una manera de hacer declaraciones públicas importantes de todo tipo.
El grafiti, se debate si es vandalismo o arte, sin embargo, en Berlín el grafiti es legal si le sube el valor a la propiedad y es un crimen si le baja el valor a la propiedad. Esto es un paradigma que deberíamos de extrapolar en estos tiempos donde vivimos una realidad grafiteada. La verdad, la postverdad, la verdad histórica, las noticias falsas, la mentira y los otros datos. Todos estos recursos mediáticos son grafiti de la libre expresión y de la comunicación.
La libre expresión está sufriendo un tratamiento similar al grafiti y por eso es importante mencionarlo junto a Banksy y el paradigma si el grafiti mediático sube el valor de la propiedad deja de ser un crimen. Lo mismo debiese de considerarse las manifestaciones pacíficas dentro de las universidades esta semana en Estados Unidos. Las manifestaciones se consideran grafiti y vandalismo. Dónde está la justicia y la legalidad, cuando un país como los Estados Unidos arresta a una serie de estudiantes, para que no vaya a haber violencia, y simultáneamente permite que bombardeen escuelas y hospitales con premeditación, alevosía y ventaja. Es la fórmula del grafiti al revés, un bombardeo de civiles no es vandalismo, pintar una pared merece cárcel..
Cuando Picasso, indignado, pinta el Guernica, una pintura fuera de serie que muestra un pueblo en un momento de terror. fue en una situación similar, el bombardeo del pueblo de Guernica, un acuerdo vil entre Franco y Hitler para experimentar que sucedía si se hacía un bombardeo de civiles. España le permite a Hitler bombardear Guernica para probar armas y resultados, sólo por experimento. Franco nunca fue acusado por crímenes en contra de la humanidad. La sociedad civil decidió que no había que darle nombre a sus atrocidades, el grafiti realmente debería de ser castigado.
Regresando al derecho de expresión, como una libertad mínima ante las atrocidades, debe de haber un respeto absoluto a alguien que no está de acuerdo a una matanza de civiles, sin embargo varias universidades esta semana en Estados Unidos han generado demostraciones pacíficas buscando que se resuelva el problema del genocidio que está provocando Israel en Gaza. La respuesta de las administraciones de las universidades han llamado a la policía y ha habido cientos de arrestos. En algunos casos excepcionales, la policía se ha rehusado a acudir bajo el argumento de que son demostraciones pacíficas sin violencia.
Estamos viviendo tiempos extraños, Donald Trump puede anunciar cualquier acción ilegal que se le ocurra y parece que por que la mandó por Twiter y la hizo pública la considera, él mismo, que ya es legal. Por otro lado cualquier persona dice que tiene otros datos y ya los argumentos se diluyen sin conclusión, ni respuesta. Nuestros políticos han hecho que todo sea irrelevante. Mañana sale que murió Carlos Santana y solamente es un ejercicio alarmista de “Fake News” y no pasa nada. Sin embargo la vida se atora cuando “Wikileaks” publica algo que es la verdad y resulta que no hay ninguna intención institucional de publicar verdades y Julian Assange debe de ir a la cárcel.
El caso Palestina es un genocidio andando. Vivimos una especie de dislexia, donde ya no sabemos si el grafiti ideológico que vivimos le sube o le baja el valor a nuestra propiedad, llamada “nuestro Mundo”. Movimientos globales requieren juicios globales de cultura del grafiti. Si las acciones le suben el valor al mundo, son legales, si le baja el valor al mundo, son un crimen. La generación sistemática de pobreza es un crimen.
En un panorama político empañado por la división y la desilusión, me gustaría proponer un ejercicio imaginario, un candidato sorprendente para cambiar el status quo: el enigmático artista callejero conocido sólo como Banksy. Con sus obras de arte que invitan a la reflexión y su enfoque intrépido para desafiar a la autoridad, Banksy ha capturado la imaginación de millones de personas en todo el mundo, generando llamados para que asuma el cargo más alto de cualquier país. Efectivamente la propuesta es candidatearlo para que pueda ocupar la presidencia de cualquier país.
Si bien la candidatura de Banksy pudiera parecer poco convencional, sus credenciales como defensor de la justicia social y la libertad de expresión son irreprochables. A través de sus icónicos murales e instalaciones subversivas, Banksy ha abordado cuestiones que van desde la desigualdad de ingresos y la degradación ambiental hasta la corrupción gubernamental y los abusos de los derechos humanos.
¿Pero cómo sería una presidencia de Banksy? Para empezar, probablemente no se parecería a nada que el mundo haya visto jamás. Atrás quedaría la retórica rancia y las promesas vacías de los políticos tradicionales, reemplazadas por una refrescante dosis de honestidad, integridad y talento artístico.
Como presidente, Banksy utilizaría su plataforma para amplificar las voces de los que no tienen voz y destacar las injusticias que aquejan a la sociedad. Su administración estaría marcada por la transparencia, la rendición de cuentas y un compromiso firme con la defensa de los valores de la democracia y la libertad.
Pero quizás lo más importante es que una presidencia de Banksy serviría como una llamada de atención para el establishment, desafiando las estructuras de poder arraigadas e inspirando a una nueva generación de activistas y agentes de cambio a levantarse y exigir un mundo mejor.
Por supuesto, la idea de que Banksy se postule para presidente puede no ser más que una quimera. Después de todo, la verdadera identidad del artista sigue siendo un secreto celosamente guardado y su aversión a ser el centro de atención está bien documentada. Pero en un mundo desesperado por un liderazgo visionario e ideas audaces, la idea de una presidencia de Banksy ofrece una tentadora visión de lo que podría ser.
Entonces, mientras lidiamos con los desafíos del presente y miramos hacia el futuro con esperanza e incertidumbre, tal vez sea hora de preguntarnos: ¿por qué no Banksy para presidente? El Presidente anónimo.
Su primer discurso, hagamos un ejercicio imaginario para un nuevo mural de Banksy, el muro está vacío en Washington o Virginia. Unos policías “americano style” armados hasta los dientes arrestan seis señoras con bolsas para que dejen de “molestar”, esto sucede del lado izquierdo del muro; del lado derecho, un personaje de cuello blanco llega con una caja de balas y le surte armamento a un soldado con 6 ametralladoras, una bazooka y 6 bombas que automáticamente se están lanzando sobre un hospital que se encuentra en la extrema derecha del muro, el escenario está lleno de civiles y una niña está tratando de cerrar la ventana para que no pasen las balas…