El clásico del fútbol mundial volvió a teñirse de blanco. El club más laureado, el Real Madrid se impuso al Barcelona en un partido que deja un sinfín de lecturas. Más allá del resultado, la derrota deja un sabor amargo en el paladar culé, especialmente por la manera en que se produjo. Los supuestos errores arbitrales, ya recurrentes en este tipo de encuentros, volvieron a ser protagonistas, alimentando la eterna polémica y la sensación de injusticia en el barcelonismo.
Sin embargo, por parte del FC Barcelona sería un error caer en la narrativa del victimismo y no analizar lo que sucede dentro de su propio campo. Xavi, uno de los mejores mediocampistas de la historia, aún no ha encontrado (y no encontrara debido a su anunciada salida a final de temporada), la fórmula mágica para llevar a este nuevo proyecto a lo más alto. Su direccion técnica no ha podido afrontar el reto de dirigir a un Barça huérfano de su figura más emblemática: Lionel Messi. Si bien el equipo ha mostrado destellos de su ADN, la consistencia y la contundencia siguen siendo asignaturas pendientes. La crítica dura de los medios se empeña en considerar su gestión como un estrepitoso fracaso, cosa que no es del todo cierto ya que tampoco hay que olvidar que este mismo Barcelona, con Xavi al mando, es el actual campeón de Liga. Un título que no llegó por casualidad, sino fruto de un trabajo arduo y una filosofía de juego innegociable, pero esto, ya se ha olvidado. Las expectativas generadas sobre el Xavi DT fueron muy altas por ser uno de los prodigios de la Masiá y también, esas expectativas fueron totalmente relacionadas a lo que él generó como jugador: la maestría, y esta, no se ha cumplido. También hay que recalcar que dicha maestría mostrada, cuando jugador, sobre el terreno de juego y contra los rivales, en estos momentos es el principal motivo de encono en las criticas, las cosas como son.
Así mismo, se debe dejar claro que la gestión de contrataciones en el club blaugrana no ha sido la más adecuada y eso los lleva a que en estos momentos tengan poquísimas “primeras espadas” en la cancha y, sobre todo, en la oficina. Caso contrario a su eterno rival donde la principal estrella es su directiva y su brillante gestión. Repito, las cosas como son.
La vida sin Messi es dura, eso es innegable. El rosarino dejó un vacío enorme en el corazón del equipo y en el alma del barcelonismo. Pero también tienen que aprender a dejar ir y voltear a lo que mejor los ha representado: la cantera blaugrana, de la cual sigue brotando talento. Claro, esto sin perder de vista que no habrá otro Messi: el mejor de la historia de este deporte es irrepetible. Y esto no solo pesa al Barcelona, pesa a cualquiera que se declare aficionado al futbol.
A pesar de las derrotas, el Barça no puede, ni debe, traicionar su estilo e historia. Es un club donde las formas si importan, donde la belleza del juego y la filosofía del Cruyffismo son pilares fundamentales. Ganar es importante, sí, pero no a cualquier precio como sucede en otros clubes. El brillante camino recorrido por el cuadro catalán con Messi al mando, puso el listón muy alto, pero basta de mirar atrás y añorar ese concepto del gran viaje. Como bien dijo el poeta español Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar.” Y el Barça debe seguir su propio camino, sin desviarse de sus principios como ha sucedido últimamente. Los catalanes deben reivindicar el camino como un presente, recordando ese pasado, pero evitando que los obsesione a la hora de marcar su destino.
El club blaugrana debe mirar de frente y con la confianza de que, tarde o temprano, volverá a levantar la copa y a brillar con luz propia bajo su propio método y filosofía: su cantera. Y si eso no sucede, al menos debe quedar con la satisfacción de no traicionarse a si mismo en la búsqueda de un ganar a toda costa y con cualquier método.
La rivalidad debe mantenerse sana y por ello a todos nos conviene que una institución como esa, se levante, aprenda de sus errores y que sigua luchando por su legado alimentando una competencia y rivalidad que nos siga apasionando. La derrota duele, sí, pero no es el final. La vida y el futbol siempre regalarán otra oportunidad, afortunadamente siempre existirán otros noventa minutos para todos.
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