Todos los días, en las conferencias de prensa matutinas, el presidente se burla, agrede, descalifica, expresa frases aparentemente simples pero que encierran intenciones poderosas.
Lo cierto es que el presidente, en una forma o en otra, siempre dice lo que va a hacer, plenamente consciente de que puede hacerlo, incluso si sus acciones rompen con la legalidad. No es nueva la actitud ni el lenguaje. “Al diablo con las instituciones” dijo y lo ha venido cumpliendo.
En el avasallamiento de todo lo que se oponga a su designio, solo resisten el Poder Judicial de la Federación, aún no del todo colonizado, el INAI y el Consejo del INE, órganos colegiados y por lo tanto más difíciles de someter en el ejercicio de su independencia y autonomía.
Pero por intentos no ha quedado. En las conferencias matutinas queda el testimonio de las agresiones e insultos proferidos contra los ministros y a los integrantes de los órganos autónomos, todos dirigidos a socavar su credibilidad y deslegitimar sus resoluciones. El INE ha sido comparado con la santa inquisición y la Suprema Corte con un nido de corrupción y privilegios, solo por el pecado de exhibir la ilegalidad de sus actos y la improcedencia de muchas de sus ocurrencias.
Siendo grave la descalificación de los actos jurisdiccionales, lo más delicado es la persistencia, la contumacia con la que desafía leyes e instituciones para imponer su voluntad, lograr sus objetivos. Estos tampoco los disfraza, especialmente ahora que llega al final de su sexenio con la firme intención de definir su sucesión.
Recién, por enésima ocasión, el INE emitió medidas cautelares para frenar la injerencia del presidente en el proceso electoral. Suman más de 35 resoluciones que lo mandatan a respetar los ordenamientos constitucionales. Pese a ello, el presidente, reincide en desequilibrar la contienda y afirma que no hay motivo para anular las elecciones. Se cura en salud y expone la consecuencia que tendría su intervención y argumenta, cínicamente: “nada más que no se podría anular la elección porque no hay ningún motivo, pero además, imagínense ustedes –toco madera- pues solo que la irracionalidad los llevara a una situación extrema que sería el equivalente a un golpe de estado técnico, pero sería como soltar a un tigre, o a muchos tigres”.
Nada velada la amenaza para que la autoridad no exija que se cumpla con la ley. En pocas palabras, o le dejan hacer todo lo que convenga a su interés político o suelta al tigre o los tigres.
No es nueva la advertencia amenazante, con ella asustó a los banqueros y empresarios en el mes de marzo de 2018, cuando en la edición 81 de la Convención Nacional Bancaria celebrada en Acapulco dijo, que si hubiera fraude él se retiraría a Palenque y a ver quién amarraba al tigre. Textual…”el que suelte al tigre que lo amarre, yo no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral, así de claro”.
Diferente escenario, misma advertencia, con una muy grave diferencia; en 2018 él exigía que no se violara la ley, y hoy exige que lo dejen violarla. Ominosa advertencia, aunque no define a que tigre se refiere, si al que tiene al cuidado de los 22 mil servidores de la nación, al de la milicia tentado por el poder político y económico, o al del narcotráfico, violento y tolerado.
Curioso además que, para tal despropósito haya elegido una frase que Porfirio Díaz le dijera a Victoriano Huerta a pocas horas de abordar el Ipiranga en 1911… “Madero ha soltado al tigre, vamos a ver si puede domarlo”.
Hay demasiada irresponsabilidad en una afirmación como la hecha por el presidente López Obrador. En su obsesión por conservar el poder y transmitirlo a una incondicional, se ha alejado de la realidad que el mismo se encargó de configurar.
Con su retórica convirtió en adversarios a muy amplios sectores de la población; con su equivocado enfoque hacia la seguridad pública empoderó al crimen organizado en muchas regiones del país, con la pésima política de atención a la salud dejó a millones de mexicanos sin acceso, y a otro millón cuando menos, de deudos de los muertos por la pandemia.
Con la errada política agropecuaria miles de productores del campo no comparten su visión y así podemos enumerar segmentos de profesionales y población en general que no están conformes con su visión de país y menos con la continuidad.
En lo personal creo que a estos tigres no los podrá soltar y si ahora es él quien comete el fraude electoral y se niega a cumplir con la ley, la desestabilización del país es un riesgo muy grande que tendría que considerar antes de proferir tan mediáticas amenazas.
Visión de estadista y no de líder de partido, es lo que esperamos tenga en esta encrucijada.