Ariel González
Cuanto más se acerca el final de su mandato, más evidentes son las mentiras, despropósitos, errores, temores y tensiones que rodean la conducción del Poder Ejecutivo. El hombre que se pasó 18 años en campaña para llegar a la Presidencia y que desperdició su sexenio en otra campaña, hecha permanente para ser endiosado por “el pueblo”, mira con preocupación la cosecha de lo que sembró: la propaganda cotidiana –desde su conferencia mañanera, hasta los medios públicos tomados por sus adeptos– ha resultado insuficiente para sostener “el control de la narrativa”; los hechos (violentos, sobre todo) se le vienen encima a su administración y en todos los niveles y áreas surgen a diario nuevos escándalos, directamente relacionados con actos de corrupción o simplemente por la torpeza e ineptitud de los funcionarios de su gobierno.
Como sea, la nave de la Cuarta Transformación, esa que López Obrador ha soñado que pasará como una gloriosa etapa de la historia patria y a la que su candidata Claudia Sheinbaum con sobrado optimismo le quiere montar un segundo piso, está muy lejos de llegar incólume al final de su recorrido sexenal. No sé si su abierto deterioro se traducirá o no en los votos que necesita la oposición para derrotar a Morena y sus aliados, pero es un hecho que hace agua por todas partes y que el Presidente sabe que el desastre está quedando cada vez más a la vista.
Desde luego, intenta llevar la farsa hasta sus últimas consecuencias, incluso en el plano internacional. De ahí que pretenda, al cinco para las doce y utilizando el brutal (e injustificable) manotazo de Ecuador sobre la embajada de México, mostrarse como un estadista respetable, con representación y presencia regionales como las de la época de oro de la diplomacia mexicana. Quiere que ignoremos que lo sucedido forma parte de la degradación a la que ha llevado la política exterior mexicana, y que en otros tiempos la cavernícola actuación del gobierno de Ecuador habría sido poco menos que imposible. Primero, porque México no solía dar refugio a delincuentes (como ahora sucede cada vez con más cinismo); y luego, porque el prestigio de nuestra diplomacia era tal que un gobierno como el de Daniel Noboa se lo hubiera pensado muchas veces antes de ordenar el ilícito allanamiento de nuestra embajada.
Pero no hay que perder de vista que estamos ante un personaje con mucho olfato político y una extraordinaria habilidad para darle la vuelta a los acontecimientos y ponerlos a su favor, en especial frente a su público, que va de simpatizantes moderados hasta una masa de fanáticos que comparten con él su temor por lo que pueda pasar el próximo 2 de junio y el futuro de la 4T. Son estos –antes que él– quienes argumentan que si todo lo hecho hasta hoy no ha cumplido al cien por ciento con las expectativas, eso se debe a la diabólica resistencia y sabotaje de los “conservadores” al servicio de los gobiernos neoliberales que flagelaron al país por años.
De la mano de este sector, AMLO siempre tiene la opción de radicalizarse para tener la triunfal despedida del escenario presidencial que cree merecer. No sabemos todavía hasta dónde lo puede llevar su delirante deseo de entrar a la historia nacional al lado de Juárez, Francisco I. Madero o Lázaro Cárdenas, pero lo que sí queda claro es que sin importar que la Cuarta Transformación tenga pies de barro en prácticamente todos los rubros (salud, educación, energías, etc.), intentará hasta el final maquillarla y hacer que su candidata la defienda ciegamente, so pena de ser desconocida por “el pueblo”, es decir, por él.
Ahora bien, maquillar la 4T, a estas alturas, precisa de muchos recursos. Y la disponibilidad de estos se halla gravemente comprometida debido al inmenso gasto e inversiones (sin retorno) que han supuesto Pemex, Dos Bocas, el Tren Maya o su fantástico nuevo aeropuerto. Es entonces que para salir al paso se les ha ocurrido impulsar la creación de un “Fondo de Pensiones para el Bienestar” que conseguiría que el gobierno federal pudiera disponer de los recursos de las cuentas individuales en las afores no reclamadas por los mayores de 70 años. De esta forma se estarían apañando unos 40 mil millones de pesos para supuestamente beneficiar a muchos otros pensionados. La idea ya la venían acariciando desde hace tiempo, pero ahora puede ser una realidad. Sí, qué maravilla, los trabajadores podrán sentirse felices y muy seguros al tener un fondo de pensiones administrado por el gobierno más opaco y corrupto de la historia contemporánea de México (de acuerdo con todas las mediciones internacionales).
La iniciativa de Morena que discuten por estos días los diputados no es clara en muchos sentidos, pero sí deja entrever la urgencia que tiene el gobierno federal de allegarse nuevos recursos de cara al final del sexenio. El endeudamiento y el irresponsable gasto ejercido podrían pasar la factura en cualquier momento y es mejor tener algo “guardadito” que más que fondo de pensiones podría convertirse en un fondo de resistencia ante cualquier eventualidad.
Ocultar los fracasos de la 4T, por lo demás, no sólo es una tarea bastante complicada para el gobierno que termina, sino una que necesariamente se tendrá que heredar como prioridad del entrante, en caso de que gane Claudia Sheinbaum. Ella lo sabe y por eso ya empezó a usar una palabra que fue muy socorrida por los gobiernos neoliberales: austeridad (“republicana”, eso sí). Y anuncia, por ejemplo, que la impulsará (“respetando la autonomía”) en el presupuesto que recibe la UNAM y otras universidades públicas para no “engordar una burocracia”.
El desastre de la 4T es de tal magnitud que no se puede disimular permanentemente. A sabiendas de esto, López Obrador ya decidió: entre que se le caiga el maquillaje a su gobierno y que se le caiga a su sucesora, pues que se le caiga a Claudia. Todo sea por seguir haciendo historia.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez