Liébano Sáenz
Es hasta cierto punto comprensible que el presidente se haya instalado en la negación del catastrófico problema de inseguridad que vive el país. Se entiende que al final de la gestión y ante el proceso electoral, el gobierno recurra a presentar la mejor cara de la situación, como es argumentar una artificial baja en la incidencia delictiva y de los homicidios dolosos.
Pero ocurre también que una parte importante de la población increíblemente ha hecho propia la versión de que las cosas no solo no están tan mal en materia de seguridad, sino que incluso, están mejor. Esto por supuesto, refiere a la percepción, sobre todo a aquella que es creada solo por la propaganda oficial, no a reportes objetivos de lo que está ocurriendo.
Es preciso señalar que la violencia es una manifestación de conflicto que puede darse entre las fuerzas del orden y criminales, y también entre bandas delictivas. Lo que no se reporta es cuando disminuye la violencia porque un grupo ganó el dominio hegemónico del territorio, lo que conlleva una falsa pacificación al no existir quién le dispute al ganador, ni del lado de la ley ni de otros grupos rivales.
Las campañas han permitido presentar con claridad el dilema de continuidad o cambio en materia de seguridad. La candidata Claudia Sheinbaum ha hecho propia la postura del Presidente respecto a lo supuestamente satisfactorio de la situación y de los logros alcanzados. Por su parte, Xóchitl Gálvez ha señalado la circunstancia dramática que se vive en el país por razones de la violencia y la ausencia de autoridad y, por lo mismo, plantea un cambio profundo en la materia. El dilema está allí, lo que no es claro es la manera con la que los electores procedan al respecto, y para eso son las campañas.
Indeseable que la negación sea lo que impere en la opinión pública, particularmente por la gravedad de la situación. El deterioro de la seguridad no guarda precedente y el argumento de atacar en sus causas el crimen no ha funcionado. Además, recurrir a las condiciones de pobreza como causa originaria es tanto como criminalizarla. La impunidad y la desconfianza en la justicia es la razón de buena parte de la inseguridad en todas sus expresiones. Ya solo es el voto es el único instrumento que nos queda.