Puesto de nuevo en el foco de la atención pública, el linchamiento, como fenómeno explosivo, incontrolable y delicitivo sin camino punitivo exacto (nunca se sabe con exactitud cuántos participan y cuántos instigan o simplmenete observan, mucho menos quien prende la mecha), no refleja únicamente la desconfianza en el sistema penal, sino la incapacidad de los gobiernos para actuar después del acto falsamente justiciero.
En el año 2019 la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM produjo un sobre el tema. “Influencia del sistema mediático como promotores de los linchamientos,” se llama un capítulo del estudio.
“Este último planteamiento –dice el mamotreto– reviste gran importancia en la forma en que los medios de comunicación sirven como vehículos para arraigar una cultura de violencia en el imaginario colectivo… (la culpa es de los medios, claro).
“…los medios juegan un rol instrumental clave en la reproducción de los valores que propician la injusticia social (SIC) y la inseguridad (ReSIC). Detrás de esta afirmación es posible advertir que uno de los hechos más reiterados de los medios de comunicación es que éstos ofrecen un constante flujo de información en forma de noticias. La investigación sobre la influencia de las noticias ha señalado que los medios priorizan y jerarquizan los asuntos sociales y que, gracias a ello, condicionan la percepción de la realidad social y, por ende, van conformando tendencias de opinión pública (¡Ah! ¿tequiú?).
“…cuanto más negativas sean las consecuencias de un acontecimiento, más probabilidades tiene este de llegar a ser noticia […] ” Hiroshima debió estar en páginas interiores.
Aquí, con todo respeto para ambas instituciones se pone la ideal función de los medios a la materia prima del quehacer informativo: se informa de los hechos, de los sucesos; no de las cosas no ocurridas. Ahora resulta.
“Por esta razón. –dicen– , son noticiables los acontecimientos que constituyen y representan una infracción, una desviación, una ruptura de la normalidad como, por ejemplo, guerras, matanzas, terremotos o atentados.
“De este modo, los medios de comunicación no se comportan como notarios de la realidad, que se limitan a describir los hechos tal como han ocurrido, sino que al conceder espacio informativo a unos temas o actores frente a otros –que por lo tanto los invisibiliza– están influyendo también en la percepción y en la construcción social de la realidad”.
Pues eso es otra idiotez. La construcción social de la realidad puede ser cualquier cosa, menos la creación de la realidad misma.
“…las noticias sobre el delito dejaron de ser meros relatos de crímenes en algún rincón de los ´diarios serios´ y en las primeras páginas de la ´prensa amarilla´ para convertirse en un tema de agenda política que pone en cuestión la capacidad del Estado para resolver el problema […] de esta forma muchos abordajes de la representación mediática del delito señalan la difusión de relatos estereotipados, superficiales y poco matizados. De hecho, bajo esta premisa los medios tendrían un efecto directo en la creación de la sensación de inseguridad que se constata en los centros urbanos”. 289.
“De igual modo, la libertad de acceso a contenidos informativos a través de la televisión y de las redes sociales pone de manifiesto otra vía para acceder a nuevos códigos de información de manera más privativa y fragmentaria”.
Por lo visto siempre será más fácil teorizar que comprender. De Lope de Vega para acá.
“Acerca de los estudios de linchamiento revisados que, independientemente de sus invaluables aportaciones académicas, se observó que sus evidencias están fundamentadas en trabajos periodísticos (asunto que no es privativo de México), mismos que dejaron entrever sesgos informativos, por ejemplo, a la hora de hacer la cuantificación y representación del fenómeno en su escala territorial”.
Dicho de otro modo, los grandes investigadores necesitan a los rascuaches periodistas para teorizar en el vacío sobre un. fenómeno incomprensible para ellos y para los órganos de seguridad del Estado. Pura charlatanería sociológica.