La zona selvática en donde se encuentran atrincherados los ejércitos del general Mariano Escobedo, por parte de los liberales y el general Tomás Mejía por parte de los conservadores, aguardan en el simple y lluvioso tiempo el simple hecho de que alguien prenda un simple amague para lograr encender las acciones, ha quedado claro que en estos lugares lo cristalino de los ríos y la abundancia de comida, frutas y animales son posibles por la continuidad pluvial ¡De lo contrario esto es un paraíso! Insiste Escobedo.
Lo fortuito del encuentro, lugar y ocasión lo dan solo esta añeja rivalidad posterior a la revolución de Ayutla, en donde ambos mandos logran cometidos, la Ley de 1857 trajo como consecuencias el levantamiento de todo el país de generales expertos con sus ejércitos en declarar una defensa a la Iglesia católica – los conservadores- a la república – los liberales-. Mas allá de esto están las convicciones, aquellos que lucen sus galas militares y es su modo de supervivencia, la Iglesia católica financia varios ejércitos – entre estos el del general Tomás Mejía- que en un gesto de arrojo el mismo Benito Juárez lo apoda el “Dueño de la sierra queretana”, por la otra parte los ejércitos de Juárez y de los liberales los financian familias ricas y los norteamericanos, quienes le surten el parque, municiones, armas y la valiosa pólvora.
Mientras los apoyos sigan fluyendo para soportar a los liberales y conservadores, sus ejércitos se siguen enfrentando por todo el ancho del país, hacia el norte y el sureste, la guerra civil que no ha parado en los últimos cincuenta años desde las guerras por los insurgentes, pasando por invasiones y pérdidas de territorio, siempre el total de las explicaciones a estos sucesos son el sencillo sentir de que unos quieren parecerse a nos norteamericanos – los liberales- con una república federal y aquellos que no dejan de ver que los mejores años fueron los pasados – los conservadores- que desean que volvamos al mando de una virreinato, como ya no es posible por la independencia de toda la América conocida – excepto Cuba- desean que un príncipe o rey de Europa nos haga el favor de dirigirnos.
En el campo de batalla de Río Verde que es protegido por el gobernador de Querétaro se encuentra el ejército del general Tomás Mejía – si hay alguien que conoce los terrenos es él mismo- a quien espera la osadía del general Mariano Escobedo que con su ejército ha llegado a este punto para soportar la constitución de 1857 hacerla valer al calor de la sangre derramada por sus propios hermanos, las guerras intestinales se dan por el ego de varios, casi siempre del que hace pensar que es buena idea quitarle los bienes raíces a toda la Iglesia católica para soportar las deudas contraídas con diferentes gobiernos extranjeros – o eso parece- ante la inminente idea de que los ejércitos católicos – conservadores- levantan sus armas por las propiedades de Dios, convirtiendo esto ya en una cruzada medieval de cincuenta años ¡Solo esperamos un encuentro con Vlad el empalador para confirmarlo!
El general Tomás Mejía es para sus ejércitos el Iturbide de los insurgentes, es un héroe de carne y hueso, ha derrotado a los apaches en sus guerras de extracción para sacarlos del territorio de Chihuahua – se habla de miles de muertos entre niños, ancianos, mujeres, guerreros ¡Arrasó con todos!- fue el encargado en La Angostura de terminar con los invasores norteamericanos comandados por Zacarías Taylor a quien sin piedad masacró al arrebatarle todas las banderas y cañones a su paso, dejando diezmado al ejército invasor que tardó varios meses en reponerse y mejor arreglar todo por la vía de la concertación, durante la revolución de Ayutla que buscaba expulsar al general Antonio López de Santa Anna fue suficientemente duro para que la zona de Querétaro no se llevara a cabo disturbios, cubriendo todo el estado para la protección y mantenimiento del conservadurismo, fiel cristiano, de misa diario, con sólidos principios y de arrojo como tal ¡Este felino general venderá caro sus ríos y veredas tropicales a sangre del invasor! Y el general Escobedo lo sabe.
Los liberales en Querétaro de 1861 son cautos en sus dichos y dimes ante la presencia del general Mejía en la sierra y cercanías a Jalpan, saben que un mal comentario, una absurda broma dentro de alguno de los pasquines y editoriales de libros y panfletos les puede causar que se le “ocurra bajar” a la ciudad tal felino para destrozar por una vez y por todas cualquier recinto liberal que se suscitara – que los hay en demasía tanto en reuniones como en valientes editoriales que osan decir que es la mejor manera de llevar a cabo el mando de los servicios públicos ¡Bajo el ala republicana!- Tomás Mejía no está seguro de ello.
El general Mejía en sus años de llevar a cabo la defensa de ideales por la espada – no había más opciones- es un consistente creyente que si los conservadores logran parar la nacionalización de los bienes de la Iglesia se escribirá que los traidores fueron los liberales, pero si por el contrario los liberales comandados por Benito Juárez logran ganar ¡Harán por la eternidad el saber que los traidores siempre serán los conservadores!
– ¡La historia de quien gana! No lo olviden- narra a sus generales de caballería e infantería que esperan el arrebato de Escobedo ante la inminente batalla que se avizora a los pies del cristalino río – ¿Cuántos hombres le contamos al ejército liberal señores?
– ¡No más de cuatro mil mi general! Nuestras avanzadas han visto recaídos y lastimados, pocos cañones, pero si muchos de caballería, razones tal vez por lo abrupto del terreno, traen los rifles norteamericanos azules, es probable que una retaguardia los esté por alcanzar para mañana o por la tarde noche.
– ¡Bien señores atended! Estos territorios los conozco como la palma de mi mano, de aquí comimos muchos serranos por décadas ante la inminente desaparición del virreinato, es un lugar de sustentos y abundancia ¡El enemigo está acostumbrado al desierto y a la ciudad! Aquí son débiles como cualquier civil, a nuestro favor. Desconocen las cañadas que están detrás de ellos ¡Aseguro que ni siquiera la han visto! Por ahí enviaremos a nuestros hombres de caballería a realizar la primera escaramuza, una vez piensen que el ataque será por ese flanco ¡Invadimos sus frentes y tomamos al general Escobedo con mandos! No esperan este movimiento, el desnivel natural de lo cercano al río les hará creer que vamos hacia ellos de manera frontal ¿Entendido? – ¡Sí mi general! Entendido- al unísono respondieron.
A lo largo de la mañana los hombres del general Mejía se desplazan por la parte detrás de la cañada que cubre al río cristalino del enfrentamiento, los hombres de Escobedo están en espera y formación como si ya fueran a caer a la batalla, simple ejercicio, de mientras son rodeados y tienen sin darse cuenta a todo un batallón de fusilería y caballería detrás de ellos, de frente Escobedo solo observa una guarnición que parece de simple aviso ¡Una formación comandada por Mejía se acerca con una bandera blanca! – señal de información o diálogo. Escobedo tomó sus caballos y con el mismo número de hombres se acercaron a la avanzada.
– ¡Hasta ahí mi general Mejía! Hasta ahí, nosotros nos acercamos – gritó Escobedo – ¡No nos moveremos más! – asentó Mejía. Escobedo dio instrucciones de que a cualquier amago o movimiento brusco disparen a Mejía – ¡Es un demonio con la espada! – les decía a sus hombres- Lo he visto arrasar con formaciones completas y no se mancha de gota de sangre alguna ¡Famoso por ser tan cruel como creyente! Atentos.
Se acercaron con la bandera blanca hasta el límite marcado, Mejía tomó a sobresalir de la formación en un azabache y briosa monta que no deja de moverse ¡En hambre de muerte! Le ha acompañado al general en las suculentas masacres más deliciosas para su lamer ¡Ha probado la sangre y eso es letal! Se nota en su bufar y doma ¡Basta una simple señal para que se abalance al enemigo! Mejía le doma y controla ¡También ansioso de entrar en batalla! Ambos están a tono. Escobedo por su parte se acerca en su monta de finos trazos árabes de motas altas y cuello estilizado – ¡Muy ñango pensó Mejía cuando le miró! – el general de los liberales se adelantó también de su formación y se acercó para lograr simplemente la voz, sin gritar.
– ¡Nos vemos las caras otra vez Mejía! Te saludo y te respeto, pero somos más efectivos que ustedes ¡Anda dime! Que condiciones pones a tu rendición ¡Contesta!
– ¡Mi señor le saludo y aprecio su amabilidad! Es verdad el destino nos une en batalla, pero esta vez no por el asedio del invasor ¡Que narra nuestro himno nacional constituido por su serenísima Santa Anna! Sino por una lucha entre hermanos ¡Hijos de la misma patria! Pero enemigos hoy ¡Ríndete Escobedo! Estas son mis tierras, los llanos que dejaste de ver hace rato son cobijados por nuestras altas montañas ¡Cerros completos de mis hombres te asedian! A la voz de simple y de sencillo alzar mi espada ¡Será suficiente para ponerte de rodillas ante mi inminente persona! Dejadme ser misericordioso con tu persona y tus hombres.
– ¿Ahora eres un Mesías? Aun crees en las palabras de Santa Anna cuando te coronó en San Luis Rey ¡Que ingenuo! Mis hombres te doblegan ¡Ponte de rodillas tu traidor! – ¡Sacó Escobedo su espada y la apuntó hacia Mejía! Quien en total control y doma de su monta hace por no responder, su plan es otro.
– ¡Calmadnos general! Tanto espaviento me admira ¿Sabéis que he tenido cientos de batallas y que mi uniforme ni siquiera se tiñe de grano fulgor? Mi fama no es inventada general ¡Bajad tu espada mi señor y rendirte! No hay opción – ¡Jamás! – respondió Escobedo.
El general Tomás Mejía alzó su espada he hizo levantarse en cuartos delanteros a su brioso azabache ¡Dejando a Escobedo con un escalofrío en la espalda! – ¡A la carga mis valientes! – gritó, dieciséis detonaciones de los cañones conservadores partieron en dos a la formación de los liberales ¡Los animales de la avanzada de Escobedo regresaron a todo galope a la formación! El cráter hecho por los cañones impidió la llegada cayendo de bruces el general Mariano y sus mandos, el ejército liberal está partido en dos.
¡La caballería de la cañada escondida hizo su aparición y comenzó la masacre desde la retaguardia! Los liberales solo caen destazados por las espadas y cañonazos, el enfrentamiento resulta confuso por los igual de sus uniformes ¡Les distingue el pantalón blanco de los conservadores! Quienes hacen de manjar la batalla ¡Acostumbrados ya a lo sangriento!
Mejía y sus generales hacen la emboscada y resuelven una escaramuza para darle alcance a Escobedo y sus mandos, ochenta soldados del batallón de la brigada de alguaciles tratan de alcanzar el lugar de caída del general liberal para darle protección ¡Llegó primero Mejía! Al alcanzar el cráter el general Mariano Escobedo apenas se reponía de la caída, de inmediato bajo de su monta Mejía y a golpe de abrazar al general se le echó encima ¡Le tomó del cuello e hizo por levantarlo tratando de lastimarlo lo más que pudiera! Sus manos se aferran al cuello del liberal, pero su mente le daba la orden de terminar con él ¡Mátalo! Pensaba a sus adentros.
Los ochenta soldados que llegaron a salvaguardar a Escobedo se vieron rodeados por el ejército de Mejía quien aun no decide si matarlo o darle un empeñón más ¡Sus generales no se admiran! Están acostumbrados que en la batalla mejía es un gladiador insaciable ¡Mejía dio por aceptado que no podía matarle por no estar en franca batalla! Así que lo soltó.
– ¡Apresadlos! Traerlos como prisioneros – ¿A todos? Preguntó su general Montes – Los que consideren que estorban y no se puedan mover ¡Matadlos! Vamos, y apoyar en batalla a los escuadrones que así lo necesitaran- indicó mientras tomando de las manos ya esposadas al general Escobedo. ¡La batalla de Río Verde es una de las más cruentas durante esta guerra a la que han llamado de reforma que sostiene por medio de la espada la constitucionalidad de las leyes de incautación de lo bienes del clero ¡Sin juicio alguno de culpabilidad! Cuando llegaron a la casa de campaña de Mejía el general Escobedo estaba maniatado, un ojo cerrado de alguna esculladora, sangre que le brotaba de una ceja ¡Un santo cristo! Cuando lo vio Mejía de inmediato habló con su pretora.
– ¿Quién de tus hombres hizo esto? – ¡El capitán Hilario Gómez mi señor! – ¿Con orden de quién? – ¡A Motu proprio mi señor! – ¡Traedlo! – una vez le presentaron al capitán, Mejía hizo las preguntas pertinentes, mandó le fusilaran de inmediato a lo que el capitán Gómez solo pedía la clemencia – ¡Es un traidor Escobedo mi señor! – Si lo fuera no estaría vivo en esta batalla, sus propios liberales ya lo hubieran asesinado ¡Las órdenes las doy yo! Fue fusilado en el acto – ¡Acabas de matar a uno de los tuyos Mejía! – le susurraba Escobedo- ¿Qué no soy yo tu enemigo? Cuando tenga la oportunidad de tenerte como ahora tu así me doblas ¡No tendré conmiseración hacia ti! Ese fusilado debí haber sido yo ¡No tus hombres!
– ¿Ahora me das clases de moral general? Estamos en esto porque no somos quienes pensamos, si tu y yo fuéramos quienes decidiéramos esta guerra se habría terminado hace mucho ¿Qué me decías cuando la invasión norteamericana? Somo héroes de bolsillo ¡Como una charada de cuento de putas y borrachos! Escriben nuestras historias quienes nunca han estado en un campo de batalla ¡Eso es lo valioso de los héroes! La sangre de nuestros bautizos nos hace pensar mejor. En esta clase de filosofía mutua estaban cuando llegó el general Leonardo Márquez Araujo quien aun se admira de lo logrado por Mejía ¡Capturar al general Mariano Escobedo! Se acercó a Mejía y le recomendó:
– ¡Mátalo Mejía! Porque cuando él te tenga en la misma situación ¡No te perdonará!
Continuará…