Rodeado en toda su circunferencia por agua como una isla de tierra seca en medio de un mar contaminado, el insular gobierno de la República –experto en la insana contemplación de su espejo empañado por las lágrima y los goterones del lamento y la denuncia–, no alcanza a resolver los problemas cuya proliferación ocurre sin su control y a veces por su culpa –como el desgobierno de la “famiglia Salgado” y sus cofrades en Guerrero–, achica su área de control, porque siempre le ha sido más sencillo negar y escurrir el bulto o cuando mucho señalar paternidades ajenas, acusar, denunciar con índice admonitorio y tono episcopal; culpar al pasado, señalar a los detractores como enormes traidores a la democracia, la patria y la historia, pero cuando las municiones se le acaban y tras la resortera majadera, comienza el incendio en Chilpancingo, ya no hay forma de decir –como en el caso del agua de la Zona Metropolitana–, es una invención interesada de los conservadores y sus secuaces, porque aquí la única secuaz de la evidencia es la señora Realidad, cuyos goterones se desprenden de un núcleo mayor y nos dejan ver a los taxistas de Acapulco sometidos a bofetadas a la inclemencia de los extorsionadoras y nos damos de santos porque al compañero periodista Jaime Barrera nada más lo secuestraron en Jalisco durante unas negras 70 horas y en el colmo de la resignación y la impotencia ante la violencia imperante, se le dan hasta gracias al altísimo porque no le pasó nada, como una privación de la libertad adobada con golpes, amenazas presentes con dedicatoria al futuro, y tablazos en el culo sean algo para agradecer, mijito, bendito sea y no hicieron algo peor, y ya ni nos sorprendemos de esta relativización de la desgracia, menos mal y saliste para contarlo, bendito sea Dios, pero mejor vamos a ver a la virgen de Zapopan, Diios mío, con cuánta facilidad decimos a palabra nada después del rosario de advertencias de los secuestradores, y esto es para que sepas a lo que te expones y tenemos a tus hijos y tu familia bien vigilados, y ya sabemos dónde vives y de poco serviría si se cambia de domicilio o como corresponsal del NYT sustituye su número telefónico por otro encriptado o no, al fin ya lo sabrán todos cuando lo necesiten; es como si le dicen a Ciro, mejor cámbiate de casa porque esa ya está muy vista, si ya lo saben todos o cuídate Juan que ya por “ai te andan buscando”, como nos dice la eterna canción de Víctor Cordero (si la memoria no falla), con acompañamiento de mariachi de Cocula, pues, pero lo triste de todo esto es la negación egoísta, porque nadie tiene derecho a presentar datos cuya contundencia opaque siquiera un poco el fulgor luminoso de la época dorada de la Cuarta Transformación, cuyo éxito en la historia es tan grande como para necesitar un segundo piso antes de acabar el primero, excepto si no es cierta su aportación al libro de nuestra accidentada historia nacional, pero así es la vida en los trópicos, diría el gabacho y por eso nos hallamos con momentos hilarantes como ese de la señora candidata Claudia S., quien acude con los mitrados y hombres de alzacuello y les dice firmo pero no estoy de acuerdo, lo cual, equivale a no firmar o simplemente resulta un pobre testimonio fotográfico de cómo se hacen las cosas a medias, advertidos todos de antemano del incumplimiento de las cosas superficialmente comprometidas sin compromiso ¿o cómo?, porque si el diagnóstico del problema, aquello cuyo análisis ha necesitado la elaboración de un compromiso común con base en opiniones recogidas por todo el país, no se comparte, pues tampoco existe la posibilidad de disimular los efectos de tal prontuario convertido en un folio de atención comprometida, tanto como para poner la rúbrica, la firma, la huella digital o de perdida, como hizo Xóchitl con los programas sociales, una gota de la sangre del dedito, pero no, las cosas son realmente incomprensibles por mucho como nos hayamos acostumbrado a ellas y cuando el señor presidente muestra los elásticos de la horqueta de una resortera hostil, y tira del trozo donde se aloja el proyectil y uno imagina al ilustrado podógrafo (escritor de pies de foto), cuya agudeza habría puesto bajo la imagen, junto a la nota donde se nos advierte de como los conservadores están planeando un golpe de Estado técnico: el presidente estira la liga y no sabemos hasta donde, porque nos ha convidado una expresión novedosa en el catálogos de las atrocidades políticas, porque ya sabíamos del golpe militar, del autogolpe (al estilo Pedro Castillo, el tonto del pueblo); del golpe de Estado, pero nunca nos habían regalado la indefinida existencia de un golpe técnico como si también hubiera un golpe rudo, como dicen en la Arena México cuando los hombres enmascarados hacen aullar al respetable con los costalazos (de costado; no de costal), de quienes ejercen el noble oficio del Pancracio, pero no, se nos ha dejado así, en la ignorancia total en la congoja de si en verdad el señor presidente sabe algo o nomás lo dice al tanteo o si alguien dentro de su círculo íntimo le anda sembrando malas ideas y peores consejos, no sabemos, la verdad sea dicha, pero mientras llega la hora de la hora vamos viendo si alguien le mete candela al globo de la señora Clara (Juanito) de Iztapalapa, pues su aeróstato no sube y no sube por más y como se esmeren en tapizar la ciudad con sus fotografías de imposible parecido con la vera efigie, porque el photoshopeo a veces se convierte en un enemigo, mientras el señor Taboada camina y camina en pos del voto y colma con su discurso las estaciones de radio y promete culminar la obra del 2021, a pesar de los esfuerzos de los morenos por hacerlo a un lado con las acusaciones inmobiliarias cuya pelota ha pasado fuera de la portería, tanto como los esfuerzos de la doña Brugada, pero así están los aguacates y se los están llevando dicen los verduleros y verduleras en el mercado para justificar los precios altos en medio de la inevitable ley de la oferta y la demanda, y traernos de nuevo al mundo real donde no hay más cera que la que arde, ni otras mulas para arar excepto estas, dicho sea con todo respeto y sin alusión a ningún candidato o candidata, pues se trata de un simple dicho ranchero sin ánimo de molestar a nadie, ni a la cera ni mucho menos a las acémilas.