El audaz portazo contra el Palacio Nacional (tan lejos de la raíz de aquel legendario Motín del Maíz de 1529 o la carga fracasada de Bernardo Reyes o la ocupación traicionera por el cuartelazo huertista y tantos otros episodios nacionales), instigado por la inspiración guerrillera de los ahora abogados de los estudiantes de Ayotzinapa asesinados en Iguala, tiene una causa remota: el aprovechamiento político y electoral del asesinato masivo por el actual presidente en un proceso de consentimiento ante la protesta.
Ayer, ante la irreverencia y la protesta de quienes se dicen abandonados, alejados, desconocidos, el jefe del Estado ha clamado contra una provocación sembrada por sus adversarios, lo cual es medianamente cierto. tanto como el fomento de años y años de una falsa especie: el asesinato colectivo (ya resuelto) no ha sido resuelto.
Del juego opositor es muy simple: debido a su origen guerrillero la escuela Burgos persigue a los militares el Ejército ha sido el blanco favorito de quienes protestan desde hace tantos años en lugar de asumir la diferencia entre la ausencia y la pasividad.
Los radicales de las quejas, los industriales del dolor familiar de los hombres y mujeres padres y madres de los muertos, estimularon falsedades desde un principio, la principal de las cuales fue aprovechada viciosamente por Alejandro Encinas a quien el presidente responsabiliza de la elucidación de todos los hechos ya conocidos. Ni los aclaró, ni resolvió jurídicamente el, caso porque partió de una mentira: los hallarían vivos, porque admitir su muerte y su incineración y desaparición por otros medios, era validar políticamente algo inconveniente para sus afanes de demolición del régimen anterior, propósito en el cual la narrativa opositora contó con el incalculable auxilio del régimen anterior.
Fue tan fallido el trabajo de la ineficiente comisión de la verdad nol merece mayúsculas), como para descabezarla dos veces. Primero con la testa de Gómez Trejo y después con la de Encinas mismo. El siguiente error, motriz de los hechos del portazo y la semana de ataques de los manifestantes contra el Senado, el Centro de Arraigo y todo cuanto se les pusiera enfrente (¿viajan y viven con gastos de dónde?), fue el desplante presidencial de autonombrarse fiscal del caso Iguala.
Una pifia impolítica muy costosa, porque lo dejó sin camino de salida. Ya no tiene a quién culpar si las cosas salen mal. Como ocurrió.
Y en medio de esa engañifa soltaron asesinos y encarcelaron inocentes, el mayor de ,los cuales es el preso político más célebre de este sexenio Jesús Murillo Karam, cuyo crimen fue una frase suelta. O dos.
Nunca en la historia de México alguien había sido encarcelado por decir, ya me cansé y esta es la verdad histórica.
Ante los hechos de ayer el presidente responde “by the book: his own book):
-No, no, yo estoy conduciendo todo porque lo que me importa es encontrar a los jóvenes y ya la actitud, no de los padres, sino de los asesores y de las organizaciones que supuestamente defienden derechos humanos es, en el mejor de los casos, política, muy de confrontación en contra nuestra, o sea de provocación y nosotros pues no queremos para nada la confrontación…,
-Pero tiraron una puerta…
-No pasa nada, no pasa nada, no hay ningún problema, la puerta se arreglará (es como cambiar un número de teléfono).
-¿Teme por su seguridad en Palacio Nacional?
-No, yo estoy seguro en cualquier parte del país, a mí me cuida el pueblo…”
Si el presidente asume una vez más su responsabilidad en la conducción de la investigación e insiste en “lo que me importa es encontrar a los jóvenes”, la víbora se seguirá mordiendo la cola.
UTOPÍA
Utopía es por definición un lugar inexistente, como quizá también sea inexistente el arreglo para dejar plantada a Clara Brugada y alentar también desde el poder la victoria de Taboada en la elección de la CDMX, a cambio de un fiscal afín a Morena.