Las montañas que flanquean el ancho caudal del frenético río le dan cuenta al ejército del dictador Santa Anna, a quien los años ya le pegan en sus flancos, su pierna de palo ya hace tiempo que le causa magulladuras y rozones que le sangran, su calvicie la aligera con un peinado que se cubre con el cabello largo de los costados – No hay quien se atreva a dictar un simple comentario acerca de ello, el tricornio que ostenta le hace ver más alto y tapa su poco cabello- a lo lejos sigue entusiasmando a su ejército ¡Vítores le atesoran! Como un Julio César en ancas de azabache corcel, que busca extender su tiranía de bendiciones a la patria.
Del otro lado del Papagayo lo espera el ejército del general Florencio Villareal – aquel del ejército de las tres garantías siendo aún un mozalbete- delgado de robusto bigote, aún dirige con su casaca de libertador ¡Dorados hilos entretejen la venganza y el odio a los conservadores! Movimiento que no solo lía los campos de batalla ¡Sino el seno de la patria misma! Libros, tertulias, periódicos, bandos, obras de teatro y odas se distribuyen por todo el territorio – lo que aún queda- para dar a entender que la única y verdad moral es la República ¡Nada más alejado las nuestras raíces! La grana de su uniforme con el marrón del azul en su pantalón y faja le hacen ver como un gladiador de los hispánicos lares, en su memoria solo existe una afrenta ¡Asesinar a Santa Anna! No hay doblez.
¡Para lograr eso tiene de contrincantes a seis mil hombres fuertemente armados!
Con su miralejos el general Villareal observa el acomodo del recién llegado Ejército de Santa Anna, para sostener el recién Plan de Ayutla – que después se mejoró en Acapulco- solo se hará con la fuerza de las armas, la suspicacia el Ejército Libertador cuenta con las provisiones de batalla de recién factura Marston & Goodell un rifle que ya dispara cartuchos de plomo cubiertos de papel azul – de ahí su denominación de Ejército de Azuleros- cada soldado una pistola de misma manufactura ¡Letales armas de origen suspicaz norteamericano!
– ¡Capitán acerque su mirada debajo de la montaña del filo! – el hombre hizo lo propio y dio un pertinaz suspiro – ¡A cuenta de más de cinco mil hombres! Nos doblan mi señor – contestó su ariete de brigada.
-No olvide joven capitán que el ejército del dictador ha sido de soldados de leva, obligados a pertenecer, que ya lleva varias semanas de arrebatar a la población los impresos del Plan de Ayutla con la ayuda de los párrocos y curas, con orden de matar a quien no lo entregue, eso señor mío ¡Es utilizar el arma del miedo! Las personas solo agachan la cabeza y se lo dan de propia mano.
En ese instante, desde el fondo del cruce del río ¡Se deja venir una escaramuza de más de ciento doce de caballería! ¡La primera brigada tomó por sorpresa a Villareal! La manera de atacar de los conservadores está dentro de quemar en polvorosa humareda el mayor número de cartuchos para luego saltar de sorpresa ante la infantería que poco – o nada- pueden detener.
– ¡A sus puestos señores! – gritó el general liberal alzando su fino corcel en cuartos traseros, la estampida de centauros conservadores dejó caer todo el peso sobre la infantería ¡La primera brigada de Villareal defendió la escaramuza dentro del propio caudal del río! El encuentro fue mayúsculo, la caballería en este primer arriate busca la bandera de los liberales ¡El estandarte está solo detrás de la casa de mando de Villareal! Quien con su escolta hacen de lograr sostenerle.
¡Los conservadores han ganado varios estandartes a los liberales! Hacerse del de Villareal parece no es diferente, si eso pasa se termina la batalla, ganando quien lograra hacerse de la bandera. Cuando Santa Anna en La Angostura robó los estandartes y banderas de los invasores, quebró dieciocho cañones ¡Dio por ganada la batalla! No masacró al enemigo, eso hizo que Taylor regresara, se rearmara y llegaran hasta el castillo de Chapultepec en posteriores embates, con la masacre de infantes del Colegio Militar ¡Las formas de la guerra son varias y en la diferencia está la victoria!
De la fuerza detrás de infantería ¡Saltan los bridones de los liberales! Con la fuerza disminuida, pero se curten al castigo del jinete, mal comidos hacen de fuerza en estampida ¡Los dos bandos se trenzan en feroz batalla! Endemoniados jinetes conservadores arremeten en repetidas ocasiones hacia los liberales causando bajas definitivas apenas en este primer sazón ¡Dios no ayuda en las batallas! – escribirían después los periódicos liberales- Villareal observa como la caballería resuena ante el toque de ataque ¡Se inspiran y vuelven a regresar para enfrentar a los rozagantes comandos de ataque!
¡En la primera escaramuza los conservadores se hacen del sitio!
Se tomó el cruce del río Papagayo, la zona de mayor jerarquía en este tablero de batalla, tienen el agua para sus hombres, peces para comer, animales que bajan al abrevadero natural ¡Los fallecidos de ambos bandos! – más de los liberales- tiñen de fierro el sabor del añil frescor, las heridas profundas hacen de que algunos aún no sucumban, se prestan a realizar la maniobra romana ¡Cortar gargantas y enterrar espadas pectores! Solo así se dirán las bajas reales ¡Ningún movimiento de los liberales hacen por evitarlo!
A lo lejos se mira un hincado que lava su herida profunda ¡Tomás Mejía! Ha sido tocado de su pierna derecha ¡La del apoyo para sostener el arrebato de su espada mientras traspasa el cuerpo del enemigo! El general Santa Anna observa mientras doma su garañón, quien aún bufa de arrebatos por continuar en la lucha, no logra retirar su mirada, un mal augurio ¡El mesías de grana y dorados filos ha sido herido! – ¡Maldita sea! – reprende.
¡Enloquece Santa Anna! Baja de inmediato a su carpa de mando -estos episodios se han hecho presentes en frecuencias cada vez más cercanas- ¡Aun sudando lo recibe su escolta! Le quitan el tricornio, sostienen la cabeza mientras el dictador suda copiosamente, levanta sus ojos dejando en terrible blanco su mirar, clara señal que ha perdido la razón ¡Parece sus temores le arrecian su mal! Tratan de darle agua del copioso río ¡La escupe! No está en condiciones, cuando lo voltean para auscultarle observan una herida profunda en su lado izquierdo ¡El punto ciego de la rienda!
– ¡Su excelentísima regrese! Señor… ¡Entiérrale una espina en el pie! – le ordena uno de su escolta, para este tiempo la tropa solo cree que fue herido, pero no saben el nivel del mal.
– ¿Tomás Mejía regresa a su carpa de mando? – les gritaba- Al saber que su excelentísima sintió el sabor de la muerte, sabe bien que hierba usar, donde encontrarla y aminorar en la medida este embate ¡Se me advirtió que no debería de participar en la escaramuza su serenísima! Pero fiel a mi estilo de su gallarda señoría llevo el mando por delante ¡Caro será el precio de su osadía! – les seguía indicando en lento regreso.
Del otro lado del río Villareal reúne a sus hombres y contabiliza el primer recuento de los daños ¡Bajas considerables de infantería y caballería! El segundo regimiento de Michoacán que había llegado para ser sostén de la estrategia fue diseminado, así el tercer batallón de Guadalajara ha sido sensiblemente dispersado ¡Los cuerpos flotan en el río! Algunos de sus compañeros hacen por rescatarle ¡Llenarán de peste las briosas aguas! Para la noche los liberales y conservadores hacen de lucha a una nueva afrenta ¡La fiebre! Estos lugares cuentan con un ejército al que llaman “Los pintillos” en su mayoría la gente de la sierra, que sufren del mal del pinto ¡Han capturado al liberal Nicanor Vargas! Quien comandaba el ejército de la Costa chica, en la primera escaramuza los conservadores destrozaron el flanco izquierdo de sus cuatro brigadas ante la poderosa artillería ¡Santa Anna no estila el sufrimiento de la tortura! Pero el enemigo ha logrado hacer un arte de esta artimaña, obteniendo información de la posición, parque y los hombres de retaguardia con que cuenta el dictador ¡Hasta este lado se escuchan dolorosos quejidos!
¡Se recupera el dictador! Su escolta ha sudado frío ante el desmayo del generalísimo y excelentísimo, trata de ponerse de pie, pero el dolor le niega al favor, hace que le pasen su pierna de madera – que no se sabe a ciencia cierta que lo lastima más- se sienta en el camastro y hace que le traigan a Tomás Mejía, todos los ahí presentes se observan entre sí, solo el capitán le hace de su conocer.
-Su excelentísima ya le hemos recordado, si abusar de su cansancio, que el general Tomás Mejía no nos acompaña ¡Hemos recorrido en su búsqueda por todo el ejército! Y no hay señal alguna de que se haya registrado, inclusive en la última leva nadie sabe de él.
– ¡Pero si yo lo veía como se limpiaba el arropo de batalla! Con mis propios ojos ¡Le miraba! Me respondía levantando su rostro – el dictador se toma sus ojos y hace una mueca con sus dos manos en señal de querer lastimarlos- ¡Lo he vivido! Por Dios que es esto ¿Acaso ya delirio de muerte? ¡Mirad mi pierna! No la siento.
– ¡Volveremos a realizar el recuento señor! – salió el capitán preocupado por la condición, a un grito ordenó el pase de lista por quinta ocasión- ¡A resguardo señores!
Villareal observa la noche, destellos del enemigo en fantasmagóricas siluetas pintan los cerros del oscuro follaje ¡Se reagrupan! De inmediato toca a formación el corneta – ¡A sus puestos! – gritó el general. La estampida del ejército de los liberales cruza el río dando algunos tropiezos con cadáveres, traspasan a los vigías y guardia de infantería ¡En el alba se disipan los disparos!
El encuentro comenzó con un batallón ligero que arremetió ya no en escaramuza ¡En ataque frontal! La infantería tomó en formación al ejército de su serenísima, logrando asestar una bocanada de suspiros al verse entre las sombras y solo reconocerles por el marcial parado. El capitán liberal Juan Nepomuceno de Alcantar con su caballería tomaron los corrales esperando hacerse de las ágiles y bien sostenidas montas de los conservadores ¡No los encontraron! Por detrás escondidos en la maleza los centauros adiestrados por el general Tomás Mejía – quisa por eso su serenísima se confunde- saltan ante la voz de corneta, ellos se impulsan desde la inclinada de escarpa para asestar con fiereza el choque de montas y mientras ¡Las doradas espadas atraviesan los corazones liberales! No los vieron venir y las bajas de Juan Nepomuceno fueron irreparables.
¡Santa Anna y sus hombres volvieron a ganar la batalla! La primera de muchas en esta guerra civil entre hermanos, unos por la causa ¡Otros por la libertad! Santa Anna desde ya noviembre de 1853 en su puesto, una vez el alba de nuevo llegó, dictó las condiciones en una convocatoria para que las personas ajenas a la batalla sintieran el fervor de lograr la victoria, que en un poema se tuviera la pasión de hacerse por las armas y sentir lo que ellos perciben.
– ¿Cómo lograr que la nación completa saboree los vítores de la mujer alada? Inclusive nos arropa para lograr en vez de realizar la leva, que dé propia inspiración logremos libremente hacernos de jóvenes para la batalla- atiende su serenísima a sus mandos, una vez reportan la segunda victoria ante los liberales.
– ¡Con un poema su excelentísima! Solo así, es de mirar que lo imposible de lograr que toda la nación logre sentir lo que nosotros también vivimos ¡Un poema épico como el de Homero mi señor! – respondía.
-El periódico Siglo Diez y Nueve aún respira las voces de tirano y dictador, en sus páginas se desestima de lo que se lee:
“¡Valientes compatriotas! Don Antonio López de Santa-Anna, que a su arbitrio dispone de los destinos de nuestra patria, sirve de ciego instrumento a un partido detestable que no contento con nuestra independencia, y enemigo jurado de la libertad, trabaja sin descanso por arrebatarnos esos preciosos bienes, cuya conquista nos costara cruentos sacrificios.”
– ¿Vale la pena el sacrificio de matar a nuestros hermanos por el simple hecho de pensar diferente? Un poema nos debe de sostener en paz y concordia ¡Que se me informe los resultados donde se invitó a los poetas de la nación a esgrimir odas a la patria y que se cuente con respiro los hechos inmediatos de nuestra soberanía! Que sin justificar ¡Se mancha mi nombre como el vendedor de estas tierras!
– ¿Un poema que narre la unión, paz y victorias de nuestras batallas? – pregunta el capitán Castillo de López.
– ¡Las hojas literarias de nuestros poetas están llenas de sublime encanto de pasiones y desenfrenados arrebatos carnales! Cómo ese joven que cita de nocturnales tertulias de encarnadas citas con vírgenes inocentes, ese de avergonzadas maniobras de caricias y encantos para llevar a la dama al sublime encuentro de la pasión ¡Ese desvergonzado poeta Francisco De Paula González Bocanegra! Desfachatado crítico de teatro que solo vive para hacerse de mujeres por promesas sin cumplir con literatura de pasiones ¡Esa del vulgo y el arrabal! ¡De esos poetas no! – Insistía su serenísima- Anote señor escribano:
¡Que se me indique de viva voz los resultados de esta convocatoria a la inminente voz de urgente! Se dictamine quien saliera como el ganador.
Continuará…