Las guerras son espacios de destrucción y dolor, de pérdidas humanas y materiales. Empiezan porque la diplomacia fracasa, pero justo es entonces cuando se deben arreciar los esfuerzos de las partes y de terceros para buscar los medios que detengan el conflicto.
En el ámbito de estudio de las relaciones internacionales se considera que las guerras tienden a durar más porque los adversarios no confían en que un acuerdo de paz se sostenga, porque los liderazgos políticos no estiman conveniente hacer concesiones o porque les parece irrenunciable lo que está en pugna.
El apoyo de Occidente a Ucrania se desgastó. Según el seguimiento que hace el Instituto Kiel para la Economía Mundial, los aliados de Kiev se comprometieron a enviar en este tiempo 250 mil millones de dólares. De ese total, los países y las instituciones de la Unión Europea prometieron cerca del doble de la ayuda de Estados Unidos, que es la principal fuente de soporte militar. Sin embargo, Washington prácticamente detuvo la entrega de suministros. Hace poco escribí en otro espacio que en el Senado estadounidense estaba por autorizarse un paquete de ayuda a Ucrania. Tal propuesta se aprobó, pero se ve muy difícil que pueda obtener el voto en la Cámara de Representantes.
En este escenario, para reemplazar la asistencia militar de la Unión Americana en 2024, Europa tendría que duplicar la magnitud y el ritmo de la ayuda que ha proporcionado. Por otra parte, en las últimas semanas Ucrania firmó acuerdos de seguridad a largo plazo con el Reino Unido, Francia y Dinamarca, que prometen asistencia hacia el futuro. Entre tanto, su ingreso a la Alianza atlántica —fortalecido con el de Suecia y Finlandia— está en espera y en duda.
Otro estudio del Instituto Kiel estima que la invasión ocasionará en Ucrania una pérdida de producción de unos 120 mil millones de dólares y una reducción del capital fijo de más de 950 mil millones de dólares para 2026. A su vez, los efectos para terceros países no beligerantes serán también sustanciales. Por otra parte, el Pentágono calculó recientemente que Rusia ha asumido costos por 211 mil millones de dólares, y aunque se prevé que eventualmente su economía resienta los efectos de la operación, los gastos pueden sostenerse por años. Moscú logró sortear los efectos de las sanciones gracias también al apoyo de países como Irán y Corea del Norte.
El Banco Mundial y otras organizaciones internacionales prevén que la reconstrucción en Ucrania rondará los 486 mil millones de dólares. Las naciones occidentales que apoyan a Kiev analizan la posibilidad de confiscar los activos rusos para fondear este costo. Entre tanto, Rusia afirma que si los aliados de Kiev avanzan en esa propuesta, se quedará con el capital occidental en su territorio.
Justo al cumplirse dos años de la invasión, el presidente Volodímir Zelenski afirmó que han muerto 31 mil soldados ucranianos. Comunicó también que hay 180 mil víctimas fatales y 500 mil personas heridas por el lado ruso. El Kremlin desmintió esos números.
Por otro lado, la parte del territorio controlado por Rusia no se ha movido en un año, aunque en las últimas semanas Moscú tomó la ciudad de Avdiivka, que algunos presagian puede constituir un hito en su ofensiva. En el último año, Ucrania ha dañado la flota rusa y estableció un corredor marítimo para sus exportaciones en el mar Negro. También aumentó su producción de drones de combate a bajo costo.
Hacia el futuro, un 85 por ciento de la población cree en una eventual “victoria” de Kiev, pero la mayoría considera que este resultado tardará años en lograrse. En casa, Zelenski todavía goza de un apoyo mayoritario, aunque menor que el del comandante de las Fuerzas Armadas recién destituido, Valerii Zaluzhnyi.
Se prevé una guerra de desgaste, larga. Las posiciones de las dos partes son irreconciliables todavía: Rusia no tiene ningún incentivo para retirarse y Ucrania no confía en Moscú para alcanzar un acuerdo. Algunas voces sugieren que Kiev debe pensar en aceptar algún tipo de armisticio que congele el conflicto, pero aún no se llega a ese punto. Como ciudadano de la comunidad global, espero que la diplomacia prevalezca, que el derecho internacional predomine y que las partes puedan encontrar una salida a este panorama de destrucción.