El lunes 5 de febrero conmemoramos un aniversario más de nuestra carta magna, un hecho histórico que ameritó incluso que el querido Maestro Muñoz Cota renombrara a nuestra entidad como el “Querétaro, Sinaí en llamas”, porque fue aquí, en el corazón de México donde se sentaron las reglas jurídicas, las garantías, así como los derechos a seguir por la sociedad mexicana, emanadas del fervor revolucionario, el anhelo de un mejor país y la valentía de miles que lucharon con orgullo en el campo de batalla.
La realidad es que para construir el México del día de hoy no sólo se necesitó de la valentía de los caudillos, sino también del espíritu indomable de cientos de mujeres, que no dudaron en salir de los jacales, terciarse el rebozo, cargar cazuelas, comales, esperanzas a cuestas e irse con la tropa, antes que rendirse ante la realidad que vivían. Sin embargo la revolución nos falló, a nosotras, fuimos útiles para movilizar comunicación, cuidar enfermos, conseguir armas, comandar ejércitos como el caso de Manuela la coronela, pero no se nos requirió para concretar los ideales libertarios de la revolución mexicana.
Hoy en el maravilloso teatro de la república, inscritos con letras de oro se encuentran únicamente los nombres de los constituyentes, esto se debe a que el momento histórico nos fue negado, en las páginas grises de la historia se encuentra la figura imperdible de Hermila Galindo, intentando formar parte del constituyente de Querétaro, con toda la razón de su lado, con toda la experiencia en su perfil y con el único defecto de ser mujer. La respuesta a su postulación como constituyente fue precisa: sólo pueden participar mexicanos, así mexicanos con o. Desde entonces no pudimos hacer leyes, no pudimos votar las leyes y menos oponernos a legislaciones tan absurdas como las que nos mancillaron por tantos años.
Lo anterior, obstaculizó nuestra incursión en la vida pública, tuvimos que organizarnos nuevamente para seguir en la lucha pese a que después de la promulgación de la carta magna se presumía con orgullo que nuestro país era una nación adelantada a su época al grado de tener la primera constitución social de latinoamérica y la segunda a nivel mundial.
Demasiado nos debe la historia, por décadas han tratado de invisibilizarnos, pero aquí seguimos, impulsando legislaciones desde el territorio, reescribiendo la constitución que nos negaron.
Ya conquistamos derechos que antaño creíamos imposibles, ahora continuamos en la brega irrenunciable de perfeccionar la carta magna con reformas tan importantes como las que incluye ley Sabina, las que siguen consignando las constituyentes de Ciudad de México con la 3 de 3 o con la paridad elevada a rango constitucional. Estoy cierta de que lo lograremos, seremos las constituyentes que hicieron falta en el Sinaí en llamas de 1917, porque con nuestras manos estamos moldeando el destino histórico de la patria, para llevarla ahí a la región de los iguales donde se alcanza la dignidad.