El estado de Querétaro enfrenta una realidad que no puede ser ignorada: una severa crisis hídrica. Con zonas urbanas en expansión asentadas en las regiones de menor disponibilidad de agua y municipios sumidos en diferentes grados de sequía, la necesidad de reimaginar nuestra relación con el agua es más urgente que nunca. Esta situación no solo nos llama a reflexionar, sino también a actuar, transformando la crisis en una oportunidad para adoptar un enfoque integral y sostenible hacia la economía circular del agua.
En Querétaro, nos encontramos en un punto crítico. La realidad del estrés hídrico que vivimos no es una alarma distante, sino una urgencia inmediata. En el norte, municipios como Pinal de Amoles y Jalpan enfrentan una “sequía excepcional”, donde la falta de agua amenaza no solo la agricultura y la economía local, sino también la vida cotidiana. En el centro, lugares como San Juan del Río, Tequisquiapan, o Tolimán, sufren una “sequía extrema”, con impactos severos en los suministros de agua y los ecosistemas. Mientras tanto, la zona metropolitana experimenta una “sequía severa”, poniendo en riesgo el abastecimiento para la población y las industrias.
¿Qué significan estos términos? Una “sequía excepcional” implica condiciones extremadamente secas que ocurren una vez cada 50 años; es una emergencia que requiere respuestas inmediatas. Una “sequía extrema” representa una disminución significativa en los niveles de agua, afectando seriamente los reservorios de agua. La “sequía severa”, aunque menos crítica que las anteriores, sigue siendo una seria amenaza para el suministro de agua y el ecosistema.
Dentro de los desafíos presentados por la sequía, enfrentamos una realidad alarmante: la capacidad de almacenamiento histórico de agua en el estado de Querétaro se encuentra hoy en día en solo el 12%. Este dato es un testimonio de la severidad de nuestra crisis hídrica, con presas prácticamente vacías que reflejan no solo una temporada seca, sino un problema estructural de largo plazo. Esta situación crítica subraya la urgencia de repensar nuestra gestión del agua y adoptar enfoques más sustentables y eficientes.
La capacidad mermada de nuestras presas no es solo un problema de abastecimiento; es un espejo de la relación que hemos mantenido con nuestros recursos naturales. Esta cifra del 12% no es solo un número; es un llamado a la acción. Nos obliga a mirar más allá de las soluciones convencionales y a considerar estrategias que aborden tanto la demanda como la oferta de agua de manera sostenible y equitativa.
Ante este panorama, la reutilización y economía circular del agua emergen no solo como opciones viables, sino como necesidades imperativas. La reutilización del agua, el tratamiento y la recuperación de aguas residuales, y el uso sostenible de nuestros recursos hídricos son pasos esenciales para afrontar esta crisis. En contraposición al trasvase de agua o la sobreexplotación de los acuíferos, prácticas que solo ofrecen soluciones temporales y a menudo insostenibles, la economía circular del agua propone un enfoque que respeta el equilibrio de nuestros ecosistemas y asegura la disponibilidad de agua para las generaciones futuras.
En este contexto, el sistema “Batán, Agua para Todos” y las lecciones aprendidas de países como Holanda y Singapur adquieren aún más relevancia. Frente a presas vacías y un futuro incierto, la reutilización del agua y la economía circular son una de nuestras principales opciones. Como líderes y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de garantizar que se tomen las medidas necesarias para revertir esta situación.
La situación en Querétaro es una llamada a la acción. Debemos aprovechar esta crisis como un catalizador para el cambio, implementando estrategias que abracen la economía circular del agua. Esta no es solo una cuestión de supervivencia; es una oportunidad para liderar con el ejemplo, mostrando cómo una gestión hídrica responsable y sostenible puede garantizar un futuro próspero y resiliente.