El segundo Congreso Constituyente de México
Con su despotismo, el emperador Agustín de Iturbide provocó que aumentaran sus enemigos; el general Antonio López de Santa Anna aprovechó el disgusto reinante y el 2 de diciembre de 1822 se pronunció por la República. Al inicio del año siguiente el Imperio se derrumbó cuando un grupo de oficiales del ejército encabezados por Santa Anna proclamó el 1º de febrero un plan en Casa Mata, Veracruz, por medio del cual se demandó, entre otros puntos, la convocatoria para instalar un nuevo Congreso, que se encargara de reorganizar constitucionalmente a la nación para consolidar la nueva realidad política que imperaba en todo el territorio.
Por todo el país, los jefes militares y las diputaciones provinciales -que eran los cuerpos que gobernaban cada provincia-, proclamaron su adhesión al Plan de Casa Mata. Éste reconocía específicamente el poder a las provincias. La larga lucha insurgente y la independencia fortalecieron al regionalismo y generaron el autonomismo que desafió al centralismo del imperio. Esto avivó una disparidad de opiniones sobre cómo debía conformarse la nueva nación. La fragmentación pareció darse cuando algunas provincias como Guadalajara, Yucatán, Zacatecas y Oaxaca se declararon estados libres y soberanos. Las tendencias autonomistas dominaron tanto en las Provincias Internas como en el Bajío, Guadalajara, Zacatecas y San Luis, donde se intentaron coaliciones defensivas contras los poderes centrales.
El espíritu autonomista sembrado por Guadalajara, empezó a dar frutos y otras provincias se pronunciaron por la separación. Ante la amenaza de fragmentación territorial, el Congreso comenzó a discutir un nuevo dictamen de convocatoria y presentó su Plan de Constitución de la Unión Mexicana. Se reconocía la “voluntad de los pueblos” y afirmaba que el gobierno de la república sería representativo y federal. Se concebía un federalismo que no dañara la unidad, sustentado en una autonomía compatible con un centro de unión en el que, entre otras cuestiones, definiera la provisión de empleos políticos y de Hacienda con base en propuestas emanadas de las provincias. Éstas protestaron, pues consideraban que el plan sólo se había disfrazado de federalismo y que tendía a la centralización del poder.
La principal consecuencia del Plan fue el nacimiento del federalismo mexicano. Surgió como respuesta a dos puntos básicos: desconocer el Imperio y, la más importante, reinstalar el Congreso y exigir que se convocara a uno más representativo, como lo hizo el Supremo Poder Ejecutivo. Así, expresó el anhelo provincial de autonomía, al tiempo que dio origen al faccionalismo regionalista. Todas las fuerzas políticas se alinearon en torno a la única alternativa: el gobierno republicano. Pero éste también representaba el dilema de la forma que tomaría: central o federal. El federalismo y el centralismo no se excluían mutuamente. En una república federal, el interés provincial lo maneja el gobierno provincial, y los intereses nacionales el gobierno nacional.
En medio de ese debate, para marzo varias provincias se habían sumado al Plan de Casa Mata: Querétaro, Valladolid, Guadalajara, Puebla, Guanajuato y Zacatecas. La Provincia de México se opuso claramente a las acciones de provincias como Guadalajara, Zacatecas, Oaxaca y Yucatán, que en el verano de 1823 establecieron gobiernos estatales sin esperar a que el nuevo Congreso Constituyente decidiera sobre el proyecto de federalización y bosquejara la Constitución nacional. Tras varias reuniones preparatorias, el 7 de noviembre se instaló formalmente el segundo Congreso Constituyente de México. Sus trabajos abrieron una nueva etapa política para el país, en la que durante las siguientes décadas se enfrentarían dos posiciones claramente antagónicas en torno a los principios generales para construir la nación.
Luego de la instalación del nuevo Congreso -dividido entre centralistas y federalistas-, su tarea inmediata consistió en redactar una Constitución. El día 20 de ese mes, el Comité Constitucional, encabezado por Miguel Ramos Arizpe de Coahuila, presentó el Acta Constitutiva, plan que casi por completo adoptó el Congreso y se erigió en Constitución interina de la nación el 31 de enero de 1824, donde se propuso la formación de la república federal. Ello muestra el apremio de los federalistas por asegurar la creación de tal sistema sin esperar a la discusión, redacción y sanción de la Constitución. En los dos meses siguientes, al interior del Congreso se desarrollaron debates sustanciales sobre el federalismo y la necesidad de constituir a la nación mexicana como una república representativa, popular, federal, soberana e independiente.
El estado de Querétaro nace a la vida institucional
Mientras las antiguas intendencias de la época colonial tenían asegurada su evolución en estados, la Provincia de Querétaro enfrentó serias dificultades para que se aceptara su inclusión como estado. En los debates del artículo 7º del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, se acusó a Querétaro de no haber luchado en la guerra de Independencia por la libertad de México y, por tanto, no se había ganado el derecho de constituirse en estado libre y soberano. Además, se arguyó que su territorio era escaso y se lo peleaban las provincias vecinas. El diputado queretano Félix Osores Sotomayor, con su elocuente discurso, convenció a la asamblea constituyente de los múltiples méritos que Querétaro tenía para figurar como estado de la nueva nación.
Finalmente, el Acta Constitutiva se aprobó el 31 de enero de 1824 e incluyó dieciséis estados fundadores, entre ellos Querétaro. Firmaron el Acta los diputados queretanos Félix Osores, Joaquín Guerra y Manuel López de Ecala.
Acta Constitutiva de la Federación Mexicana:
Art. 7º. Los estados de la federación son por ahora los siguientes: el de Guanajuato; el interno de occidente, compuesto de las provincias de Sonora y Sinaloa; el interno de oriente, compuesto de las provincias de Coahuila, nuevo Leon, y los Tejas; el interno del norte, compuesto de las provincias de Chihuahua, Durango y nuevo México; el de México, el de Michoacan, el de Oajaca, el de Puebla de los Angeles, el de Querétaro; el de San Luis Potosí, el del nuevo Santander que se llamará de las Tamulipas, el de Tabasco, el de Tlaxcala, el de Veracruz, el de Jalisco, el de Yucatan, el de los Zacatecas, Las Californias y el partido de Colima (sin el pueblo de Tonila, que seguira unido a Jalisco) serán por ahora territorios de la federación, sujetos inmediatamente á los supremos poderes de ella. Los partidos y pueblos que componían la provincia del istmo de Guazacualco, volverán á las que antes han pertenecido. La laguna de términos corresponderá al estado de Yucatan.
Con la aprobación del artículo 7º del Acta Constitutiva, la Provincia de Querétaro se convirtió en uno de los estados de la nación mexicana; lo que el Congreso hizo fue declarar una realidad, pues Querétaro era Provincia desde los acontecimientos de 1808 y fue una de las diecisiete provincias en que la Constitución de Apatzingán dividió el territorio nacional. Ya durante la era republicana, el Congreso, mediante su decreto del 22 de agosto de 1822 le fijó su territorio provincial, que se formó con los partidos de su capital, Querétaro, Cadereyta y San Juan del Río.
La fecha en que se erigió el estado de Querétaro como miembro de la Federación Mexicana, ha sido objeto de debate histórico-jurídico en décadas recientes por parte de los especialistas, como ocurre en otras entidades, hasta ahora prevalece aquí la controversia respecto a si surgió como tal durante la sesión que celebró el segundo Congreso Constituyente el 22 de diciembre de 1823 en la iglesia de San Pedro y San Pablo de la ciudad de México, cuando se aprobó darle la categoría de estado luego del memorable discurso que pronunció el diputado Félix Osores, o bien nació con el Acta Constitutiva de la Federación del 31 de enero de 1824, como lo planteó el constitucionalista Andrés Garrido del Toral en su obra A 190 años de la creación del Estado de Querétaro.
En el siglo XVIII, la división básica de la administración colonial fue la de partido. El distrito tenía una cabecera, que en este caso era la ciudad de Querétaro. A su vez, cada distrito se dividía en partidos. Cada partido tenía su cabecera y pueblo sujetos. Al entrar en vigor la Ordenanza de Intendentes (1786), no varió la estructura de la región queretana, que se integró con dos distritos: el Corregimiento de Querétaro, antes alcaldía mayor, y la alcaldía mayor de Cadereyta, creada en la quinta década del siglo XVII. El distrito de Querétaro se subdividía en dos partidos: San Juan del Río y Tolimán. El de Cadereyta dependió de la Intendencia de México y así continuó hasta poco después de la consumación de la Independencia; abarcaba casi la mitad de lo que luego sería el estado de Querétaro y cubría el resto de la Sierra Gorda.
En julio de 1823, el segundo Congreso Constituyente, a consulta expresa de la Diputación provincial de México, aclaró mediante decreto cuál era el territorio de Querétaro: “el que en el día tiene, agregándole el partido de Cadereyta para este solo efecto […]” Luego de que se disputara si merecía o no serlo, en diciembre 23 de 1823 el Congreso general reconoció el carácter de estado a la Provincia de Querétaro, con el territorio que ya gobernaba su Diputación Provincial, Así, el territorio de nuestro estado como miembro de la Federación Mexicana se formó con los partidos de Querétaro, San Juan del Río, Tolimán y Cadereyta.
Después de acaloradas discusiones que en el Congreso Constituyente se dieron entre diputados federalistas y centralistas, acaudillados los primeros por Ramos Arizpe -verdadero padre de la federación- y los segundos por Servando Teresa de Mier, autor de un discurso casi profético sobre los males que al país acarrearía este sistema décadas después, el 4 de octubre de 1824 se promulgó finalmente la Constitución General de la República Mexicana -que se formaría con diecinueve estados soberanos y cuatro territorios-, la cual tuvo influencia de la Constitución Política de la Monarquía Española y la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica.